26 de enero de 2006

Hechizo

Son más de siete años, pequeñita. Desde aquel 19 de diciembre de alcohol y extravío nos ha pasado de todo. Esto tan hermoso podría haber cedido a las tensiones de una vida que nos hemos procurado intensa, lejos de la rutina que tanto denunciamos. Esto tan hermoso se ha construido con llantos contra pechos cálidos, noches estivales de luciérnagas y sueños, mañanas donde la nieve sobre las calles reflejaba el sol más radiante que hayan visto nuestros ojos. Ha habido gritos, histeria y desgarro, ha habido besos que lo eran todo, abracitos hugging, petting o touching, ha habido dos estrellas gemelas que no dejaban de brillar allá en lo alto.

Lo nuestro ha cambiado de nombre para perdurar más allá de mi pulsión, de un imposible no por ello menos deseado, como encontrar en ti el hombre que mi naturaleza me obliga a buscar. Tú, aun cuando no pude hacer otra cosa que inflingirte el mayor dolor de tu vida, sólo me diste amor, puro amor. Y yo, incapaz de sobrevivir sin ti, hice lo que pude para no desgajarme de tu piel, intenté que me siguieras sintiendo algo tuyo, que no dudaras de que sea quien sea que se añada a nuestra lista de amantes (ésa que sólo tú y yo conocemos), seguimos viajando juntos.

Madrid ha sido en los últimos años el lugar donde nos ha tocado descubrir qué podíamos hacer con todo esto que sentimos, pequeñita, al tiempo que descubríamos la ciudad en decenas, cientos de domingos, nuestros domingos... Nos hemos llamado a medianoche y hemos acudido a rescatarnos, nos hemos abrazado en los cines y hemos vuelto a dormir bajo las mismas sábanas por la necesidad de ocupar ese huequito que, lo sabemos, nos está reservado.

Ayer hablábamos del amor, creo que nunca lo habíamos hecho de una forma tan desnuda y lúcida, tan honda. En un momento determinado, te pregunté si tú y yo conocíamos a alguien que sintiera un amor cierto, un amor total donde no cabe el temor ni la duda, y tú, por toda respuesta, me miraste como lo hiciste aquella noche hace siete años, con esa sonrisa, ese destello de locura en tus pupìlas que siempre me invita a abandonarme a tu hechizo, brujita, y yo, al darme cuenta de la ingenuidad de mi pregunta, sólo pude tomar tu mano asintiendo con la cabeza, con el corazón.

3 comentarios:

DeCa dijo...

Que desnudo tan sincero. En la piel se ven vuestras marcas, y no hay mentira en la verdad que muestras.

Anónimo dijo...

Sensacional!

León Sierra dijo...

que bello...