26 de noviembre de 2006

Se han sentado frente a mí en el autobús. Visten ropa deportiva de calidad, prácticamente la misma ella que él. Mismos colores, mismo corte. Sólo que él lleva su cabeza completamente tapada por un gorro Adidas. Calado hasta las cejas, cejas que ya no están, como las pestañas y el resto del vello y del pelo que hasta hace poco cubría su cuerpo. Seguramente anda en lo peor de la quimio. Su piel esta pálida y ajada a pesar de sus treinta y pocos. No se sueltan de la mano, no sueltan sus sonrisas cuando se miran, aunque luego el rictus se contraiga y los pensamientos vuelvan a eso que no se va, que permanece. Pero ellos se han comprado ropa de deporte a juego, sin mirar el precio. Es domingo y quieren salir al centro, pasear entre la gente aunque haga frío. Es sano, es alegre mezclarse en el río humano, sentirse parte de la vida. Comer donde les apetezca, no privarse de nada. De la mano, juntos. Como una sola persona.

Es mediodía, aún queda mucho tiempo hasta la noche.

18 de noviembre de 2006

Nebraska

Hacemos tiempo
de amor,
ha llegado el frío
(me has dicho que te gusta),
improvisamos la espera
en el Nebraska;
es la hora en que nadie pide ya chocolate
(¿un sandwich y dos dobles?),
y entonces me miras
así,
y dices algo
más desarmante que tu mirada,
y el mundo podría ser
este lugar anacrónico,
o incluso más pequeño:
tu mano...
podría vivir en su calor.