11 de diciembre de 2008

Lo que estaba buscado

Había sido una cena como otra cualquiera. Isabel fregaba la vajilla. De vez en cuando su mirada se asomaba al exterior a través de la ventana de la cocina. Los tejados de enfrente brillaban con los destellos de la tormenta. A sus espaldas, Rafa descansaba en el sofá. Solía llegar a casa tarde, sólo a tiempo para cenar y luego tumbarse un rato antes de dormir. En el suelo reposaba una botella de cerveza al alcance de su mano. El televisor emitía un murmullo al que ninguno de los dos prestaba atención. La monotonía de enjuagar los platos, cacerolas y cubiertos, frotar con el estropajo empapado de jabón su superficie para luego aclararlos y colocarlos en la rejilla, quizás ayudaba a Isabel a abstraerse en ensoñaciones, retazos de pensamientos que pronto se disolvían arrastrados por otros nuevos.

Cuando acabó de fregar, Isabel se demoró un poco más ordenando la cocina. Por alguna razón necesitaba mantenerse ocupada, ir de acá para allá cambiando de lugar objetos sin importancia, de forma que el abrelatas que siempre había colgado de un gancho decidió dejarlo encima del frigorífico, o de repente el guante para horno que guardaba en el armario de las servilletas y los manteles fue a parar al gancho que había dejado vacío el abrelatas. En este pequeño ejercicio doméstico se entretenía Isabel. Mientras, la tormenta arreciaba tras los cristales.

No tenía sueño. Sin muchas ganas de nada, salió al fin de la cocina con la intención de llevarse a Rafa a la cama. Entonces algo le perturbó. Al principió creyó que era el resplandor del televisor sobre la estancia. Últimamente le desasosegaba bastante. Espectral, se decía ella sin saber muy bien por qué. Fue tras unos segundos cuando se dio cuenta que tenía que ver con el mural del salón. En sus estanterías reposaban portarretratos, regalos y recuerdos en una especie de instantánea desordenada y azarosa de todo su pasado. Con Rafa y antes de Rafa, porque ya había pasado por un matrimonio antes de conocerle. El caso es que podía jurar que algo había cambiado, algún objeto faltaba o no estaba en su sitio. Rafa tenía los ojos cerrados, quién sabe si ya se habría dormido.

- ¿Rafa? –no respondía, Isabel se arrodilló junto a él y le sacudió un brazo–. Rafa, ¿estás despierto?

Pasaron unos segundos, Rafa abrió la boca chasqueando sus labios. A Isabel le llegó el aliento de la comida que ella misma había preparado. Tuvo una sensación extraña, pero tampoco supo qué pensar.

- Rafa, ¿quieres hacer el favor de despertar?

Al fin Rafa reaccionó y abrió sus brazos para que Isabel pasara su cabeza entre ellos como tantas otras veces. Así lo hizo ella, aunque su posición era un tanto incómoda. Rafa siempre desprendía calor. Lo sintió de nuevo, ese tufo a la cena digiriéndose en el estómago de Rafa. La ensalada, el pollo, el flan de huevo descomponiéndose allí dentro.

- Rafa, cariño... Vamos a la cama, ¿quieres?

Rafa no respondió, tan sólo la acercó más contra sí. Isabel intentó relajarse, pensar en cualquier cosa. Volvió a preguntarse qué faltaba. Algo tenía que ser, no lo dudaba. Isabel volvió su cabeza hacia las estanterías. Apenas lograba ver nada, y sin embargo creyó estar más segura de que había algo distinto. Rafa no decía nada. Isabel trató de encontrar en vano su mirada. Él la abrazó más fuerte.

- ¿Rafa?

Isabel se soltó haciendo presión con sus brazos sobre el cuerpo de Rafa como si se levantara de una roca. Fue entonces cuando volcó con sus pies la botella de cerveza sobre la alfombra. Rafa se incorporó y contempló durante unos segundos el charco espumoso como si no supiera de dónde había salido. Luego miró a Isabel de pie junto a la alfombra con sus ojos clavados en el suelo, no apartándolos hasta que la última de las burbujas se hubo desvanecido.

(Este es el último relato que posteo de esos que escribí hace años, a partir de hoy vuelvo a lo actual)

9 de diciembre de 2008

Nos hace falta

Matt solía acostarse pronto. Cada día tenía que levantarse a las seis de la mañana. Trabajaba en una fábrica a 20 kilómetros de la ciudad. Él mismo pensaba que su trabajo no era gran cosa, pero la verdad era que no le desagradaba del todo. Incluso habría confesado que ese trayecto por la desierta carretera local al amanecer le proporcionaba un placer difícilmente explicable. Sin embargo su mujer, Linda, no dejaba de decirle que cambiase de empleo. Llevaban dos años casados, y desde entonces él trabajaba en la fábrica y ella era camarera en una cafetería. Les quedaba muy poco tiempo para verse. Linda solía tener turno de tarde-noche. Raramente coincidía su día de fiesta semanal, de forma que entre unas cosas y otras tan sólo estaban juntos cuando Linda llegaba de la cafetería casi de madrugada. Matt le hacía un hueco en la cama medio dormido, ella se acurrucaba contra él y le hablaba un rato hasta que Matt ya no respondía. A veces hacían el amor.

Aquella noche se había quedado viendo la tele, no tenía nada de sueño. No le importaba mucho lo que ponían, de hecho estaba viendo uno de esos canales de televenta. Simplemente necesitaba un ruido monótono de fondo, un pequeño foco de atención mientras su mente se desviaba de unas cosas a otras sin detenerse en ninguna en concreto. De vez en cuando hacía un viaje hasta el frigorífico para buscar una lata de cerveza y algo para picar, quizás sobras del día anterior o alguna tostada con mantequilla de cacahuete. Desde la cocina se veía a través de la puerta de atrás de la casa una pequeña colina, y a ratos salía al patio trasero y dejaba que el viento azotase su piel mientras escuchaba el murmullo de las hojas de los árboles sobre la colina. Pensaba en Linda, si ya era hora de tener o no un niño con ella, qué iba a hacer con su vida. Le daba pereza buscar otro trabajo, cambiar sus hábitos. “Ojalá no hubiese que tomar decisiones”, pensaba. Y sin embargo le daba la impresión que tenía que hacer algo.

Cuando empezó a sentir un poco de frío volvió de nuevo al dormitorio. Allí, en cambio, casi hacía calor. Se quitó la camiseta y se recostó en la cama apoyando su espalda en la cabecera, y aunque estaba algo cansado se desabotonó el pantalón del pijama y comenzó a masturbarse. La presentadora del programa estaba anunciando una licuadora. No cesaba de meter un tanto histéricamente todo tipo de frutas y hortalizas en el aparato. Pidió un primer plano del zumo extraído para que los espectadores pudiesen contemplar de cerca la ausencia de grumos, pero Matt ya se había deslizado hacia delante cerrando los ojos. Eyaculó sobre las sábanas. Permaneció unos minutos así, tumbado sobre la cama con la mente en blanco. No tenía de ganas de moverse, tan sólo la voz de la presentadora resonaba en su cabeza repitiendo las mismas palabras. Luego miró alrededor, y pensó que tendría que hacer algo antes que Linda llegase. Finalmente, terminó levantándose y se encaminó hacia el cuarto de baño.

Al entrar atisbó su rostro en el espejo. Se detuvo entonces y miró su imagen reflejada. Sin saber muy bien por qué, se quedó un buen rato contemplándose como si de un extraño se tratase. Se veía guapo, un chico atractivo en cualquier caso. Deslizó detenidamente las yemas de sus dedos sobre los contornos de su armónico torso. “No cómo esos tíos demasiado musculosos de los anuncios de aparatos de gimnasia”, pensó. Linda siempre le decía que se había sentido atraída por él nada más verle. Matt sin embargo no recordaba haber pensado lo mismo de ella, ni tampoco lo contrario. Y eso que sus amigos le decían que era una chica guapísima. A él simplemente le había parecido muy simpática, y fue más tarde cuando le había acabado gustando. Se lavó las manos con cierta meticulosidad. Luego se dio una larga ducha. El agua abundante corría sobre su cuerpo, y el sonido llenaba sus oídos disolviendo toda traza de pensamiento. Al acabar se envolvió por completo en una toalla y volvió a mirarse en el espejo mientras secaba con cuidado su piel. Salió desnudo del cuarto de baño provisto de un trozo bien largo de papel higiénico y una esponja. El televisor seguía encendido arrojando un resplandor azulado sobre el dormitorio. Matt se arrodilló y trató de quitar lo mejor que pudo las manchas, pero se dio cuenta que era preferible cambiar las sábanas. Una vez hubo dejado la cama hecha se echó una bata encima y fue a dejar el pijama y las sábanas viejas en el cesto de la ropa sucia. Luego se dirigió a la cocina de nuevo y se sirvió una lata de cerveza. Sentado en una banqueta fumó un cigarrillo mientras se la bebía. Volvió a salir al patio, y contempló el fulgor de la luna que recortaba las copas de los árboles meciéndose en el cielo nocturno. La hierba que cubría la colina también vibraba agitada cada vez más por el viento frío. Matt siguió con su mirada el vuelo de una hoja recién desprendida hasta que se perdió en la lejanía. Sólo las estrellas brillaban estáticas. ¿Había algo equivocado en su vida? A veces creía intuirlo. Trató de preguntarse nuevamente el qué, y así permaneció hasta que oyó a Linda abriendo la puerta principal. Matt encendió otro cigarrillo y empezó a fumarlo con lentitud. Al poco, ella se acercó por detrás y le abrazó la cintura desnuda.

- ¿Qué haces levantado tan tarde, cariño? – le preguntó Linda.

Él no contestó. Su mente se sumergió en el silencio ligeramente perturbado por el lejano ruido de los coches deslizándose a toda velocidad sobre la autopista y el creciente rumor de la fronda. Ella apoyó su cabeza contra la nuca de Matt.

- Estoy tan cansada... ¿Te vienes conmigo a la cama?
- ¿Sabes? He visto en la tele una licuadora que podría venirnos bien... Sólo cuesta 40 dólares, ¿por qué no llamamos?
- ¿Crees que merece la pena?
- Nos hace falta. Creo que voy a llamar por teléfono ahora mismo.

Matt arrojó el cigarrillo a la oscuridad exhalando la última bocanada. Cerró los ojos, se volvió deshaciendo el abrazo y besó a Linda en la frente antes de cruzar el umbral. Atravesó la cocina, y mientras caminaba hacia el dormitorio imaginó todos los zumos exóticos que podrían preparar en casa a partir de ahora.

8 de diciembre de 2008

Tú y todos vosotros

(Tengo algunos relatos escritos de hace años, y me he decidido a darles salida en este blog. Este es el primero, y uno de los más antiguos)

Allí estaban. Él la había tomado un instante por la cintura, y ella le había mostrado apenas su mejilla. Un beso. Fugaz, casi inexistente. Sin embargo, el tacto de los labios resbalando sobre la humedad permanecería. Desde la perspectiva que me ofrecía la ventana de mi dormitorio, un pequeño ajuste en el enfoque y una breve exposición de la película a la exigua luz de la mañana habían obrado el milagro.

Una bofetada. El viento de infinitas agujas de hielo que se clavan en cada uno de los poros. Siempre la misma escena. La vieja vagabunda duerme a la puerta de la panadería. Dejan la puerta abierta para que, durante unas horas, el calor de los hornos la cobije. Hasta que sea de día y descubra sobresaltada que yo la apunto con el objetivo.

Gritos, risas, y algún que otro lamento. Madres y padres arrastran a sus hijos a la entrada del colegio. Desfile de gorros, guantes y bufandas de todos los colores. El arcoíris contra la niebla. Una niña entra rezagada, sola. No lleva gorro, ni guantes, ni bufanda. Tan sólo un fino abrigo de perla. Pero parece no tener frío. Su melena ámbar aletea orgullosa. La sigo, echo a correr tras ella y finjo retratar el corredor por el que se aleja de mí. Se vuelve, y sus ojos de coral bañado por la primera luz del amanecer delatan su conciencia de ser la protagonista.

El mismo banco. Las palomas revolotean alrededor. Yo también espero a que él aparezca. Siempre aseado, con unas gotitas encima de colonia, ni una arruga en su camisa. Saludando con brevedad a las personas que se cruzan en su camino. Desplegando imperceptiblemente su mano derecha, con la izquierda en el bolsillo ahuecada sobre la bolsa de granos de maíz. Pero hoy no vendrá, un remolino de hojas secas denuncia su ausencia. Fotografiaré mi débil sombra proyectada sobre el círculo.

El sol, un borrón mate que se congela lentamente. El cielo es una enorme ala blanca desplegada sobre la ciudad. El sol es un agujero en el ala. El ala se agita, mece la ciudad en el sueño invernal. Ingrávidas plumas empiezan a desprenderse sin dolor salpicando el asfalto. Una pandilla de chicos y chicas se tiran bolas de nieve entre gritos y carcajadas. Retrato su alegría, les envidio.

Los hombres vociferan por encima del elevado volumen del televisor, compartiendo ese codo apoyado en la barra y el cenicero rebosado de cigarrillos apurados. Cada cigarrillo un sensible giro de las agujas del reloj. Cada palabra una protesta contra esa obligación de estar allí, de hacer algo que justifique la respiración, ese roer del estómago a mediodía. Sí, yo no era del barrio, nunca había estado en ese bar. “Bueno, me dedico a hacer fotos”. Explicación inútil, aunque válida como tantas otras. Se empeñan en que les saque una a ellos, y yo en realidad lo estaba deseando, aunque sólo fuera por contemplar cómo posan sonrientes, con el vaso en la mano o llevándoselo a los labios mientras gritan abrazados por los hombros.

Sus tacones clavan los segundos con precisión, ahogando mis desacompasados pasos que tratan de imitar los suyos. Se detiene, extrae de su pequeño bolso un estuche de pintalabios provisto de un pequeño espejo y perfila un contorno que había intuido difuminado. Todos sus movimientos impregnados de una perfección natural, como sus rasgos afilados. Se dirigía sin duda a la boca del metro.

Viajabas sentada en el regazo de tu madre. El sueño te ganaba lentamente y te obligaba a inclinar tu cabeza sobre su pecho. Ella arrastraba los zapatos sobre el suelo. Yo os miraba, y me dio por imaginar la sonrisa de tu madre al verte por primera vez. No encontraba adjetivos para esa sonrisa, o no me apetecía encontrarlos, simplemente deseaba que ese recuerdo robado permaneciese en mi memoria para siempre. Podía sacar mi cámara de nuevo, o también podía saltar de ese recuerdo a otro, como ahora salto del recuerdo de aquel momento al momento en el que escribo, porque los pensamientos se desvanecen cuando uno deja de soñarlos. Y si quisiera continuar este relato, tendría que seguir fingiendo que tú y todos vosotros existís. No soy fotógrafo, solamente escribo. Pero qué más da una foto, un papel... Nada podrá fijar vuestro retrato. Y para mí es triste terminar: al llegar al final de línea, tu madre te tomó en sus brazos, se levantó, y bajó del vagón llevándose con ella el desenlace de esta historia y quién sabe cuántas más.

7 de diciembre de 2008

Pese a todo

Los medios de comunicación juegan un papel fundamental en la opinión de las personas sobre cualquier tema, no desvelo nada afirmando esto. En España, como en cualquier otro lugar del mundo, los periódicos, radios, y cadenas de televisión más difundidas, están en manos de grupos de poder. Grupos que, por supuesto, ansían más poder. Ninguna revolución será apoyada por ellos, jamás. Por eso Chávez es un simio peligroso o los juegos olímpicos en China -gran ejemplo de gobierno, sí señor- han sido un éxito. Me da repugnancia la unanimidad en ciertos asuntos.

Así, este titular me parece abyecto. Sobre todo una palabra: "pese". No es ignorancia, en absoluto, sino maldad, lo que sitúa a esa palabra en el centro de la frase. Porque los disturbios no deben parar aunque el policía asesino haya sido detenido, en absoluto. Los disturbios tendrían que paralizar el país hasta que el régimen actual cayese, y hablo de "régimen" porque todas las formas de gobierno, salidas de unas urnas o de un golpe de estado, son regímenes. Regímenes donde un policía armado puede asesinar a un adolescente que se manifiesta en la calle. Naciones donde la democracia, se apellide su régimen como se apellide, no es real.

Pero EL MUNDO (y EL PAIS, y el ABC, y PÚBLICO) puede respirar tranquilo. Los disturbios cesarán pese a su legitimidad, su virulencia, su necesidad. La calma volverá, volverán el adocenamiento y la sumisión. Grecia seguirá siendo un régimen donde sus mandatarios orquestarán esa performance colectiva en la que un pueblo sin otra opción que meter cada cuatro años un papel en una caja de plástico transparente, hará como que elige a sus mandatarios. Y los mandatarios, impecables directores de escena, seguirán mandando. Como siempre.

28 de noviembre de 2008

Coexistencia

Soy yo, amor, y soy ese otro. Acabo de dejar nuestras sábanas y siento nostalgia de mí, y a un tiempo siento curiosidad por mí, por quien puedo ser mañana o tan solo dentro de un rato. A veces creo que cumplir años es un lento proceso de desconocimiento, y a veces me contradigo y pienso que en realidad uno va conociendo esas otras identidades que encerraba en un cuarto oscuro, sin apenas aire, y que al fin rompen los muros y se manifiestan -nos manifestamos- y entonces parece que cada día nos desconocemos más cuando en realidad se trata de un hermoso grito de vida. Pero la belleza no es inocua, amor, y este yo que somos muchos no tiene más remedio que hacerte daño, yo mismo padezco el daño de la coexistencia de esas identidades y pierdo el hilo de esta realidad tratando de dar un sentido a tanta tensión, tanto impulso y tanta necesidad. Y luego está el pasado vacío que quiero llenar a paletadas con este presente que nunca fue tan veloz, este presente que nos lleva a ti, a mí, a nuestras múltiples identidades en coexistencia promiscua. Antes, entre nuestras sábanas, he descubierto tu pantalón de pijama, tu reloj, el libro que leías ayer noche con esa linterna para no desvelarme, y he recordado muchas otras escenas así, escenas de olores y tactos en Madrid donde sábanas desechas revelaran ese discurrir de la vida compartida. Pero ahora somos más, cumplimos años y las identidades aprisionadas andan rompiendo muros, y nuevas verdades me constituyen, te constituyen, y a ratos pareciera que cada vez compartimos menos, que ese pantalón o ese reloj o el libro que leias anoche, son mudos testigos de un encuentro físico, programado, más que de una comunión de ideas y deseos, ese sexo entre mentes -Martín Hache, ya sabes- que fue nuestro big-bang. Esta coexistencia de identidades me desdibuja, impide el logro coherente, definible. El reloj hace tic-tac, tic-tac. tic-tac...

23 de noviembre de 2008

R.I.P.

Madrid, te recordaremos siempre. Y es que yo no viví sus legendarios 80, ni sus 90 de resaca post-movida pero tan efervencestes en el teatro alternativo o la cultura gay, sino estos primeros años del siglo XXI que, sea como fuere, han sido los míos.

Ha cerrado el Canto de la Cabra por causas que todavía desconozco. Era el mejor teatro alternativo de Madrid, su programación era sinónimo de ruptura, de audacia creativa, de maravillas escénicas que recordaré siempre. Y ha cerrado. Nunca más.

También el ayuntamiento se ha encargado de clausurar esta semana algunas salas de la noche madrileña, entre las que destacan La Riviera y la sala Macumba. La Riviera era, sencillamente, el único lugar de aforo medio en Madrid, gracias a cuya existencia he podido ver a artistas como Rufus Wainwright. La sala Macumba albergaba Space of Sound, discoteca que nunca frecuenté pero que sin lugar a dudas es un símbolo gay menos, una referencia menos, un lugar menos donde divertirse para aquel que le apetezca.

Son pérdidas, restan libertad. Restan identidad a una ciudad que amo, por lo que algo en mí se pierde. Porque ya no visitaré la página del Canto de la Cabra -mi pérdida más dolorosa- para enterarme de qué será lo nuevo. Todo será viejo, recuerdo, historias que contar a quien quiera saber cómo fueron aquellos años míos en Madrid.

Es curioso, ando coqueteando desde este verano con la idea de mudarme a Barcelona un tiempo. No me decido, no es un movimiento vital sencillo y más después de tantos movimientos vitales en estos últimos dos, tres años. Pero en Madrid sumo pérdidas y sumo dolor, recuerdos que me acechan en demasiadas coordenadas de su geografía tantas veces recorrida. Necesito lo nuevo, lo inexplorado, una ciudad en la que vuelva a extraviarme. Añoro no saber dónde desembocará una calle, añoro los rodeos, las sorpresas que dan sentido a un divagar azaroso.

Esta semana, inequívocamente, me ha acercado un poquito más a ese deseo extraño, indomable, de alejarme de Madrid.

20 de noviembre de 2008

Leído esta mañana


Mezclada con otras noticias sobre deporte, crisis económica, o declaraciones sonrojosas de cualquier político/a (de esto no se libran ellas), me encuentro con esta: 26000 niños muriendo cada día por causas evitables casi 50 años después -como indica el texto de la noticia- de que la ONU aprobara la "Declaración de los Derechos del Niño", así con mayúsculas y todo. Hablamos de deportes (¡pero qué gran victoria de nuestros chicos ayer!), de crisis (¡pobres de nosotros, pobres multinacionales, pobres bancos nuestros!), y hablamos de lo que ha respondido un/una imbécil a lo que dijo un/una caradura que declaró un/una corrupto/a. Y entre unos titulares y otros, así, en el torrente diario de noticias que nos despachamos tomando un cafecito, una tostada, o unos cereales, leo que miles de niños mueren lejos cada día por causas "evitables". Y me llama la atención lo de evitables. Porque claro, el adjetivo es demoledor. ¿Evitables por quién, cuándo, dónde? Y pienso que soy un homicida, y tú que me lees casi seguro que también, y sigo sorbiendo mi café traído de regiones exóticas, saboreando mi tostada con mantequilla de leche de vaca ordeñada vaya uno a saber dónde, llevándome a la boca una cucharada de cereales recolectados lejos de donde llenan mi panza caprichosa, exquisita, bien alimentada. El truco para resistir impune es no pensar, no ir más allá del estímulo gustativo, concentrarme en la lengua, el paladar, la garganta, y no dejar vagar mi mente por territorios de enfermedad y miseria donde los Niños no tienen esos Derechos que lejos de allí, en salas donde todo brilla, donde la madera arrancada de bosques milenarios brilla con el destello que aquí en Occidente sabemos dar a nuestros ambientes, han sido Solemnemente Aprobados. Pero el café etíope se esfuma en un último sorbo, las miguitas de tostada yacen en el platito de El Corte Inglés o de la solidaria IKEA, los cereales motean capitas de yogur adheridas a las paredes del bol que el efectivo lavavajillas despegará con su fuerza llevándoselas por las cloacas de nuestras grandes ciudades, de las que Sábato describiera su horror en "Sobre héroes y tumbas". Líbranos de la culpa, Señor, y a ti damos gracias por los alimentos que recibimos. Cada día. Amén.

30 de octubre de 2008

Web, intimidad sin piel

Es la canción "Yankee Bayonet", de mis imprescindibles The Decemberists, interpretada por mi youtuber favorito a la luz de unas velas y en compañía de una amiga de voz perfecta para esta joyita de pop contemporáneo de un grupo que jamás triunfará en grandes estadios ni falta que hace.

Pertenezco a la generación web. Por suerte, mi edad es la de aquellos que pudimos subirnos a tiempo a este vehículo de información, emociones, vidas compartidas. ¿Qué sabría yo sin Internet de un chico francés de la Bretaña con una sensibilidad casi atroz al que le encanta tocar la guitarra y cantar sus canciones favoritas? Nada. Es más, mi propia pasión por The Decemberists no habría nacido si no fuera porque él me ha hecho descubrir sus mejores canciones. ¿Cuántas noches de la primavera pasada me habría ido a la cama con la más agónica tristeza, la que trae la soledad de la mano, si no hubiera visto antes unos cuantos vídeos suyos? Es y ha sido una presencia rotunda y apaciguadora.

Gracias a Internet conocí al chico con quien comparto mi vida, por Internet he hecho amistades (¿cómo estáis Alex y JC, Kailing, o esos chicos de Granada que me leíais en vuestras largas mañanas de oficina haciendo sonar aquel "I wanna be adored" ?), a través de Internet he sabido de mundos interiores tan extraordinarios (este, entre tantos) que me han abierto la mente poblándola de nuevas ideas. Y hay mucho más, por supuesto: el sexo virtual, el milagro de poder trabajar durante estas semanas a miles de kilómetros del lugar donde sirve para algo útil el producto de mi trabajo, o la lectura de otros blogs que tanto hablan -como este, espero- de sus autores.

Así lo siento y así lo expreso: web, intimidad sin piel.

Fugacidad

Es como tratar de explicar por qué me ponían triste aquellas tardes de primavera en Zaragoza con el cierzo azotando las copas de los árboles. Había poesía, sí, en ese despertar tras el invierno entumecido. Había la esperanza de algo nuevo, aunque esa esperanza pasara tan veloz como una ráfaga de viento.

Tantos años después, aquí en Quito, no puedo dejar de mirar las laderas y los valles salpicados de luces y más luces cuando ha caído la noche. León me lleva de copiloto y yo traspaso el cristal en busca de esas visiones, como los traffic jams en sentido contrario, curvas inacabablemente dibujadas por pares de faros, vidas que aguardan el avance, esperas entre confidencias, gritos, o serena soledad.

Y en las aceras, más allá del discurrir en nube tóxica, nube que irrita la garganta, nube propagando el plomo por arterias y venas pero a la que todos nos acostumbramos mágicamente, están las gentes. Hay una promiscuidad implícita en cada mirada, cada tumulto, cada casa emitiendo sus ruidos, sus olores, su identidad propia y a la vez tan sometida a la dictadura de una sociedad que vigila. Gentes y más gentes: guaguas, maltoncitos, esas manes embarazadas demasiado pronto... Gentes con tanta, ¿demasiada? vida.

Y todo, cuando voy de copiloto y cruzo Quito en la intimidad del auto con la mano de León cubriendo la palanca de cambios, al alcance de mi caricia, me provoca no aquella tristeza de las hojas de los árboles entechocándose en la primavera de mis tiempos universitarios, sino una intensa sensación de fugacidad. Cada visión un verso que escuchara, me impactara, y olvidara para siempre.

25 de septiembre de 2008

Un mes de retrospectiva emocional

Vuelve la compañía La Tristura con su obra "Años 90. Nacimos para ser estrellas" al Canto de la Cabra. Excepcional bis en esta ciudad, lo que da cuenta de la calidad de la propuesta. Calidad y hondura, como ya describí en mi crítica de mayo.

Están de jueves a domingo a las 21 horas, entre hoy y el 19 de octubre, con reserva de entrada obligada. Recomendable, absolutamente recomendable...

Imagen de la obra

Años 90, heridas de una época sanadas a fuerza de amor.

14 de septiembre de 2008

El deseo

La agonía del deseo, melancolía atascada en la garganta. Versión acústica que hace pedazos el original y lo eleva a cotas emocionales inéditas.

Prefab Sprout tenían carne y alma, por eso vuelvo a ellos de nuevo.

DESIRE AS

They were the best times, the harvest years with jam to lace the bread
So goodness, goodness knows why I'd throw it to the birds
You mock the good things, you play the heart strings, play them one by one
You mock the good things, you play the heart strings, play them one by one

But there it is, and there we are

Desire as a sylph figured creature who changes her mind?
Desire as a sylph figured creature who changes her mind?

It's perfect as it stands why then crush it in your perfect hands?
It's perfect as it stands why then crush it in your perfect hands?

Desire as a sylph figured creature who changes her mind?
Desire as a sylph figured creature who changes her mind?

I've got six things on my mind you're no longer one of them
I've got six things on my mind you're no longer one of them

You mock the good things, you play the heart strings, play them one by one
You mock the good things, you play the heart strings, play them one by one

But there it is, and there we are

Desire as a sylph figured creature who changes her mind?
Desire as a sylph figured creature who changes her mind?

It's perfect as it stands why then crush it in your perfect hands?
It's perfect as it stands why then crush it in your perfect hands?

Desire as a sylph figured creature who changes her mind?
Desire as a sylph figured creature who changes her mind?

I've got six things on my mind you're no longer one of them
I've got six things on my mind you're no longer one of them

EL DESEO COMO

Fueron los mejores tiempos, los años de cosecha con jamón para adornar el pan
Solo el cielo, el cielo sabe por qué lo arrojaba a los pájaros
Te ríes de las cosas buenas, tocas las cuerdas del corazón, las tocas una a una
Te ríes de las cosas buenas, tocas las cuerdas del corazón, las tocas una a una

Pero ahí está, y ahí estamos nosotros

¿El deseo como una criatura con cuerpo de sílfide que cambia de idea?
¿El deseo como una criatura con cuerpo de sílfide que cambia de idea?

Es perfecto tal y como está, ¿por qué hacerlo pedazos en tus manos perfectas?
Es perfecto tal y como está, ¿por qué hacerlo pedazos en tus manos perfectas?

¿El deseo como una criatura con cuerpo de sílfide que cambia de idea?
¿El deseo como una criatura con cuerpo de sílfide que cambia de idea?

Tengo seis cosas en mi mente y tú ya no seres una de ellas
Tengo seis cosas en mi mente y tú ya no seres una de ellas

Te ríes de las cosas buenas, tocas las cuerdas del corazón, las tocas una a una
Te ríes de las cosas buenas, tocas las cuerdas del corazón, las tocas una a una

Pero ahí está, y ahí estamos nosotros

¿El deseo como una criatura con cuerpo de sílfide que cambia de idea?
¿El deseo como una criatura con cuerpo de sílfide que cambia de idea?

Es perfecto tal y como está, ¿por qué hacerlo pedazos en tus manos perfectas?
Es perfecto tal y como está, ¿por qué hacerlo pedazos en tus manos perfectas?

¿El deseo como una criatura con cuerpo de sílfide que cambia de idea?
¿El deseo como una criatura con cuerpo de sílfide que cambia de idea?

Tengo seis cosas en mi mente y tú ya no seres una de ellas
Tengo seis cosas en mi mente y tú ya no seres una de ellas


13 de septiembre de 2008

The Mountain (PJ Harvey, "White Chalk")

Traición y venganza de esta trovadora de cambio de milenio. Reinvención afortunada al piano, paisajes para un tiempo suspendido. Tiza blanca que firma frases nada ingenuas.

THE MOUNTAIN

Above the mountain
An eagle
Is flying

High above the mountain
An eagle calling down
To the soldier who falters
The soldier on the ground

By the mountain
I feel nothing
For in my own heart
Every tree is broken

The first tree will not blossom
The second will not grow
The third is almost fallen
Since you betrayed me so

LA MONTAÑA

Sobre la montaña
Un águila
Está volando

Muy alto sobre la montaña
Un águila reprende
Al soldado que flaquea
El soldado en tierra

En la montaña
No siento nada
Porque en mi propio corazón
Se han partido todos los árboles

El primer árbol no florecerá
El segundo no crecerá
El tercero está prácticamente caído
Desde que me traicionaste así

12 de septiembre de 2008

Heridas


Madrid, hace exactamente siete años, se convirtió en mi primer lugar en el mundo. Un territorio a explorar, a conquistar. Mi territorio. Era optimista, tenía veintiséis años y una inconsciencia completa de demasiadas cosas.


El tiempo por venir me enseñó recovecos apenas intuidos, quiebres del amor y el sexo, personas que por una noche o una vida dejaron su huella en mi camino. La ciudad madre, la ciudad que te da libertad y te la quita, la ciudad amante.


Encontré paraísos, sí, la mayoría solitarios: salas de cine semivacías, plazas arrasadas por el viento, cafés de los que algunos quedan y otros no... Es bueno reconocer la soledad, vivirla, no huir de nuestra eterna compañera.


A veces, Madrid me ha parecido un andén infinito donde resuena el rumor de un tren que nunca llega, o a lo peor sí llega pero no es el que espero. Da igual, siempre me precipito en él a ver qué pasa. A ver si el azar me libra de la fatalidad. Otro engaño, y sin embargo tan intenso.


Lo que quiero decir es que Madrid me duele, sus calles son heridas abiertas, los recuerdos se derrumban sobre mi cabeza a cada esquina que doblo. Será por eso que a veces huyo, persigo una nueva intuición. Y sí, claro que vuelvo. Siempre se vuelve a nuestro lugar en el mundo. Con amor y dolor, cada vez con más amor y dolor.

9 de septiembre de 2008

Retazos de un verano (II)

Ahora que, efectivamente, solo quedan los retazos de un verano imposible de olvidar, esta foto resume todas las que podrían acompañarla. Tú y yo felices, una vez más, con el mar a los pies del Cap de Creu.

Te echo de menos, un montón.

31 de agosto de 2008

Retazos de un verano (I)

La naturaleza, la inmensidad, nuestro animal. El poder del mundo y la flaqueza del hombre.


Un camino inesperado, dos que se aman bajo la lluvia, una ciudad que se deja recorrer sin expectativas y por ello sorprende con rincones de belleza.


Sonaba esa música que nos gusta, la música que silencia todas las palabras, y más si afuera llueve y estamos en una ciudad noruega que podría ser Madrid que podría ser Quito que podría ser...


Fuerza, gravedad, estrépito al borde de una vía de tren.


Te quiero.


En los países nórdicos, los cementerios ocupan manzanas enteras en medio de las ciudades. Allí a los niños les enseñan el "Grito" de Munch desde pequeños. Les enseñan el terror del hombre a la vida, a la muerte.


Obsesión repetida en calles y andenes. Eros contra Tanatos. Belleza y deseo.


Desnudez, oasis, piel dorada sin pudor.


Una visión, un instante, un milagro.


Amiga querida, alma generosa... Lo que necesitas, que te venga.


De alguna manera, ya casi no estás.


Dos chicos dejaron su ciudad para conocer el amor. Esta canción, escuchada este verano que ya acaba en un pub donde nos soñamos, sonará junto a otras en nuestras cabezas. Aquí, y allá.

1 de agosto de 2008

Mirad

Llevaba unas semanas sin escribir, hay periodos donde no encuentro el estímulo concreto para seguir dando vida a este espacio. Ayer sin embargo me encontré con este vídeo, un vídeo que es noticia y se explica por sí mismo. Una niña ecuatoriana es brutalmente golpeada por otra española. Amigas de esta última graban la paliza y animan a la asesina durante todo el tiempo, le jalean, le gritan que "la mate". De milagro no lo consiguieron.

Hay quien se opone a "Educación para la ciudadanía". Seguramente tiene imperfecciones, como todo. Pero si alguien necesitaba una prueba más de que hay menores de edad sin el menor fondo ético que necesitan algo más en ese sentido de lo que se les inculca en su casa, aquí la tiene. Algo tiene que hacerse, la violencia escolar está adquiriendo unos matices más siniestros, más complejos (inmigración o visibilidad LGTB son condicionantes que antes apenas existían), y nadie, ni mucho menos el gobierno, puede omitir su responsabilidad, su obligación de actuar en la medida de sus posibilidades.

Mirad.


Nota a 11/08/08: Es curioso que el vídeo que yo subí a mi cuenta de Youtube -el que mostraba ELMUNDO.es- fuera marcado como inapropiado y este no. O más que curioso es absurdo, imbécil, porque era obvia mi intención de denuncia. En fin, he encontrado uno que ilustra la misma noticia.

30 de junio de 2008

Rojo y negro

Fábregas celebrando el triunfo
Fútbol, fútbol, fútbol... La victoria de la selección española en la Eurocopa, vista ya con casi veinticuatro horas de distancia, ha revelado lo mejor y lo peor de un país. Lo rojo y lo negro, que diría Stendhal.

Lo rojo es la pasión de incluso aquellos como yo que podrían vivir sin el fútbol pero que fuimos incapaces de no chillar cuando en estas dos semanas Villa, Güiza, o Torres, marcaron esos goles de ensueño. Roja es la camiseta de quienes han desplegado un juego que ha sido un homenaje a lo sutil, lo pequeño que se hace grande, sabiendo ganar con humildad, elegancia, y desechando los gestos de divo de otros excluidos con justicia de esta convocatoria o excluidos de la Historia en el pasado porque nunca lo merecieron como estos. Y roja la sangre que alimenta a este colectivo de jugadores jóvenes de toda España -entre ellos vascos como Xabi Alonso y catalanes como mi adorado Cesc Fábregas- y que ha funcionado como un solo hombre, simbolizando lo que este país podría ser si unos y otros, nacionalistas excluyentes de la diferencia sea esta una parte del todo o el todo que contiene la parte, lucharan juntos por un futuro mejor.

Lo negro... Algunas, tal vez demasiadas cosas. Los primates que ayer aprovecharon la fiesta en las calles para ejercer la violencia y empañar la felicidad de la mayoría, con cargas policiales de esas que se llevan por delante a los cuatro culpables y a los cuatrocientos inocentes. Negra la vigencia de tópicos casposos, dañinos, encarnados por ese Manolo Escobar compartiendo esta tarde protagonismo con los héroes y que remiten a aquellos tiempos de fútbol y toros radiados y televisados para anestesiar a una nación mientras las cárceles se llenaban de inocentes y ciertos bolsillos de millones de pesetas de entonces. Negra, también, la costumbre de clavarnos nuestro propio aguijón y liquidar a quienes nos han dado los mejores triunfos deportivos de todos los tiempos como Pepu Hernández en baloncesto y Luis Aragonés en este fútbol nuestro de cada día dánosle hoy.

Rojo y negro, altas y bajas pasiones de un deporte que, lo queramos o no, es mucho más que veintidós millonarios corriendo detrás de un balón. A veces, como ayer, es un vínculo, una mirada cómplice o un grito compartido entre quienes mañana, pasado, o dentro de una semana, nos volveremos a ignorar en metros, oficinas, y grandes almacenes.

Arriba la fulgurante llama, abajo la temible oscuridad de ciertos túneles del tiempo.

27 de junio de 2008

Google Earth

He viajado. He vuelto al sitio exacto de mi primer beso o al banco a la orilla del lago artificial donde miré los ojos azules de aquel chico y supe que estaba enamorado de él, que era mi primer amor. A golpe de clic, de rueda de ratón, he visitado la azotea de mi (nuestro) apartamento en Quito y los tejados de mi primera vivienda en Madrid. Las calles de Paris donde vagué y encontré, las avenues y streets de Columbus donde renací a fuerza de amor y dolor o el prado de Londres donde vi arrancarse los pétalos de aquel magnolio mientras los niños jugaban con sus cometas...

He viajado sin moverme de mi silla, sin dejar de tener frente a mí los muros y el resquicio de patio arbolado que Google Earth también me muestra si quiero, y entonces me imagino allí en la foto mientras un satélite gira en lo alto, y yo querría subirme a él y recorrer de verdad el mundo, volver a los lugares del recuerdo, que el presente fuera ese eterno vuelo sobre la vida, sobre tantos pasados entrecruzados y tantos futuros por habitar.

Apartamento en Quito
He viajado y me he deseado en otros espacios, otros tiempos. He soñado también que habrá nuevos puntos del mapa que un día revisitaré con nostalgia sentado en otra silla, frente a otra ventana con otras vistas, y tú, amor mío, estarás a mi lado y volveremos a tus sitios y mis sitios, mis recuerdos y los tuyos, y muchos serán los mismos, y con una mano moveré el ratón y la otra recorrerá tu cintura mientras el planeta gira y un satélite lo sobrevuela.

26 de junio de 2008

El poder de la decencia

Pisos a su precio
No añadiré nada, el artículo y sus declaraciones lo dicen todo sobre el tema...

24 de junio de 2008

Can we?

Extraído de EL PAIS...
Este modificación en la proyección de la tasa de paro, ha explicado el ministro, está en línea con el menor crecimiento que experimentará la economía española al mismo tiempo que ha asegurado que las prejubilaciones "deberían estar mal vistas por la sociedad y no estar premiadas". Por este motivo, ha instado a los trabajadores a agotar su vida laboral hasta los 65 años para apoyar el sostenimiento del sistema de pensiones.
Pues claro, toda España debería ver fatal desafueros de ese calado. Eso sí, que los sueldos de directivos de empresas sean hasta diciesiete veces más altos que los de los trabajadores rasos (esos que pretenden prejubilarse ante el abismo del paro o no seguir trabajando hasta morir con las botas puestas como ya se está insinuando hace tiempo), es legítimo, justo, un logro de esta sociedad que todos tenemos que mantener con nuestro esfuerzo. O hablemos también, por qué no, de esa otra conquista social que es haber generado una clase política que cuando no es directamente corrupta vive -y muy bien- gracias a unos sueldos muy superiores a la media, en muchos casos con pensiones vitalicias a las que sumar conferencias valoradas en miles de euros en universidades de toda calaña a lo largo y ancho del planeta (que les pregunten a Aznar y González...).

Diferencias de salario entre directivos y empleados
Corbacho se está cubriendo de gloria, esa que ya no concede el Altísimo sino los nuevos dioses (aquí tenemos algunos como Botín o los herederos del Imperio Polanco) de este reino del neoliberalismo donde la política se rinde a los grandes capitales y las leyes impiden intervenciones de los gobiernos en la economía que podrían ser claves para asegurar un bienestar básico universal al menos a este lado del planeta. Digo a este lado porque el otro, allí donde se fabrican nuestras prendas de vestir, muebles, ordenadores y demás aparatos de la felicidad, solo existe en función de esa sumisión, esa utilización despidiada, esa subalternidad como la llaman los gurús de los Estudios Culturales que en sus círculos (anti)globalizadores -(im)permeables, (im)penetrables, (in)miscibles con la realidad- hablan de lo que no viven, no sufren, eso que ocurre tan lejos.

¿Soluciones? Mi inteligencia no llega a tanto. Se me ocurren huelgas de consumo masivas, concertadas, que apunten a las entrañas de la bestia. Se me ocurren votos en blanco igualmente masivos, o exigir a la izquierda que esté unida como dice su nombre y se concentre en concienciar a la sociedad de todo lo que hay que subvertir y luchar por esa subversión. Pienso también en la unión de esos innumerables colectivos de decenas de personas que quieren luchar por un mundo más justo, seguramente dignos de aplauso pero muy débiles a la hora de transformar algo precisamente por esa dispersión. Sueño con una revolución silenciosa como la que está echando abajo las constituciones europeas, un rumor que se expanda entre los que somos mayoría, una mayoría nunca articulada hasta ahora y que -lo sé- podría cambiarlo todo.

Solos, cada uno con sus ideas aunque sean las mismas, no podemos. Se admiten sugerencias...

18 de junio de 2008

La Europa de la vergüenza

Directiva Europea sobre inmigración
Hace pocos días Irlanda rechazó el mini-tratado de Constitución Europea nacido a su vez del fracaso de una primera constitución que fue clamorosamente echada abajo también en diferentes plebiscitos nacionales. ¿A quién le puede asombrar? ¿Cómo pretenden que validemos una Europa donde una persona que ha dejado su país porque se muere de hambre, o de asco, pueda estar privada de libertad durante un año y medio por el simple hecho de no tener papeles? Y qué decir de la legalización de la esclavitud que la semana pasada se aprobó antes de su visto bueno en el parlamento europeo con la vergonzante abstención de España. 65 horas dividido entre 5 días de trabajo semanales sale a 13 horas diarias. No está mal: da tiempo a desayunar, ir al trabajo, comer, volver del trabajo, y derrumbarse sobre el colchón. ¿Qué persona en su sano juicio quiere más? Además, te ahorras un psiquiatra al que ni siquiera tendrías tiempo de ir. Pronto quitarán los 22 días de vacaciones, atentos a próximas directivas...

Zapatero, Sarkozy, Berlusconi. La lista es larga. Nombres para un momento histórico que, espero, dentro de muchos años se contemplará como ahora se contempla la Edad Media. Tiempo de retroceso, de pérdida de derechos, de indignidad. No quiero esta Europa, la odio con todas mis fuerzas. Europa egoísta, Europa opresora, Europa de los poderosos. Avaricia, estupidez, desprecio a nuestra población y hacia quienes llegan en busca de mejores oportunidades. ¿Qué tenemos que recriminar a la política migratoria de los E.E.U.U.? Nada, ya somos como ellos. Y si nos dejan, si nos dan más tiempo, seremos peores. Hasta que algún día algo cruja de verdad y acabe con esta insoportable deriva.

Parafraseando a Kennedy en su visita a Alemania: "Soy senegalés. Soy colombiano. Soy bielorruso. No quiero una cárcel de oro, sino una tierra donde ser feliz".

26 de mayo de 2008

The Swell Season: The moon

(Ahora que te llegó mi regalo, amor, puedo publicar este post que tenía desde hace días en borrador. No quería darte todas las pistas...)

No me gusta quedarme en la superficie. Nunca. Mi carácter me lo impide, y es por ello que he terminado descubriendo esta maravilla del álbum "The Swell Season" publicado por Glen Hansard y Markéta Irglova con anterioridad a la película "Once".

Algunas canciones, como las extraordinarias Falling slowly (esta versión que enlazo de cuando pasaron por Sundance es una muestra más del amor y ternura entre Glen y Markéta) y When your mind's made up (podría haberse llevado el Óscar en un mundo donde las baladas no tuvieran ese plus de comercialidad), dieron el salto a la película. Otras, como "The Moon", se quedaron sin esa difusión masiva que con toda justicia rompió las barreras naturales de un presupuesto de risa y una carencia de pretensiones ostensibles (no confundir con otras pretensiones, las que toda auténtica obra de arte como "Once" tiene y cumple). Mejor así, pues al goce de escuchar "The moon" se añade el de haber tenido que descubrirla.

Como el tesoro que culminara una fatigosa búsqueda, el secreto que una vez revelado se hace saber para quien lo quiera compartir.

Un dolor lento... que nos despedaza...
Frena, frena...
Deja que los pájaros se junten...


THE MOON

Cut the bonds with the moon
And let the dogs gather
Burn the gauze in the spoon
And suck the poison up
And bleed

Shut the door to the moon
And let the birds gather
Play no more with the fool
And let the souls wander
And bleed
From the soul

A slow hurt.. and it breaks us..
And so down,
Down, down and so plain
So down
When you play some more it seems so
And my friends are past this game
Of breakdowns
And our friends that are lost at sea..
Throw down
And I'll break the wasted space
Slow down, slow down,
If you don't slow down, slow down
If you don't slow down, slow..

Cut the bonds with the moon
And watch the dogs gather

LA LUNA

Corta tus ataduras con la luna
Y deja que los perros se junten
Quema la gasa en la cuchara
Y sorbe el veneno
Y sangra

Cierra la puerta a la luna
Y deja que los pájaros se junten
Ya no juegues a tonterías
Y deja que las almas vaguen
Y sangra
Desde el alma

Un dolor lento.. y nos despedaza...
Y tan hondo,
Hondo, hondo y tan simple
Tan hondo
Cuando juegas lo parece aún más
Y mis amigos ya dejaron este juego
De histerias
Y nuestros amigos se perdieron en el mar...
Libérate
Y surcaré este espacio sin sentido
Frena, frena
Si no frenas, si no frenas
Si no frenas, lentamente...

Corta tus ataduras con la luna
Y mira cómo los perros se juntan

24 de mayo de 2008

Before the devil knows you're dead


Hay películas que desde la primera escena introducen al espectador en una atmósfera, un ritmo, una cualidad difícil de describir y que entronca con narrativas donde lo real se muestra ligeramente desplazado hacia lo irreal. "Antes que el diablo sepa que has muerto" comienza con un coito en tonos grises, quemados, una conversación donde todo lo que no se dice cobra más importancia que lo que se dice, una escena donde el conflicto de ese hombre y esa mujer se presenta con sutileza y rotundidad a un tiempo. Estos parámetros, esta intensidad, se mantendrán sin descanso.

La película, pronto nos damos cuenta, no nos será contada linealmente. Y por una vez la elección no es arbitraria, sino digna de un maestro como Sidney Lumet. Los saltos temporales logran algo que en el caso de un thriller con la fuerza dramática y la profundidad psicológica de este es casi obligado: nos engaña haciéndonos creer que sabemos lo más importante, ese devenir vertiginoso del argumento, para luego, en esos flashbacks deslumbrantes, enseñarnos las entrañas de los hermanos Hanson y su padre para que nos demos cuenta de que esto determina lo otro: sin esa ración de pobredumbre moral y fatalidad, la espiral de violencia que se desata no tendría lugar. Dicho de otra forma, a Lumet la etiqueta "thriller" le interesa menos que la etiqueta "drama", por más que la película sea un goce en ambos sentidos.

Ethan Hawke como Hank (cada vez más en estado de gracia y mi actor-fetiche desde "Dead poets society"), Philip Seymour Hoffman como Andy (sin palabras la maestría de este actor), y el veterano Albert Finney como Charles Hanson (insondable en su papel de padre fracasado y vengador), ofrecen un recital interpretativo de primera categoría. Bien es cierto que sus personajes están dibujados con un detalle del que los femeninos carecen, y quizás por eso el único "pero" a la película sea no haber dotado sobre todo a la mujer de Andy y amante de Hank, Gina, de más peso, pues esa escena inicial a la que aludí parece además apuntar a ello.


Con todo, "Antes que el diablo sepa que has muerto" es una lección de cine en todos sus ámbitos, y sorprende por entero incluyendo ese final absolutamente contracorriente, y más en Hollywood, en el que el Bien y el Mal se confunden, se anulan, quedan reducidos a la nada cuando cada uno tiene su propio concepto de justicia. Y entre tanto, entre disparos, engaños y extorsiones, ofrece un estudio psicológico sin piedad de unos personajes enmbarrados en un destino cruel del que tratan de escapar para solo empeorarlo.

No durará mucho en cartelera, y es una de esas películas-secreto del año. Que conste en acta.

22 de mayo de 2008

Once

Yo no estaba en España cuando esta película se proyectó en los cines. No me enteré de su existencia ni siquiera cuando ganó el Oscar a la mejor canción original por "Falling slowly". Jamás les presto atención a las canciones de los Oscar. Tuvo que ser León, por esa curiosidad suya tan necesaria en un país donde no llega el cine independiente, quien la descubriera y compartiera conmigo su emoción, sus lágrimas por esta joya que me resisto a llamar pequeña porque no lo es aunque lo parezca.

El cine no tiene que ser realista, sino real. Hay películas sustentadas en la fantasía, la épica, o la poética, que nos estremecen por su verdad. "Once", por su concepto, precisaba de autenticidad al límite del documental desde la primera a la última escena para conmover al espectador. Y lo logra. Lo logra a cada instante, en cada mirada, con cada palabra de unos diálogos que no por escasos resultan menos reveladores. Nos creemos a Glen y Markéta, y no porque sean músicos y prácticamente se estén interpretando a sí mismos (eso casi es más un peligro que una ventaja), sino porque el director -John Carney- sabe contar una historia sencilla tras una cámara que siempre, en cada encuadre o plano, muestra exactamente lo que ocurre delante.

Glen y Markéta iniciaron una relación de amor durante el rodaje. No, esto no es prensa rosa, es otra verdad que explica y se explica por la emoción genuina que destila todo el guión, sus interpretaciones, momentos como el ensayo en la tienda de música (ver vídeo al final) o toda la secuencia de la grabación en los que el espectador es un voyeur de esa realidad. Nada es grandilocuente, aquí los personajes no sueltan una gran frase cada cinco segundos. "Once" es la vida, con sus dudas y sus impulsos y sus vueltas atrás. Sus aciertos, sus errores, su discurrir de la mañana a la noche en cada calle, cada ciudad, cada país donde personas como Glen y Markéta luchan por ser felices.

Este film apuesta por la música como hilo conductor, como vehículo de sentimientos hacia dentro y hacia afuera, como banda sonora de unos días donde la vida cambia, donde unas decisíones anulan otras que nos habrían llevado a otro destino; un destino que, no obstante, nunca será el definitivo. "Falling slowly" ganó el Oscar, pero sobre todo ha ganado el corazón de quienes, como León y yo, tenemos ya un lugar en nuestra memoria para Glen y Markéta, para "Once".

A veces el cine puede ser tan sencillo, tan desnudo, que lo profundo se impone sin aspavientos porque sí, por la pasión de un equipo de rodaje que no separa el cine de la vida, porque el cine de verdad es vida. Recordando a otra maestra de lo profundo a flor de piel como Carmen Martín Gaite: lo raro es vivir.

17 de mayo de 2008

Carver y el amor

Yo os diré lo que es el amor verdadero. Quiero decir, os daré un buen ejemplo. Y luego podréis sacar vuestras propias conclusiones. ¿Qué sabemos ninguno de nosotros sobre el amor? Yo creo que tan solo somos principiantes en el amor. Decimos que nos queremos y lo hacemos, no lo dudo. Yo quiero a Tere y Tere me quiere a mí, y vosotros os queréis el uno al otro. Ya entendéis la clase de amor de la que estoy hablando. Amor físico, el impulso que te atrae hacia alguien especial, y también el amor por el ser de la otra persona, por su esencia, diría. Amor carnal y, bueno, llamadlo amor sentimental, el cariño del día a día. Sin embargo, a veces me cuesta mucho admitir que yo también debo de haber querido a mi primera mujer. Y la quería, sé que la quería. Así que supongo que soy como Tere en lo que respecta a eso, Tere y Rafa. Hubo un tiempo en que pensaba que amaba a mi primera mujer más que a la vida misma. Pero ahora, la odio a muerte. La odio. ¿Cómo se puede explicar? ¿Qué pasó con ese amor? Qué pasó con él, es todo lo que me gustaría saber. Ojalá alguien pudiera decírmelo. Y luego está Rafa. Está bien, volvamos a Rafa. Él quiere tanto a Tere que intenta matarla y acaba matándose él mismo. Vosotros lleváis juntos dieciocho meses y os queréis el uno al otro. Se nota, no hace falta que lo digáis. Brilláis. Pero los dos habéis querído a otras personas antes de conoceros. Los dos habéis estado casados antes, como nosotros. Y probablemente quisisteis a otras personas antes de eso también. Tere y yo llevamos juntos cinco años, cuatro de matrimonio. Y lo terrible, lo terrible es, pero lo bueno también, lo que nos salva, por así decir, es que si algo le ocurriera a uno de los dos –y perdonadme por decir esto–, si algo le ocurriera a alguno de los dos mañana, pienso que el otro, la otra persona, guardaría luto por un tiempo, ya sabéis, pero luego el que sobreviviera saldría y volvería a amar, encontraría pronto a alguien. Y todo esto, todo este amor del que estamos hablando, sería tan solo un recuerdo. O tal vez ni siquiera un recuerdo. ¿Me equivoco? ¿Me he extraviado demasiado? Porque quiero que me lo digáis si creéis que me equivoco. Quiero saber, eso es todo. No sé nada, y soy el primero en admitirlo.

Extraido del relato "De qué hablamos cuando hablamos del amor", de Raymond Carver

13 de mayo de 2008

Blur: The Universal

Esta canción cierra "Años 90. Nacimos para ser estrellas". Es epílogo, es recuento, es la última catarsis de la obra.

Yo tenía 20 años cuando esta canción sonaba en las radios, y no sabía nada de la vida. O sí, a lo mejor lo que pasa es que sabía lo fundamental, que los sueños jamás se cumplen, o que si se cumplen siempre existe un final y uno despierta de nuevo a la vida que nos obliga a soñar de nuevo, y a lo mejor era por eso que no quería saber más. Pero luego me lancé a saber y saber y saber... Y lo único que me sirve de todo lo que he aprendido es aquella primera certeza, qué triste paradoja.

Me hace falta un día de la suerte, solo uno. Mi último día de la suerte fue otro, no sé cuál, cuando decidiste que querías devorar el futuro conmigo.

Pero incluso ese sueño cumplido, en algún momento, se interrumpió.

THE UNIVERSAL

This is the next century
Where the universal's free
You can find it anywhere
Yes, the future has been sold
Every night we're gone
And to karaoke songs
How we like to sing a long
Although the words are wrong

It really, really, really could happen
Yes, it really, really, really could happen
When the days they seem to fall through you, well just let them go


No one here is alone, satellites in every home
Yes the universal's here, here for everyone
Every paper that you read
Says tomorrow is your lucky day
Well, here's your lucky day

It really, really, really could happen
Yes, it really, really, really could happen
When the days they seem to fall through you, well just let them go


LO UNIVERSAL

Este es el nuevo siglo
Donde lo universal es gratis
Lo puedes encontrar en cualquier sitio
Sí, el futuro ha sido vendido
Cada noche que salimos
Y cantamos karaoke
Cómo nos gusta cantar una canción
Aunque nos equivoquemos

Podría ocurrir realmente, realmente, realmente
Sí, podría ocurrir realmente, realmente, realmente
Cuando parece que los días te atraviesan, bueno, solo deja que pasen


Aquí nadie está solo, hay satélites en cada hogar
Sí, aquí está lo universal, para todos
Cada periódico que lees
Te dice que mañana será tu día de la suerte
Bueno, aquí está tu día de la suerte

Podría ocurrir realmente, realmente, realmente
Sí, podría ocurrir realmente, realmente, realmente
Cuando parece que los días te atraviesan, bueno, solo deja que pasen


9 de mayo de 2008

"Años 90. Nacimos para ser estrellas": Poética de la catástrofe

Tal vez crees que te estoy hablando de una época
Pero te estoy hablando de ti
Yo también quiero que caigan los aviones sobre mí, yo también quiero que llegue el último día del mundo y me expliquen cómo nacen los niños para olvidarlo, yo también quiero tragarme en una semana toda la filmografía de Béla Tarr desde que ayer asistí a la obra que la compañía La Tristura está representando en El Canto de la Cabra de jueves a domingo a las 21:00h, entre el 1 y el 11 de este mes.

Poética de la catástrofe, sí, de la generación que soñamos en los 90 y fracasamos en el nuevo milenio. Banda sonora de Jeff Buckley, de Los Planetas, con ese Wonderwall que saturó las radiofrecuencias en la escalofriante versión de Ryan Adams. Las Torres Gemelas, la guerra, los fascistas que nos jodieron la vida con la educación que legaron. La capital, las ilusiones de victoria, de triunfo. Habría que sacar todas las obras de arte de los museos, las pinturas y las esculturas, y ponerlas bajo la lluvia, que las zarandee el viento y las arrastren las olas, que el mar las lleve a donde jamás han estado. Las hilanderas de Velázquez en la copa de un árbol selvático, la Venus de Milo plantada en medio de la estepa rusa. La tele, el neón, un micro para decir lo que se siente cuando la prórroga a los 90 reglamentarios ha concluido.


El primer golpe, al estómago. Política pura: dos chicas interpretando a dos chicos, esos que ayer se parapetaban desde el control de luces dejando que ellas (Itsaso Arana y Violeta Gil: soberbias, simplemente perfectas) hablaran por ellos. La Tristura sabe que el teatro es audiovisual, que una canción o un círculo de relleno de almohadas manchado de coca-cola tienen tanta o más fuerza que la palabra. Y qué decir de las estrellas de plata pegadas sobre una pared que más adelante encuentran su lugar poético en la proyección del delirante plano-secuencia inicial de "Armonías de Werckmeister". Pero no andan faltos de palabra Pablo Fidalgo y Celso Giménez, sino todo lo contrario. Exhiben con portento su rabia, su discurso desesperado, esas lágrimas que aúllan su existencia en miradas que traspasan épocas, años 70 y 80 y 90 que son los que albergaron nuestra infancia y adolescencia. No hay palabra que sobre, ni que falte. Hacía tiempo que no presenciaba sobre un escenario unos textos tan demoledores.

Me siento ante la televisión
Y espero una catástrofe
Pero cuando enciendo la tele y no pasa nada
Pienso que hay mucha gente como yo en todo el mundo
Esperando una catástrofe lejos
Una catástrofe para pasar el día
Esos quieren acabar conmigo
Quieren que la catástrofe me suceda a mí
Pasé mil noches a tu lado, sufrías. Pasé mil noches a tu lado y ya no sabía si te cuidaba porque estabas enfermo o si tú estabas enfermo porque yo te cuidaba. Y después de esas mil noches en vela, un día te curaste. Y los aviones caían en silencio, los veíamos en la pantalla del televisor juntos bajo las sábanas picando algo, bebiendo coca-cola y soñando con derrotar a los fascistas. Pero nada fue como soñábamos en Madrid.

La obra, terriblemente vital y elegiaca a un tiempo como corresponde a este mayo de efeméride para reflexionar, termina con algo tan cotidiano que nos ha pasado a todos o lo hemos visto mil veces, mil noches, en un metro, bajo la lluvia o en una pantalla de cine. No lo desvelo, pero a fuerza de verdad, siendo tan simple y por ello tan puro, es la nota que redondea la melodía que estos días sacude El Canto de la Cabra, la melodía de esta perdida generación triunfo.

Los que nacimos para ser estrellas.


24 de abril de 2008

Ganar una batalla, perder la guerra

WINNING A BATTLE, LOSING THE WAR

Even though I'll never need her,
even though she's only giving me pain,
I'll be on my knees to feed her,
spend a day to make her smile again.
Even though I'll never need her,
even though she's only giving me pain
as the world is soft around her,
leaving me with nothing to disdain.

Even though I'm not her minder,
even though she doesn't want me around,
I am on my feet to find her,
to make sure that she is safe and sound.
Even though I'm not her minder,
even though she doesn't want me around,
I am on my feet to find her,
to make sure that she is safe from harm.

The sun sets on the war,
the day breaks and everything is new...

GANAR UNA BATALLA, PERDER LA GUERRA

Aunque nunca le necesitaré,
aunque solo me está dando dolor,
me pondré de rodillas para alimentarle,
me tiraré un día entero hasta hacerle sonreír de nuevo.
Aunque nunca le necesitaré,
aunque solo me da dolor,
el mundo es suave a su lado,
nada queda de insignificante.

Aunque yo no soy quien le cuida,
aunque no me quiere a su lado,
voy a su encuentro,
para asegurarme de que está a salvo.
Aunque yo no soy quien le cuida,
aunque no me quiere a su lado,
voy a su encuentro,
para asegurarme de que nada ni nadie le hará daño.

Llega el ocaso de la guerra,
el día se quiebra y todo es nuevo...

20 de abril de 2008

De menos

Es simple, tanto como la diferencia entre tomar tu cuerpo entre mis brazos o ver tu imagen borrosa en una pantalla de ordenador. Me faltas, y mi mayor felicidad es poder olvidar -brevemente- tu ausencia. No hay más, en realidad nada hay que ocupe ese hueco en mi cama, al otro lado de la mesa, en mi vida. El resto, amor, son espectros. Sigue sonando simple, ¿no? Es que lo es, tanto como que un segundo sucede a otro, y a otro, y a otro.

Sonríes al otro lado del mundo, y tu sonrisa me llega en un par de fotogramas y enseguida se torna otra cosa. Pero tu voz. Tu voz sí me transporta a un sueño: hemos destrozado los imposibles que nos separan, la vida nos ha dado de nuevo lo que nos quitó. Saber que vendrás en unas cuantas semanas no agota mi ansia: la multiplica. Querría que fuese ahora, ya, cuando tu voz suene en mi oído y el olor de tu pelo me devuelva de golpe todos los pedazos de tiempo que he vivido contigo.

Soy un puzzle con solo dos tipos de piezas: las que encajan y las que no. Tus piezas, amor, las que inundaste de tu belleza, son de las que encajan. Todas, incluso esas últimas que añadimos con aparente desacierto. Solo tenemos que darles sentido, o tal vez ellas mismas lo están encontrando ya. No lo sé, me lo sigo preguntando pese a la impotencia, el dolor, pese a cuánto, cuánto, te echo de menos.

15 de abril de 2008

Perdone... ¿Dijo P.S.O.E.?

El ministro de Trabajo e Inmigración, Celestino Corbacho, abogó esta noche por que la política migratoria del Gobierno "persiga" a quien esté en España "de forma ilegal" y a quienes "se aprovechan de la situación".
Estas declaraciones del nuevo ministro de trabajo (me niego a poner mayúsculas a un cargo que está para servir y que emana de las urnas) podría haberlas hecho un Zaplana o Acebes cualquiera, y me dejarían como estaba. Pero que las haga un ministro del gobierno socialista me decepciona; o más bien no: me deja con la certeza de lo que ya era una sospecha. Zapatero se aplica con esmero capas y capas de maquillaje conservador para que ciertos sectores mediáticos no le pongan a parir con el desgaste que ello supone. Pero pasa que el maquillaje lo vemos todos, y pasa que algunos acabamos confundidos y no sabemos qué es maquillaje y qué se lleva realmente en la piel.

La inmigración es un tema manipulado, presentado habitualmente como un problema cuando en verdad ha sido y es una solución a los propios problemas de este país. Los datos están ahí, y la objetividad también. Generan crecimiento económico, consumen, mantienen una tasa de nacimientos óptima, cotizan, pagan las pensiones de los jubilados españoles, etc. Sobre todo: al igual que en las grandes potencias mundiales salvo China, se encargan de los trabajos que mayoritariamente desechamos los no inmigrantes.

La delincuencia ha existido siempre. Jamás ha sido un problema étnico sino social. Si hay sectores con mayor índice de miseria habrá que focalizarse en su desarrollo, no en su castigo y exclusión. Persigamos con la fuerza de la ley a todos los delincuentes, no a un grupo de población. Al 99% de los millones de inmigrantes latinos, africanos y asiáticos que viven en España, le ha costado un esfuerzo y un dolor enormes acumular el dinero para venir, abandonar el lugar donde nacieron y se criaron, su entorno humano, y adaptarse a una realidad completamente diferente donde se sienten desarraigados, solos. Muchos vienen con la promesa de un bienestar burgués inalcanzable en su país, y lo que se encuentran es que aquí tampoco pueden alcanzarlo si no es a costa de la explotación laboral evidente o velada. La diferencia es que allá, donde nacieron y se criaron, la explotación está universalizada y solo les da para comer lo mismo cada día, malvivir, soñar con ese bienestar burgués que aquí, en España, se nos supone a todos.

Señor Corbacho: nadie se aprovecha de nada, metáselo en la cabeza. Viaje usted a un suburbio de Guayaquil o Lima, adéntrese en el África subsahariana o más allá de los higiénicos límites turísticos de cualquier país del sureste de Asia. Conozca más para no hablar sin saber, haga honor a las siglas que representa.

11 de abril de 2008

Mi historia de amor más bella

Barbara, aquella entrevista en La Ciudad Invisible, amor...

10 de abril de 2008

Julio Cortázar: Rayuela

Oh Maga, en cada mujer parecida a vos se agolpaba como un silencio ensordecedor, una pausa filosa y cristalina que acababa por derrumbarse tristemente, como un paraguas mojado que se cierra. Justamente un paraguas, Maga, te acordarías quizá de aquel paraguas viejo que sacrificamos en un barranco del Parc Montsouris, un atardecer helado de marzo. Lo tiramos porque lo habías encontrado en la Place de la Concorde, ya un poco roto, y lo usaste muchísimo, sobre todo para meterlo en las costillas de la gente en el metro y en los autobuses, siempre torpe y distraída y pensando en pájaros pinto o en un dibujito que hacían dos moscas en el techo del coche, y aquella tarde cayó un chaparrón y vos quisiste abrir orgullosa tu paraguas cuando entrábamos en el parque, y en tu mano se armó una catástrofe de relámpagos y nubes negras, jirones de tela destrozada cayendo entre destellos de varillas desencajadas, y nos reíamos como locos mientras nos empapábamos, pensando que un paraguas encontrado en una plaza debía morir dignamente en un parque, no podía entrar en el ciclo innoble del tacho de basura o del cordón de la vereda; entonces yo lo arrollé lo mejor posible, lo llevamos hasta lo alto del parque, cerca del puentecito sobre el ferrocarril, y desde allá lo tiré con todas mis fuerzas al fondo de la barranca de césped mojado mientras vos proferías un grito donde vagamente creí reconocer una imprecación de walkiria. Y en el fondo del barranco se hundió como un barco que sucumbe al agua verde, al agua verde y procelosa, a la mer qui est plus félonesse en été qu'en hiver, a la ola pérfida, Maga, según enumeraciones que detallamos largo rato, enamorados de Joinville y del parque, abrazados y semejantes a árboles mojados o a actores de cine de alguna pésima película húngara. Y quedó entre el pasto, mínimo y negro, como un insecto pisoteado. Y no se movió, ninguno de sus resortes se estiraba como antes. Terminado. Se acabó. Oh Maga, y no estábamos contentos.

Paraguas de Rayuela

9 de abril de 2008

Calendario

El calendario se ha vuelto loco. De pronto, los números y los nombres de días y meses de esas hojas arrancadas con dolor ya no nos alejan, no... Han puesto rumbo a un abrazo. ¡Es cierto, créeme! El Año Nuevo es un lunes de julio, la primavera acontecerá en los meses más cálidos, y el invierno caerá de golpe en septiembre (un domingo, por si fuera poco, pero a mí me da que esa fecha no está en este calendario...). Te prometo que todos los días de esa nueva primavera están marcados en rojo de fiesta, de vida, de corazón golpeando los segundos. Y ésta, la primavera de este tiempo sin ti, se ha quebrado en un grito de júbilo, de borrachera, de negación de lo cuerdo. Porque lo cuerdo, amor, jamás formó parte de nuestro días. De nuestros calendarios.

4 de abril de 2008

Diálogo


A menudo, a cierta hora del atardecer, las cimas se desvanecían en el gris y la ciudad flotaba en el tiempo como un buque varado. Caminaba contigo hacia algún lugar -en Quito siempre se va a alguna cita, algún trámite- y de pronto, al final de una avenida, se erguía una de esas montañas que nunca aprendí a distinguir por su nombre. Sin embargo tú, a pesar de la media vida a este lado del Atlántico, me los repetías sin dudar para que yo los aprendiera. No me dio tiempo, el tiempo no nos dio tregua, no le dimos tiempo a la vida o, quién sabe, vida al tiempo.

Me has enviado estas fotos del Quito serpenteante entre cordilleras nevadas. La luz estallando contra el blanco en lo alto, tan cerca del cielo pero tan fundido con la tierra como nosotros lo estuvimos aquella madrugada en Papallacta. Es un Quito que no viví, que solo ahora conozco porque tú sí lo estás viviendo y lo deseas compartir conmigo. Es lindo, como dicen allá, como si de alguna forma fuera un Quito más esencial, más... violento en su belleza.

Yo, amor, te enviaría fotos de este Madrid que despierta un año más a la primavera, de esos arbolitos de las calles de mi barrio que ya empiezan a vestir sus ramas con pétalos blancos o violetas. Pero ya lo conoces, ya lo amaste. Basta con que lo imagines, y me imagines a mí caminando por él. Pensándote.

3 de abril de 2008

Memoria

Cómo el tiempo, amor mío, filtra los recuerdos. Cómo entonces me enamorabas a golpe de cariño, de protección, de enseñanzas domésticas e incluso íntimas, y yo apenas me daba cuenta. Te levantabas cuando tu estudio aún no era nuestra petite pièce parisienne y preparabas ese smoothie para los dos que yo había traído "importado" de Londres sin tener jamás el impulso de prepararlo en mi apartamento, aquella cueva donde desaprendía la vida. Pero te conocí y el mundo ya nunca fue el mismo (y tú tienes la culpa). Y lo recuerdo ahora, y es cuando me arrasa tu sensibilidad, que supieras ver mucho antes que yo que debíamos estar juntos, acompañarnos. Entonces yo era bobo, infinitamente más bobo que ahora, y soñaba con una fantasía podrida que me alejaba de la verdad del amor. Esa verdad la descubrí contigo, León, y ya no la he olvidado.

No sé por qué esta mañana he recordado aquellos despertares, mi cuerpo afirmando su presencia tras la madrugada infinita, mi mirada posada en ti, tus movimientos, tu belleza de hombre. Tal vez sea el eco de otro recuerdo, el de ayer cuando pisé un hospital por primera vez desde aquella tarde que fuimos juntos a Urgencias por aquellos mareos tuyos, ¿te acuerdas? Era distinto, claro, ayer iba a donar sangre, pero la memoria invadió mi deambular por los pasillos y solo pude pensar en aquella tarde, aquella espera, aquella cena en el VIPS de Guzmán el Bueno donde nos comimos la vida. La ciudad nos hacía felices, el frescor de la noche, el alivio de la vuelta a casa. Por qué, amor, por qué con la calma que de alguna forma he logrado estos días ha regresado la certeza absoluta de lo nuestro, el recuerdo de horas que valen por años, el latido de tu corazón al otro lado del océano y mi oído que no reposa en tu pecho para escuchar el bumbum, bumbum, bumbum...

¿Sabes, cielo? Quiero volver a escucharlo, volveré a escucharlo y nunca dejará de sonar.

2 de abril de 2008

Plain White T's: Hey There Delilah

Hay canciones que nos llegan en el momento justo para alojarse en el pecho, en el cerebro, en el centro mismo del alma. Esta canción, amor mío, la vas a entender muy bien. Es para ti.

HEY THERE DELILAH

Hey there Delilah
What's it like in New York City?
I'm a thousand miles away
But girl, tonight you look so pretty
Yes you do
Times Square can't shine as bright as you
I swear it's true

Hey there Delilah
Don't you worry about the distance
I'm right there if you get lonely
Give this song another listen
Close your eyes
Listen to my voice, it's my disguise
I'm by your side

Oh it's what you do to me
Oh it's what you do to me
Oh it's what you do to me
Oh it's what you do to me
What you do to me

Hey there Delilah
I know times are getting hard
But just believe me, girl
Someday I'll pay the bills with this guitar
We'll have it good
We'll have the life we knew we would
My word is good

Hey there Delilah
I've got so much left to say
If every simple song I wrote to you
Would take your breath away
I'd write it all
Even more in love with me you'd fall
We'd have it all

Oh it's what you do to me
Oh it's what you do to me
Oh it's what you do to me
Oh it's what you do to me

A thousand miles seems pretty far
But they've got planes and trains and cars
I'd walk to you if I had no other way
Our friends would all make fun of us
and we'll just laugh along because we know
That none of them have felt this way
Delilah I can promise you
That by the time we get through
The world will never ever be the same
And you're to blame

Hey there Delilah
You be good and don't you miss me
Two more years and you'll be done with school
And I'll be making history like I do
You'll know it's all because of you
We can do whatever we want to
Hey there Delilah here's to you
This one's for you

Oh it's what you do to me
Oh it's what you do to me
Oh it's what you do to me
Oh it's what you do to me
What you do to me.

CÓMO ESTÁS, DELILAH

Cómo estás, Delilah
¿Qué tal es Nueva York?
Estoy a dos mil kilometros
Pero chica, esta noche estás tan guapa
Sí, lo estás
Times Square no puede brillar tanto como tú
Te juro que es cierto

Cómo estás, Delilah
No te preocupes por la distancia
Estoy aquí si te sientes sola
Escucha otra vez esta canción
Cierra los ojos
Escucha mi voz, es mi disfraz
Estoy contigo

Oh, es lo que me haces
Oh, es lo que me haces
Oh, es lo que me haces
Oh, es lo que me haces
Lo que me haces

Cómo estás, Delilah
Sé que pasas por tiempos duros
Pero créeme, chica
Algún día pagaré todo con esta guitarra
Nos lo pasaremos bien
Tendremos la vida que creíamos
Te doy mi palabra

Cómo estás, Delilah
Me queda tanto por decir
Si cada canción que te escribiera
Te dejara sin aliento
Las escribiría todas
Si te enamoraras más de mí
Lo tendríamos todo

Oh, es lo que me haces
Oh, es lo que me haces
Oh, es lo que me haces
Oh, es lo que me haces

Dos mil kilómetros parece mucho
Pero tenemos aviones y trenes y coches
Caminaría hasta ti si tuviera que hacerlo
Nuestros amigos se reirían de nosotros
y nosotros también nos reiríamos porque sabemos
Que ninguno de ellos ha sentido esto
Delilah, te puedo prometer
Que cuando nos encontremos
El mundo ya nunca será el mismo
Y tú tendrás la culpa

Cómo estás, Delilah
Sé buena y no me eches de menos
Dos años más y habrás terminado tus estudios
Y yo estaré haciendo historia como ahora
Sabes que todo es por ti
Puedes hacer lo que quieras
Cómo estás, Delilah, para ti
Esta es para ti

Oh, es lo que me haces
Oh, es lo que me haces
Oh, es lo que me haces
Oh, es lo que me haces
Lo que me haces.

31 de marzo de 2008

The Decemberists: From My Own True Love (Lost at Sea)

No me he podido resistir a postear este otro vídeo de mi chico favorito de youtube. Sobrecogedora canción de un grupo, The Decemberists, a descubrir. Letras literarias y emocionales cantadas sobre melodías siempre tristes. Como esta.

FROM MY OWN TRUE LOVE (LOST AT SEA)

Four score years
Living down in this rain swept town
Sea salt tears
Swimming round as the rain comes down

Mr Postman, do you have a letter for me?
Mr Postman, do you have a letter for me?
A letter for me
From my own true love
Lost at sea
Lost at sea


Mr Postman, do you have a letter for me?
Mr Postman, do you have a letter for me?
A letter for me
From my own true love
Lost at sea
Lost at sea


DE MI AMOR VERDADERO (PERDIDO EN EL MAR)

Ochenta años
Malviviendo en esta ciudad barrida por la lluvia
Lágrimas de mar salado
nadando mientras cae la lluvia

Señor Cartero, ¿tiene usted una carta para mí?
Señor Cartero, ¿tiene usted una carta para mí?
Una carta para mí
De mi amor verdadero
Perdido en el mar
Perdido en el mar


Señor Cartero, ¿tiene usted una carta para mí?
Señor Cartero, ¿tiene usted una carta para mí?
Una carta para mí
De mi amor verdadero
Perdido en el mar
Perdido en el mar


Belle and Sebastian: Get me away from here I'm dying

No existe un vídeo oficial de esta canción. He encontrado un cover interpretado por este chico y he de admitir que, además de que canta y toca con extrema sensibilidad, él me parece simplemente delicioso. Recomiendo ver el resto de vídeos que tiene colgados en youtube. A veces, un fan interpretando una canción puede transmitir más que el propio creador. Este es el caso.

GET ME AWAY FROM HERE I'M DYING

Get me away from here Im dying
Play me a song to set me free
Nobody writes them like they used to
So it may as well be me
Here on my own now after hours
Here on my own now on a bus
Think of it this way
You could either be successful or be us
With our winning smiles, and us
With our catchy tunes and words
Now were photogenic
You know, we dont stand a chance

Oh, Ill settle down with some old story
About a boy whos just like me
Thought there was love in everything and everyone
Youre so naive!
They always reach a sorry ending
They always get it in the end
Still it was worth it as I turned the pages solemnly, and then
With a winning smile, the poor boy
With naivety succeeds
At the final moment, I cried
I always cry at endings

Oh, that wasnt what I meant to say at all
From where Im sitting, rain
Falling against the lonely tenement
Has set my mind to wander
Into the windows of my lovers
They never know unless I write
This is no declaration, I just thought Id let you know goodbye
Said the hero in the story
It is mightier than swords
I could kill you sure
But I could only make you cry with these words

SÁCAME DE AQUÍ, ME ESTOY MURIENDO

Sácame de aquí, me estoy muriendo
Tócame una canción para liberarme
Ya nadie las compone como antes
Aunque tal vez sea cosa mía
Aquí solo, hora tras hora
Aquí solo en un autobús
Piénsalo de esta forma
Podrías tener éxito o ser nosotros
Con nuestras sonrisas ganadoras, y nosotros
Con nuestras melodías y letras pegadizas
Ahora somos fotogénicos
Ya sabes, no tenemos otra opción

Me conformaré con alguna vieja historia
Sobre un chico como yo
Que pensara que hay amor en todas las cosas y la gente
¡Eres tan ingenuo!
Siempre acaban triste
Siempre es así al final
Pero merecía la pena cuando pasaba las páginas solemnemente, y entonces
Con una sonrisa ganadora, el pobre chico
Triunfa con ingenuidad
Al final lloré
Siempre lloro con los finales

Oh, no era eso lo que quería decir
Desde aquí donde estoy sentado, la lluvia
Cayendo contra el solitario bloque de viviendas
Ha disparado mi mente
a través de la ventanas de mis amantes
Nunca se enteran a menos que lo escriba
No es una declaración, simplemente creí que debías saberlo
Adiós, dijo el héroe de la historia
Es más fuerte que una espada
Seguro que podría matarte
Pero yo solo podría hacerte llorar con estas palabras