9 de mayo de 2008

"Años 90. Nacimos para ser estrellas": Poética de la catástrofe

Tal vez crees que te estoy hablando de una época
Pero te estoy hablando de ti
Yo también quiero que caigan los aviones sobre mí, yo también quiero que llegue el último día del mundo y me expliquen cómo nacen los niños para olvidarlo, yo también quiero tragarme en una semana toda la filmografía de Béla Tarr desde que ayer asistí a la obra que la compañía La Tristura está representando en El Canto de la Cabra de jueves a domingo a las 21:00h, entre el 1 y el 11 de este mes.

Poética de la catástrofe, sí, de la generación que soñamos en los 90 y fracasamos en el nuevo milenio. Banda sonora de Jeff Buckley, de Los Planetas, con ese Wonderwall que saturó las radiofrecuencias en la escalofriante versión de Ryan Adams. Las Torres Gemelas, la guerra, los fascistas que nos jodieron la vida con la educación que legaron. La capital, las ilusiones de victoria, de triunfo. Habría que sacar todas las obras de arte de los museos, las pinturas y las esculturas, y ponerlas bajo la lluvia, que las zarandee el viento y las arrastren las olas, que el mar las lleve a donde jamás han estado. Las hilanderas de Velázquez en la copa de un árbol selvático, la Venus de Milo plantada en medio de la estepa rusa. La tele, el neón, un micro para decir lo que se siente cuando la prórroga a los 90 reglamentarios ha concluido.


El primer golpe, al estómago. Política pura: dos chicas interpretando a dos chicos, esos que ayer se parapetaban desde el control de luces dejando que ellas (Itsaso Arana y Violeta Gil: soberbias, simplemente perfectas) hablaran por ellos. La Tristura sabe que el teatro es audiovisual, que una canción o un círculo de relleno de almohadas manchado de coca-cola tienen tanta o más fuerza que la palabra. Y qué decir de las estrellas de plata pegadas sobre una pared que más adelante encuentran su lugar poético en la proyección del delirante plano-secuencia inicial de "Armonías de Werckmeister". Pero no andan faltos de palabra Pablo Fidalgo y Celso Giménez, sino todo lo contrario. Exhiben con portento su rabia, su discurso desesperado, esas lágrimas que aúllan su existencia en miradas que traspasan épocas, años 70 y 80 y 90 que son los que albergaron nuestra infancia y adolescencia. No hay palabra que sobre, ni que falte. Hacía tiempo que no presenciaba sobre un escenario unos textos tan demoledores.

Me siento ante la televisión
Y espero una catástrofe
Pero cuando enciendo la tele y no pasa nada
Pienso que hay mucha gente como yo en todo el mundo
Esperando una catástrofe lejos
Una catástrofe para pasar el día
Esos quieren acabar conmigo
Quieren que la catástrofe me suceda a mí
Pasé mil noches a tu lado, sufrías. Pasé mil noches a tu lado y ya no sabía si te cuidaba porque estabas enfermo o si tú estabas enfermo porque yo te cuidaba. Y después de esas mil noches en vela, un día te curaste. Y los aviones caían en silencio, los veíamos en la pantalla del televisor juntos bajo las sábanas picando algo, bebiendo coca-cola y soñando con derrotar a los fascistas. Pero nada fue como soñábamos en Madrid.

La obra, terriblemente vital y elegiaca a un tiempo como corresponde a este mayo de efeméride para reflexionar, termina con algo tan cotidiano que nos ha pasado a todos o lo hemos visto mil veces, mil noches, en un metro, bajo la lluvia o en una pantalla de cine. No lo desvelo, pero a fuerza de verdad, siendo tan simple y por ello tan puro, es la nota que redondea la melodía que estos días sacude El Canto de la Cabra, la melodía de esta perdida generación triunfo.

Los que nacimos para ser estrellas.


3 comentarios:

Perraburu dijo...

Es la primera vez que al leer una entrada en un blog he ido visualizando lo leído, un escenario de vida, imágenes que vuelan a la velocidad del paso del siglo.

Gracias, Elorri.

Anónimo dijo...

Gracias, ve a verlos si van por tu tierra. En su web tienen las fechas y lugares donde representan.

Anónimo dijo...

UNOS FENOMENOS..........