Desde abril de 2005, con cambios de nombre, con etapas de intensa publicación y otras de silencio que nunca ha sido definitivo. Pensamientos, música, cine, literatura... Un blog, lo que solían ser los blogs personales. Ante todo, un espacio de expresión.
Sí: soy egoísta. Harto de que me acusen otros, incluso quien menos motivos tendría para hacerlo, me encargo yo. Es liberador proclamarme un esclavo de mis necesidades, de mi sensibilidad, de mi inteligencia para huir de situaciones que me anulan. No acepto el chantaje, la irresponsabilidad, la deformación hiriente de la realidad.
Soy egoísta, lo asumo y asumo las consecuencias de mi desconsideración hacia al dolor ajeno cuando mi propio dolor no fue considerado. Y no sólo soy egoísta, para nada. Tengo otros defectos irritantes, me complacería enunciarlos pero me persuadí hace tiempo de que la brevedad es una virtud necesaria en los posts.
Sí, hoy alcanzo la verdadera libertad. La reconciliación con mi ego olvidado.
El texto de mi crónica acerca de una compañera de clase:
La publicidad le cambió la vida. Un día, cuando A. abrió el buzón, se encontró con una carta de El Corte Inglés. Le ofrecían una tarjeta, pero fue el eslogan lo que llamó su atención: "El crédito da prestigio". A. no se pudo sacar la frase de la cabeza, ella siempre había sido muy hábil jugando con las palabras y pensó que tenía que hacer algo con ese don. En Burgos, ciudad que no duda en describir como asfixiante y conservadora, tenía amigos en el medio artístico de esos que llegaban en moto a su casa despertando la curiosidad de los vecinos. Fuera de plazo para matricularse en su ciudad, y tras meditarlo mucho, a sus treinta y seis años inicia una nueva etapa como alumna de Segundo Ciclo de Comunicación Audiovisual en la Universidad Carlos III de Madrid.
"Esto es un impulso. Tengo ganas de estar sola, conocer otra ciudad. Pedí la excedencia en Agosto, y me lo estuve pensando hasta el mismo día de la matrícula. Al final me decidí, a ver qué pasa".
Diplomada en Trabajo Social, A. siempre ha tenido una vocación de servicio a pesar de que durante la carrera también tuvo sus dudas. Ha trabajado siete años en un Psiquiátrico y tres en una residencia de adultos asistidos. Prefería el Psiquiátrico porque los pacientes podían moverse por sí mismos, y está convencida de que lo importante es tratarles como si estuvieran a un solo paso de la cordura.
Sus hermanos y sus padres le echarán de menos, aunque A. habla con todos ellos casi a diario. Tiene una nueva vida. Burgos ha quedado atrás, al menos de momento.
En el espacio donde la enfermedad es un rastro, la realidad retoma su forma, sus dimensiones de siempre. Siento nostalgia, sanar me devuelve a la vida intensa pero me arranca de la indolencia. Allí nada duele, sólo la enfermedad.
Hay canciones perfectas para sentarme en un asiento de ventana del tren de cercanías que me lleva a la universidad. El paisaje dispara poesía, y la canción envuelve las figuras (una torre metafórica, un atasco aliterativo, unas luces hiperbólicas al horizonte) de esa nostalgia.
24-25, justamente el tiempo antes del tiempo. Un continente extraño, una felicidad efímera. Inexplicable. Irrepetible.
El tiempo dentro del tiempo, la noche desplegada en la noche, la enfermedad que es vida devorando vida. Sucumbo, respiro, el sueño puede esperar.
Llevo sin toser dos horas, frente al portátil, emitiendo signos de supervivencia. Mi garganta agradece estas bebidas calientes como las que me prepararía mi madre, insomne por mí si hiciera falta pese al cariño escamoteado en estos años que llevo en Madrid (vine a ser yo, y en ello sigo). Pero me las preparo yo, las bebo solo, solo en un enjambre de luciérnagas.
No se está tan mal enfermo. Uno vive en la enfermedad, por la enfermedad. Más allá sólo existe una cierta esperanza, una pequeña melancolía, el abandono de ciertos juegos.
Time stands still
All I can feel is the time standing still
As you put down the keys
And say don't call me please,
While the radio plays:
"I Think I Need a New Heart."
"I Think I Need a New Heart."
You've lied too
But it's assumed that I
Can't tell the truth
'cause it all comes out wrong
Unless I put it in a song
So the radio plays:
"I Think I Need a New Heart."
Just for you.
"I Think I Need a New Heart."
'cause I always say I love you
When I mean turn out the light.
And I say let's run away
When I just mean stay the night.
But the words you want to hear
You will never hear from me.
I'll never say "Happy anniversary."
Never stay to say "Happy anniversary."
So I think I need a new heart.
I think I need a new heart.
I think I need a new heart.
I think I need a new heart.
Give me time.
CREO QUE NECESITO UN CORAZÓN NUEVO
El tiempo permanece quieto
Todo lo que puedo sentir es el tiempo permaneciendo quieto
Mientras me dejas las llaves
Y me dices no me llames por favor,
Y en la radio se oye:
"Creo que necesito un corazón nuevo."
"Creo que necesito un corazón nuevo."
Tú has mentido también
Pero está claro que yo
No puedo decir la verdad
Porque todo suena equivocado
A menos que lo ponga en una canción
Así que en la radio se oye:
"Creo que necesito un corazón nuevo."
Sólo para ti.
"Creo que necesito un corazón nuevo."
Porque siempre digo te quiero
Cuando quiero decir apaga la luz.
Y digo huyamos de aquí
Cuando quiero decir que te quedes a dormir.
Pero las palabras que quieres oír
Nunca las oirás de mí.
Nunca diré "Feliz cumpleaños."
Nunca te quedes para decir "Feliz cumpleaños."
Así que creo que necesito un corazón nuevo.
Creo que necesito un corazón nuevo.
Creo que necesito un corazón nuevo.
Creo que necesito un corazón nuevo.
Dame tiempo.
Anginas, fiebre, dolor muscular. El dia que arrancaron mis clases se desató la enfermedad, pasajera pero intensa, distorsionando más una realidad a la que aún tengo que acostumbrarme. Pero no cedo, no pierdo pie de este inicio que vivo intensamente, con máxima avidez, con su estúpida ‒¡pero tan necesaria!‒ dosis de ilusión.
Una clase, un descanso tumbado en la hierba, un menú compartido junto al ventanal. una escapada a la sala de ordenadores para chatear con algún amigo. Escenas de una secuencia de la que yo, cada día, soy el protagonista.
La apuesta es fuerte, vengo de una etapa de desorientación, de dolor, de amargo conocimiento de mí mismo, y además a mis treinta y cuatro tengo que dar gracias a mis padres por creer en mí de nuevo y hacer posible este intento. Ojalá les dure la paciencia hasta que pueda seguir viaje sin su apoyo y saldar mi deuda, es mi última oportunidad de enderezar mi zigzagueo errático, de lograr mi revolución.
Tengo un virus, se extiende por mi cuerpo. Soy un enfermo crónico de esto que llaman vida.
Edificios ferroviarios abandonados, torres de oficinas en hilera, autovías, los suburbios del sur en el horizonte, desguaces con montañas geométricas de chatarra, restos de antiguos bosques, muros de cemento, graffitis infinitos, puentes borrando el cielo, destellos entre bloques de viviendas, andenes, gasolineras, centros comerciales.
A B. le daba clase en la cocina. A ratos me asomaba a la terraza y allí estaban tendidas sus camisetas, su ropa interior como esos calcetines tobilleros con los que anda por casa para no ensuciarse las plantas de los pies. Ha aprobado todo, y las mates con sobresaliente. Me alegré mucho ayer al saberlo, chicos como él lo merecen.
Con L. he tenido una relación sin término medio. Días insoportables y días de calma y confianza. Ha sacado muy buena nota en la asignatura que yo le daba, y la otra seguro que la aprueba este año. Está madurando, es emocionante ver cómo deja de ser poco a poco una niña.
No me apasiona en absoluto la enseñanza, al menos no en este contexto. Pero cuando los resultados sonríen y un alumno con problemas pasa al curso siguiente, cuando su esfuerzo da frutos, me siento orgulloso de ser parte de su logro.
Lo mejor es la relación que nace. Conectar, ganar su confianza. Que me sonrían, sonreírles.
Sus afectos y desafectos son puros. En eso me identifico con ellos. Absolutamente.