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25 de marzo de 2015

Destruye todo lo que toques

Christian, Bruno y Alex. Había mas chicos en el Gris, pero fue con ellos con quienes hablé y compartí la compañía instantánea, la compresión limitada, un desvío de la vida que nos arrastra más allá de lo predecible, del inminente tedio de los días marcados por alarmas, horas de entrada, de comida, de todas las obligaciones sin las que no podemos pertenecer a una ciudad, a nuestros amigos, a lo esperable de nosotros como personas. Si algo prometen las noches entre semana es (des)esperanza. Repito sus nombres –Christian, Bruno (ex de Christian, aún le quiere, le ha seguido desde Vigo como si fuera lo más normal del mundo) y Alex– porque si no, los olvidaré como he olvidado con el tiempo qué hice, con quién hablé, qué andaba buscando realmente una noche así.


Desde que llegué a Madrid he atravesado épocas vitales necesarias, estúpidas, diversas en todo caso, y el Gris ha permanecido como ese hogar al que volver para sanar del dolor que el mundo me inflige o purgar el daño que yo inflijo al mundo. En el Gris me siento absuelto de mis pecados, allí entiendo mejor y llego a perdonar la condición humana que me ha tocado vivir. El Gris es una elección, incluso caprichosa, aunque no haya otras coordenadas de la geografía emocional marica de Madrid donde me sienta "hallado".

What you touch you don't feel, dicen Ladytron. Mejor no tocar, mejor observar como yo a esos jóvenes borrachos, enamorados, insensatos, desde mi propio dolor, mi comprensión y a la vez mi rechazo por lo que somos. Huimos transitoriamente de lo inevitable y hay momentos en que nos creemos tan guapos, tan jóvenes, tan a salvo del monstruo que constantemente nos acecha. Pero no: el monstruo lo llevamos dentro.



¿Qué me mueve? No he superado el fracaso. Es así de sencillo. No he superado haberme fallado a mí mismo y a la persona que estaba enamorada de mí. Lo vemos en series, en películas, lo vemos en la vida: el amor no suele durar. Y, sin embargo, seguimos creyendo en lo más hondo que la pareja es un concepto posible de supervivencia. Y ahora que he vuelto a descubrir que el amor más hermoso puede no adaptarse a esa convención, soy esclavo de esa otra idea impregnada de comerle a la vida lo que he perdido a fuerza de bocados que no por voraces dejan de ser poco nutritivos para el alma. Quizá mi otra tendencia en malas épocas como esta, la de disolverme en ficciones ajenas metido en la cama y rozar el mundo lo justo, no sea tan desacertada.

Sí, a veces siento que me muevo, a veces recupero antiguas sensaciones de fuerza, de independencia, de felicidad. No están ligadas necesariamente al alcohol o a la noche, puede pasarme en un día luminoso que decido tomar para mí. Pero no perduran, no son la realidad. Todavía.

Estoy solo, ese es mi material de trabajo.

18 de febrero de 2015

Prueba y error

Hoy he terminado Canciones de Amor a Quemarropa. Me ha tocado, me ha dejado tambaleando con unas cuantas preguntas y otras tantas respuestas que de tan simples parecen mentira. Pero no, no soy tan distinto de Henry, de Lee o de Kip. Mis necesidades son las mismas: ser amado, encontrar mi lugar, hacer lo correcto... Justamente por ese reconocimiento continuo e intenso con los personajes, me he sentido acompañado en estos días. Sabía que podía abrir la novela donde la había dejado y conectar de nuevo con ese mundo fuera de mi mundo, lejos de Madrid, con otros referentes. Y ahora echo de menos a Henry, a Lee, a Kip, a Ronny, a Beth, a Felicia, incluso a Lucy...Algunos, la mayoría, encuentran la felicidad. Otros no, otros están marcados y no serán capaces de alcanzarla. En todo caso, nada será blanco o negro todo el tiempo. Dicho de otra forma: todos han renunciado a algo, todos han apostado por una clase de felicidad. Y a ella tendrán que aferrarse con toda su fe.

El domingo pasado escribí el primer poema de lo que, espero, será mi nuevo poemario. Tiene un título provisional, tiene un tema central, pero escribir es un acto con vida y no siempre podemos enderezar lo que la mente dicta. Ni siquiera debemos. Eso es lo que más amo de la literatura cuando estoy de este otro lado: dejarla libre, dejar que revele lo que en el fondo quiero revelar más allá de límites previos. Por ahora me toca confiarlo todo a esa impredictibilidad, permitir que el plan se desbarate, seguir los caminos que la razón pone en duda. Mientras me deje llevar, alcanzaré lo que todavía no puedo ver.


Amo GIRLS. Cuando Lena Dunham acierta, te deja paralizado de dolor, de alegría, de chispeante lucidez. El capítulo de este domingo, "Sit-In", ha sido de esos que sobresalen en una serie ya de por sí sobresaliente. Hannah, Marnie y el resto de chicas se enfrentan siempre sin barreras a abismos emocionales que, quienes hemos vivido lo suficiente, hemos sorteado con más o menos fortuna. Los protagonistas jamás tienen certezas absolutas, todo son indicios, señales que pueden malinterpretar, pero eso es todo lo que el mundo posmoderno que habitamos nos permite. Somos incapaces de la coherencia precisa, de la fidelidad tal y como se concebía en anteriores generaciones, la ética ha cambiado y con ella nuestra capacidad de equivocarnos casi a cada paso. Lena Dunham sabe dibujar con un par de trazos situaciones inundadas de interrogantes, de decepciones, de sorpresas maravillosas que nos dan una esperanza efímera. Pero al final estamos tan solos, tan abandonados como los homeless, solo que sin su capacidad para ir por la vida tan desprovistos de todo cuando las circunstancias se conjuran en nuestra contra. En GIRLS no hay lugar para la redención, desde luego no la redención de los protagonistas de Canciones de Amor a Quemarropa.


Son días de prueba y error. Días de no juzgarme más de la cuenta y abrirme a lo que la vida me depara con la capacidad de asombro necesaria. Hay que seguir, avanzar contra nuestros instintos. Todo es ambivalente, todo está ahí esperando a ser descifrado, como una de esas pistas que pueden llevarte o no a resolver un misterio. Merece la pena, pese a todo, porque si el misterio de la vida no lo merece, ¿qué nos queda? Vivir exige destrozar los muros que nos apartan de la improbable felicidad.

Por experiencia, afirmo que los refugios están bien como lugares donde tocar fondo y rebotar con fuerza, con dignidad, con confianza en que los demás no son una masa sino un conjunto de individuos capaces de revelarnos lo más valioso de nosotros, nuestra mejor versión, la más cercana a la que soñamos que seríamos en un futuro que -ahora lo sabemos- se cierne sobre nosotros como un huracán. Pero el destino de todo refugio de la vida allá afuera es la ruina, la reducción a escombros de nuestro miedo y nuestra nostalgia. Permitamos que colapsen y no miremos atrás nunca más.

Dejémonos arrastrar, Qué más da, la ventajas del mundo posmoderno es que podemos cambiarle el decorado y creer que con eso basta, Y nos lo creemos, y con eso suele bastar.

13 de febrero de 2015

Una vez más

- Cuantas más veces haces una cosa, mejor te sale. Y si ya le pones pasión, pues eso…



El chico abandona el vagón de metro interpretando con su guitarra "Have You Ever Seen the Rain?", de Creedence Clearwater Revival. Sigue cantándola mientras sube las escaleras que comunican el andén con el vestíbulo, sin dejar de tocar le dice al vigilante apostado a mitad de camino que ya sale, que no se preocupe. Apenas nadie le mira, solo una mujer que camina a su lado y yo que les sigo. Tras pasar la barrera de acceso, se da cuenta de que su guitarra se ha desafinado y la ajusta tocando las primeras notas de "Everybody's Talkin'", de Harry Nilsson. Es entonces cuando la mujer, que lo ha observado y escuchado en todo momento, le dice que toca muy bien con una sonrisa que se me contagia. Él responde con modestia mientras sus manos continúan moviéndose sobre las cuerdas. Subimos hacia la salida en un pequeño cúmulo improvisado y lo miro alejarse tras despedirse de ella. Se lleva con él la música.

Ando leyendo una novela que me está absorbiendo más y más: "Canciones de Amor a Quemarropa", de Nickolas Butler. Sus personajes rondan la treintena, se conocen desde la adolescencia y sus destinos han sido muy distintos: una estrella del rock, un ganadero, un inversor... El gran tema de la novela es la pertenencia a un lugar, entendiendo por lugar allí donde te reconoces, donde te encuentras, ya sea la creación, el hogar, cabalgando un potro salvaje... Por supuesto que se habla del amor, de la nostalgia, de los deseos cumplidos y no cumplidos, pero la novela pivota sobre la búsqueda o la pérdida de esa 'patria' que podríamos llamar, razonablemente, la 'felicidad'. Me encanta cómo está narrada: las voces de todos los protagonistas reconstruyen su historia saltando en el tiempo, en el espacio, con reposo. Dejando que las palabras fluyan y dibujen miradas, escenas, paisajes nevados de la América rural o ambientes cosmopolitas donde diluirse. Quizá, la auténtica protagonista sea la pasión narradora de Butler.



La patria del muchacho del metro es la música. Habita en ella, no la abandona nunca. Toca y toca y toca, cada vez le sale mejor. Y como la ama con pasión, es capaz de tocar canciones que tocan a los demás, como a esa niña pequeña que se le quedó mirando y que a él le hizo decir (sin que ni ella ni su madre pudieran oírlo ya) cuánto le gustaría tener una niña así. Y es que hay que hacer muchas veces una cosa para que te salga bien, cualquier amor ha de ser nutrido de la misma forma que yo escribo porque solo escribiendo lograré hacerlo mejor y, tal vez, si hablo del chico de la guitarra, de la mujer amable, de la niña pequeña asombrada, de Butler, de Harry Nilsson, de Creedence Clearwater Revival, de patrias sin bandera, podré hacer sonar una nota interna en el lector casual de este texto y hacerle mirar el mundo con más intensidad, más dulzura, más reconocimiento. Escribo porque la literatura es ese lugar donde encuentro mi identidad más resistente a los vaivenes de la vida y su dolor y su alegría y su brutal sinsentido.

Amor a quemarropa, amor del que no te puedes librar.

3 de febrero de 2015

Adiós, Hámster Doo-Wop

Gracias a Juan he conocido la música que un chico bastante importante en su vida creó ya hace unos cuantos años. D (llamémosle "D") es muy joven aún, no llega a los treinta, pero sus canciones pertenecen a una etapa ya pasada en la que dejó explotar su talento. Y sin embargo, fue un talento desperdiciado, desperdiciado en el sentido de que no trascendió, no dio lugar a la ola de emoción que un gran creador tiene la responsabilidad de generar dejando que su obra llegue, alcance, golpee al mayor público posible. Pocas personas han escuchado joyas como esta, dedicada a la muerte del mejor amigo de un niño de nueve años: el hámster Doo-Wop.

 

D es una de esas personas que ha vivido demasiado pese a su juventud. Devorar la vida a dentelladas, recorrer miles de camas, pubs, lugares donde consumirse en la pasión y abandonarse al nihilismo (pueden tocarse, sí), conlleva una enorme dificultad para enfocar la energía en un objetivo concreto y llegar al horizonte donde D pertenece. Algunas canciones como esta se quedaron, pese a todo el esfuerzo y genialidad que supuso darles forma, en discos duros que se acabaron rompiendo, CDs grabables que se perdieron, aunque gracias al amor (no hay que llamarlo de otra forma) de Juan han podido salvarse un buen puñado del que podría haber salido uno de los mejores discos del pop español de este siglo. Pero no, D es un desconocido y sigue buscando su lugar en el mundo.

Yo, por el contrario, soy un artesano. Para colmo, la pereza me ha ganado en demasiadas ocasiones. No he sido constante, también me he abandonado a la vida o, en el peor de los casos, al remolino de mi mente sin que de ello surgiera apenas nada. Si careces del auténtico talento, ese talento que es una maldición, lo único que te queda es el trabajo. Por eso he retomado este blog, por eso voy a acometer en breve la reescritura de una obra de teatro que deseo llevar yo mismo a escena este año, por eso quiero escribir mi segundo poemario y hasta sé cuál será su hilo conductor. Quiero trascender. Pero hay una verdad ineludible: para ello necesitaré extraer lo mejor de mi talento gota a gota. D sólo tenía que encauzar su desbordamiento en formas inéditas de belleza.

D, si algún día lees esto, tómalo como algo cierto.

28 de diciembre de 2014

Still ill

Siempre he renegado de mi adolescencia. Ha sido obvio catalogarla como una etapa de negación, de imposibilidad, de cárcel que me aislaba del MUNDO. Así, con mayúsculas. O más aún: de la VIDA. Yo era un chico que se encerraba en su habitación y escuchaba música a todo volumen como otros pueden rezar o ver la tele todo el día. Primero fueron los Héroes del Silencio, luego los U2 de Achtung Baby, el britpop, el grunge o, a destiempo, pero taladrándome el alma para siempre: The Smiths.


No vivía lo que yo creía que era la vida, solo la imaginaba a través de las letras de canciones que cantaba a grito pelado en la oscuridad de mi habitación. Un día yo sería el protagonista de esas historias: viviría en otro lugar, me enamoraría, pasearía por la noche bajo la lluvia con restos de basura arrastrados por el viento. 

En pocos días cumplo cuarenta años. He vivido, ciertamente. Puedo contar muchas historias, de hecho las he contado en poemas, canciones o relatos. La vida me ha dado oportunidades y he hecho lo que he podido con ellas. He acumulado y sigo acumulando anécdotas que harían abrir la boca de admiración a bastantes personas.Y sin embargo, siento haber perdido todo por el camino.
I spoke about wings, you just flew.
I wondered I guessed and I tried, you just knew.
I sighed... you swooned.
I saw the crescent, you saw the whole of the moon.


Sí, pienso en el adolescente que era, completamente inundado por la ilusión de un mundo donde encontraría las emociones que por entonces solo vivía a través de la música y más tarde la literatura. Pues bien, Antonio de quince años que en este momento, en un lugar privilegiado de mi recuerdo, escuchas "This Charming Man" o "So Young", déjame decirte algo: no crezcas nunca. Nada de lo que vivas podrá igualar el estallido de un verso de aquellos que gritabas, te ensuciarás del mundo, tu tristeza será devastadora cuando te toque sufrir. Nada hay más eterno que tus sueños, lo real es irremediablemente fugaz. Te encontrarás en situaciones sórdidas que te harán avergonzarte. Harás daño, te harán daño. Amarás y odiarás, y nada de todo eso será tan importante cuando pase el tiempo suficiente. Viajarás a lugares que nunca imaginaste, pero siempre querrás regresar a un hogar que nunca acaba de serlo. El mundo allí afuera de tu habitación está lleno de espejismos. y lo peor es que muchos de ellos lograrán engañarte. Perderás la ilusión, Antonio, y cuando la recuperes no tendrá la misma fuerza que ahora que, en otro recuerdo, devoras "Las Olas" de Virginia Woolf o "El Retrato de Dorian Gray" de Oscar Wilde. Quieres ser Dorian Gray, lo sé, pero recuerda que el espejo se rompe en mil pedazos y Dorian muere porque Dorian no puede ser real.
Under the iron bridge we kissed.
And although I ended up with sore lips,  
it just wasn't like the old days anymore. 
No, it wasn't like those days. 
Am I still ill ? Oh...


Pero debías crecer, claro. Debías quemar los años y llegar hasta aquí, hasta esta noche en la misma habitación donde escuchabas toda aquella música o leías los libros que te preparaban para ese día en que la vida te enseñaría a entender todo eso que tan solo intuías, deseabas. Querría abrazarte con todas mis fuerzas, querría decirte que no debes sentirte infeliz porque este Antonio que te habla te echa de menos. Echa de menos toda tu ingenuidad, tu pureza, tu miedo incluso.

Porque tu miedo era real.

16 de diciembre de 2014

Crónica de una breve ausencia

Me devuelves las llaves, me tengo que ir.
Una copa mejor para otra ocasión.
Lo siento por la cena, de verdad me gustó.
Es que es tarde y en fin, qué se yo.
 
Que si tengo un par de minutos, quizás.
Aunque no sé qué más me podrías contar.
Mejor vete a la cama, que me siento culpable.
Y no hay nada que me siente peor. 

Una crónica de los días transcurridos desde mi anterior entrada, una crónica sincera, exigiría un nivel de exposición de mi intimidad al que no estoy dispuesto a llegar en esta nueva etapa. Toda intimidad propia se acaba filtrando en la intimidad de los otros, y eso marca el límite. Dicho esto, nada me impide afirmar que he avanzado en el proceso de, no sé cómo llamarlo: ¿encontrar el sentido que quiero dar a mi vida? Algo así, supongo.

He ido al concierto de Owen Pallett, a la fiesta-show del cumpleaños de Alberto, he tenido mi dosis de soledad musical, seriéfila, cinéfila... Un poco de todo. Ayer además tuve día de vacaciones, un lunes casero que da buena cuenta de esa dosis audiovisual con pizza, cerveza y manta. En fin, días que se suman a un periodo que tampoco sé cómo definir del todo, ni cuánto durará, ni a qué dará lugar. Solo sé lo que quiero: salir más fuerte, seguro, sereno.

Hay temas que me rondan por la cabeza, pero sobre todo uno: el papel del sexo en el ecosistema gay que habito. Que sea un tema ahora es fruto de cumplir en breve los cuarenta y de volver a estar solo, no se me escapa. Incluso, ambos motivos tienen una cierta conexión aunque hoy no vaya a extenderme en eso. Respecto al sexo entre gays en Madrid (la realidad de la que mejor puedo hablar), mi certeza es que es su protagonismo en tantas vidas aniquila muchas opciones individuales y colectivas. La naturaleza efímera de esos encuentros sexuales se ajusta de maravilla a las expectativas de quienes se aparean, es innegable, pero al mismo tiempo los esclaviza y limita esas expectativas a un microuniverso de éxtasis y vacío. Lo digo yo, que aunque nunca he sido especialmente promiscuo, sí he tenido mis rachas. Por un lado, lo entiendo: es la vía de salida de un largo tiempo de opresión. Lo absurdo es el extremo al que hemos llegado como comunidad (si se puede decir tanto, que tampoco lo creo), ya sea entre individuos sin o con pareja, pilar social cada vez más volátil pese a que incluso los más enganchados a las apps de contactos se aferren a él. Por otro lado, cómo afrontar los problemas del sexo en mi propia relación fue un reto en el que fallé muy recientemente. Es por eso que el tema se impone en mis reflexiones sobre otros que quizá tengo más claros en este empeño de (re)definir mis auténticas necesidades, mis deseos, las prioridades que van a marcar mi futuro más próximo. Es una aventura muy recomendable, aunque no una para los débiles de espíritu.

Acabo con una canción a la que he llegado tarde, aunque nunca sea tarde para un puñado de cosas en esta vida: aquellas que permanecen sin importar el cómo o el cuándo. Yo querría creer que algunas personas poseen esa rara cualidad. De pequeño, eran los árboles de hoja perenne los que me interesaban. Los de hoja caduca me parecían previsibles en sus sucesivas etapas, poco había que admirar en ellos. Los de hoja perenne, por el contrario, aprendían a sobrevivir con el paso de las estaciones, era justamente su permanencia lo que les daba la posibilidad de cambiar y, al mismo tiempo, ser fieles a su esencia.


Porque lo fácil es mudar de piel. 

11 de diciembre de 2014

Mr. Blue

Hay algo que debería haber contado cuando retomé este blog hace más de una semana ya: si estoy aquí, ha sido por @eurocero. No es simplista afirmar que, sin nuestras recientes charlas virtuales y que dieron (inexplicablemente) lugar al intercambio de direcciones de nuestros blogs abandonados, yo no estaría escribiendo de nuevo en el mío. El suyo está enlazado en la columna de la izquierda, tal vez un día esos seis años sin vida den lugar a algo nuevo, tal vez no, pero en todo caso a mí me afectó profundamente revivir a través de su mirada aquel tiempo, una mirada con la que nunca me crucé por aquel entonces y que ahora, en retrospectiva, me hacía percibir distintos matices de aquella realidad: otros espacios, otras experiencias que puedo entender a la perfección, pero que no fueron las mías y que me provocaban la misma o más curiosidad que si estuvieran aconteciendo hoy.

Esa fue la clave: la vividez. Y todo por un formato, el blog personal, que ha quedado en desuso y que, sin embargo, tenía la perfección de la falta de límites, de la escasa relevancia de otra cosa que no fuera la expresión necesaria. Su blog era discreto, como lo es él. Había que ser paciente, leerlo con la calma que ahora hemos perdido, para ir destilando la imagen de quien lo escribía y que definía una persona sensible, que dejaba fuera más de lo que permitía entrar, con un gusto musical exquisito. No había florituras, solo una prosa correcta y fiel a la realidad que describía. La realidad de lo cotidiano, nada de sueños, solo lo que (le) sucedía. Pero jamás banal, jamás superficial, ni siquiera frívolo (o si lo era, siempre con inteligencia). Fue así que, leyéndole, me di cuenta de que este era el momento de superar las últimas generaciones de redes sociales y volver a las esencias. Si se me permite: Fuck it all. Y aquí estoy.

He sumado una gran persona a mi vida. En el reino de lo real, Juan ha confirmado la imagen que me había formado y eso es lo mejor que puedo decir de él. Tenía referencias que lo dibujaban como alguien distante, callado, estúpido incluso. No me amedranté, la de veces que lo parezco yo... Y no puedo alegrarme más de que, ya que no nos encontramos en el loco Madrid de finales de los cerentas (sobre todo porque para mí no fue un Madrid tan loco), en aquella "época dorada" del blog justamente, nos hayamos encontrado ahora. Como reza mi lema vital: siempre llego tarde a todo. Lo de "pero llego" o "pero tarde" ya depende de la ocasión y el estado de ánimo.

Y acabo con Bunbury porque nos hemos prometido cantarlo (imitándolo, no hay otra forma) un día de estos. Y Morrissey, por supuesto que también Morrissey. Pero es que con Bunbury me pasa como con este blog: viaja conmigo, lo he tratado de ocultar porque es un placer culpable, pero ahí continúa para permitirme reencontrarme conmigo mismo cuando me reencuentro con él. Como los mejores placeres.

Desde hoy no temas nada, no hace falta ya, todo se fue con el huracán. Nada queda de las vueltas que el tiempo nos dio, todo se fue con el huracán.

7 de diciembre de 2014

Don't I know you, my love?

Hoy es uno de esos días en que tendría mucho que contar. No porque haya hecho nada especial, sino más bien por lo contrario. Todo el día me he refugiado en la cama mirando cosas en internet como un par de entrevistas de La Tuerka de Pablo Iglesias, escuchando Owen Pallett por el concierto al que voy el próximo viernes, viendo cine, etc. Me gusta pasar mi tiempo de ocio así, sin embargo la perspectiva de un largo puente más bien solitario (no vuelvo a trabajar hasta el miércoles) me genera cierto –digamos– desasosiego, y eso es lo que necesito poner en palabras.

Sigo teniendo una cierta aprensión a abrirme definitivamente al mundo, a exponerme a lo que venga, aunque haga ya más de dos meses que estoy solo, que vivo solo, que nada me impide ser libre bajo ningún prisma por el que se mire. Es así, y escribirlo aquí creo que ya tiene valor en sí mismo. Claro está que es lógico que haya un periodo de duelo en el que uno no deba exponerse a situaciones emocionalmente complejas porque lo más probable es que se dañe a sí mismo y a los demás. Tampoco me apetece ni lo deseo. Además, me ha ocurrido algo que, sin ser nuevo, nunca había asumido con tanta certeza: un rechazo total al sexo fácil, rápido, anónimo, a todo sexo que no vaya respaldado por una historia. Parece reaccionario, me importa realmente poco que lo parezca o que lo sea, pero mi experiencia en octubre me llevó rápidamente a esta conclusión. Tampoco es que este tema me preocupe, creo que lo más importante para mí ahora es poder dejarme llevar de forma natural hacia donde tenga que llegar: ante todo, estar en paz conmigo mismo. Pero me está costando, y me preocupa porque sé que la parálisis no cumple ningún propósito, me aboca a un exceso de reflexión inútil y, sobre todo, me desplaza de "el aquí y el ahora" que todos debemos habitar porque es todo lo que hay.

Debo admitir que si esto en vez de "público y personal" fuera "privado y personal", diría mucho más. Hay un párrafo completo que he dejado afuera hoy, a la mañana siguiente, lo cual también me hace gracia porque solía hacerlo mucho en mi anterior etapa activa de este blog: corregir, matizar, censurarme en definitiva. Y es que toda libertad tiene sus límites. En fin, después de esta terapia tentativa, termino con una canción que estuve escuchando todo el fin de semana pasado y que además no podría venir más ad hoc en esta entrada.

3 de diciembre de 2014

Y si el miedo

Nada más lejos de mis gustos actuales ni pretéritos (pese a un punteo de guitarra robado de mis largo tiempo idolatrados Héroes del Silencio), pero hay veces que una canción de un grupo mediocre llega en un momento determinado y tiene sentido. En este caso la responsable es Ruth, mi directora. Hay una anécdota muy adolescente que explica por qué Ruth se aprendió esta y todas las letras de El Canto del Loco. Estos últimos días, tras contarme aquello, la escuchamos bastante. Sin culpa, coreándola.

Y por qué no decirlo: que el miedo no nos gane el pulso. Ningún miedo, ni siquiera el que se camufla. En especial el que se camufla, normalmente, de (falsa) seguridad.

31 de enero de 2013

Yo quiero más dramas en mi vida

¿Que más da
si todo es mentira?
¿Que más da
deja que me ría?
¿Que más da
si al final el día…?
¿Que más da?
Va a acabar igual.
Fangoria, conscientes de la aplastante mayoría gay entre su público, han lanzado el single más perfectamente diseñado para ser coreado en la pista de baile como declaración marica universal.

La letra sintetiza en su simplismo los dramas efímeros, superficiales, sucedidos sin descanso a lo largo de la agotadora vida emocional de sus fans a los que Alaska les recuerda que "el futuro sigue en blanco, que nada está escrito, que todo es posible". Para mí, el problema reside en que justamente himnos como este perpetúan ese patrón de conductas que convierten la vivencia de la homosexualidad para muchos en un via crucis dramático en el fondo aunque se decore de color, actitud frívola y canciones así de supuestamente asertivas que camuflan de mala manera el vacío.

Weekend (Andrew Haigh, 2011)

Tengo 38 años, llegué a Madrid hace más de 11 dispuesto a ser gay de una vez por todas tras haber asumido bastante tarde mi condición. En los 80 y primeros 90, el activismo de un puñado creciente de 'locas' y los ejemplos puede que torpes, pero necesarios de personas como un carnicero de mi barrio, orgulloso de ser maricón y que jamás lo ocultó, hizo posible que muchos chicos pudiéramos empezar a vivir nuestro amor, nuestro sexo, sin más miedos. Los dramas de aquellas personas no tenían nada de comedias entretenidas, y bajo aquella imagen de frivolidad y pluma a mansalva latía una verdad trágica, amores frustrados, juventudes perdidas. Mi generación fue de las primeras en poder experimentar mal que bien nuestra largamente ansiada normalidad.

Sin embargo, por algún motivo que me cuesta entender, hay un sector gay que se ha empeñado en prolongar lo que ahora son clichés rancios: 'alegría' forzada, levedad de las relaciones, reflexión nula sobre la propia identidad. Son los maricas-hipérbole, producto de desecho de largos años de reivindicaciones que desconocen todo el esfuerzo y sufrimiento de los maricas históricos a los que debemos nuestra libertad, nuestra felicidad por transitoria que sea, poder tener una familia si nos da la real gana. Son ellos a los que Fangoria se dirige, de quienes aspira a ser sus mitos, aquellos que cantarán una y otra vez "Dramas y Comedias" interiorizando ese pensamiento de usar y tirar que niega cualquier atisbo de autenticidad. Y es cierto que en el mundo 'hetero' existe el equivalente de este rebaño no pensante, y si no hablo de él no es por ninguna homofobia no asumida, sino por todo lo contrario: esos borregos no me duelen, no los siento como míos.

Yo quiero más dramas en mi vida, me entretienen y me alimentan. Soy marica, pero no soy estúpido. Ojalá Fangoria escriban una canción para mí.

23 de abril de 2011

Deslizamiento

Inevitablemente, me dejo llevar a través de los días como si ninguna fuerza tirase de mí. Me pregunto si, efectivamente, existe alguna fuerza externa que me afecte y me provoque una aceleración en el pecho, un pálpito nuevo, unas ganas irrefrenables de gritar mi amor o mi odio. Y no, esas fuerzas llevan tiempo equilibradas, el camino firme que emprendí hace cerca de dos años está próximo a su fin y yo me deslizo todavía como si no intuyera el abismo. Es lo fácil. ¿Por qué entonces la insatisfacción, ser capaz de admitirla y nombrarla? ¿Por qué ahora?

Tal vez la insatisfacción sea mi motor, mi fuerza interna. Tal vez no deba esperar ya nada de fuera, nada. Tal vez nunca haya dependido más de mí mismo y esto que llamo deslizamiento sea la inconsciencia del conductor que vuela por la autopista al control de su vehículo olvidando casi que es él quien sujeta el volante, quien cambia las marchas, quien mira al horizonte como si no intuyera el abismo.

Ni el abismo ni los cadáveres que han quedado en el arcén.

6 de julio de 2010

Incompleto

Podría añadir más oraciones a este adjetivo, la mayoría subordinadas. Podría sacar pecho de mis logros recientes, podría gritar a los cuatro vientos que este verano estoy dando el primer paso de mi nueva carrera profesional. Podría mostrarme optimista con mi futuro, con mi vida entera.

Sería fácil, demasiado.

12 de junio de 2010

Una historia de amor

Recuérdame qué era quererse así, quererse tanto.

Recuérdame qué es eso de desear volver a casa para abandonarse a la libertad de lo íntimo. Recuérdame qué se siente en un regazo.

Recuérdame aquel tiempo, lo estoy olvidando.


Autor: The Idylists
Título: Great Love Story
Álbum: Les Singles

27 de mayo de 2010

Todos los días son noches...

... dice Rufus Wainwright. Yo a veces lo siento así también, ahora por ejemplo.


Autor: Rufus Wainwright
Título: Sad with what I have
Álbum: All Days Are Nights: Songs For Lulu

20 de mayo de 2010

Puntos suspendidos

Otra mudanza, otro cambio de escenario obligado. La última vez que cambié de casa por voluntad propia fue precisamente cuando dejé este mismo apartamento en 2006 para vivir en pareja. Desde entonces, todas mis mudanzas han sido forzadas en mayor o menor medida. Y esta no es una excepción: no puedo permitirme vivir solo, ha estado bien el intento pero no es viable en este momento.

Estoy a punto de acabar 3º de esta nueva carrera universitaria que espero me lleve a una intensa carrera profesional, mi esfuerzo está ahí y tiene que dar frutos. Desde la primavera pasada no he conocido absolutamente a ningún chico que me haya despertado auténtico interés, o duradero más allá de una primera impresión. Tengo en mi agenda de móvil a mucha más gente que hace un año, aunque mis amigos y amigas son los mismos. El balance es muy satisfactorio, sobre todo si pienso en mi total desubicación a comienzos de 2009. Me he acostumbrado a la soledad moderada, estoy más creativo que nunca, tengo expectativas ilusionantes a la vista. Son apuntes que no dan una idea demasiado nítida, lo sé, pero es que mi vida es así ahora: un mosaico irregular, algunos que otros altos y bajos en un continuo bastante estable, una mezcla de anhelo y realización.

No, no me apetece este cambio ahora. Pero lo asumo, me vale la pena.

Autor: Eimog
Título: May tries to be June
Álbum: Scenario

16 de mayo de 2010

Perderemos el control

Huiré contigo sin pensármelo
La mejor opción

Habrá vértigo y euforia hasta el final
Y ningún buen plan
Dejarse llevar

Longitud y latitud
En una persecución
Solo los dos

9 de mayo de 2010

Posts en borrador (V y último)

Hablando con David, he pensado que un toque de optimismo no estaba mal. Además, fue gracias a él como conocí esta canción. En aquellos días, la intensidad inundaba cada minuto de mi vida. Son días que no están hechos para durar, pero sí para volver. Nos lo dedico a nosotros dos, ¿vale, amigo?

COMO SER JORGE DREXLER (madrugada del 30 de abril de 2009)
No hay nada tuyo que no quiera ver yo.
No tengo tan claro
que te conozca.

Intuyo, apenas, algo acerca de ti
y todo lo demás
está en la sombra.

Te miro y pienso,
te miro y me digo:
“quien quiera que seas,
¿de dónde has salido?”

Lo quiero todo, y tengo muy claro que no
te voy a entender
más que en parte.

Me importa mucho más
verte vibrar, así,
que descifrarte.

Te veo y quiero
que tú me veas
quien quiera que seas
quien quiera que seas.

Tan poco tuyo que ahora soy yo
y nunca fui
tan de nadie...

8 de mayo de 2010

Posts en borrador (y IV)

Me ha parecido que este post, retirado por algún extraño pudor o nunca publicado, es aún más pertinente casi un año después. Ni siquiera me produce tristeza, sino más bien un plácido confort. Me hace sentir que no solo yo estoy solo, y es que no hay mayor redundancia que la soledad.

DOCE SEGUNDOS DE OSCURIDAD

Soledad,
aqui estan mis credenciales,
vengo llamando a tu puerta
desde hace un tiempo,
creo que pasaremos juntos temporales,
propongo que tú y yo nos vayamos conociendo.

Aquí estoy,
te traigo mis cicatrices,
palabras sobre papel pentagramado,
no te fijes mucho en lo que dicen,
me encontrarás
en cada cosa que he callado.

Ya pasó,
ya he dejado que se empañe
la ilusión de que vivir es indoloro.
Que raro que seas tú
quien me acompañe, soledad,
a mi, que nunca supe bien
cómo estar solo.

Posts en borrador (III)

Hoy ando desempolvando posts que tenía en borrador. Me he encontrado este, se titulaba "Noche del once de mayo" y efectivamente fue entonces cuando lo escribí. No me acordaba de él, lo admito. La razón por la que nunca lo publiqué es que mientras le daba forma sucedió algo que convirtió en absurdas todas y cada una de sus palabras, más de lo que bastantes de ellas lo eran ya por sí mismas. Ahora lo puedo publicar, ahora ni siquiera es terapeútico hacerlo: es puro capricho. La canción (Billie, siempre Billie...) es un añadido de hoy, gracias a la inútil sabiduría que da el paso del tiempo.

NOCHE DEL ONCE DE MAYO

Hace pocos días renové mi DNI, hoy he recibido mi flamante carné de conducir, hasta parece que pronto tendré un trabajo y seré capaz de firmar el contrato sin discutir ni una sola de sus claúsulas. Tengo nuevos amigos, unos labios todavía extraños que besar con los míos, hasta el espacio que habito es distinto al de hace tan solo unas semanas. Tanta novedad y sin embargo soy yo, mi viejo conocido, profundamente yo otra vez en esta búsqueda. ¿Cuántas van ya, Antonio? Pero qué necesarias te parecen siempre... Ya he prendido fuego a medio Madrid, ahora me queda el otro medio.

Quiero volar contigo en un Audi a 200 km/h sorteando con elegancia las curvas, los árboles, los precipicios. Quiero susurrar quédate en tu oreja perfecta y saber que te quedarás. Quiero que me dés algo que no te haya pedido, me valdrá cualquier cosa si nace de ti, lo que quieras tú. Ya sabes que me importa mucho más verte vibrar, así, que descrifrarte... Así que en serio: créeme lo del Audi, los 200 km/h, la elegancia de amarse sin miedo. Y si no es un Audi me da igual, podemos escapar en un coche cualquiera de segunda mano. en realidad lo del Audi era solo por fantasear, para disgusto de mi madre no voy detrás del dinero así que jamás tendré un Audi. Tampoco seré nunca un directivo, ni un funcionario, ni siquiera un novelista de éxito. Seré mi límite, eso sí te lo prometo. En eso ando, en acercarme a esas regiones vacías, sin coordenadas, sin certezas.

Parece poesía, pero si lo estás leyendo puede que ya sea cierto.

Posts en borrador (II)

TE VI LLORAR

Te vi llorar frente a una llanura, y aquel día ya te quise. Luego te vi llorar cantando, de risa, de felicidad. Y luego volviste a llorar, y yo contigo, de impotencia.

Ahora, excedido el ciclo del llanto, que suene la música...
Para entregarte música del mundo,
cantando en coro todas las estrellas.