Sigo teniendo una cierta aprensión a abrirme definitivamente al mundo, a exponerme a lo que venga, aunque haga ya más de dos meses que estoy solo, que vivo solo, que nada me impide ser libre bajo ningún prisma por el que se mire. Es así, y escribirlo aquí creo que ya tiene valor en sí mismo. Claro está que es lógico que haya un periodo de duelo en el que uno no deba exponerse a situaciones emocionalmente complejas porque lo más probable es que se dañe a sí mismo y a los demás. Tampoco me apetece ni lo deseo. Además, me ha ocurrido algo que, sin ser nuevo, nunca había asumido con tanta certeza: un rechazo total al sexo fácil, rápido, anónimo, a todo sexo que no vaya respaldado por una historia. Parece reaccionario, me importa realmente poco que lo parezca o que lo sea, pero mi experiencia en octubre me llevó rápidamente a esta conclusión. Tampoco es que este tema me preocupe, creo que lo más importante para mí ahora es poder dejarme llevar de forma natural hacia donde tenga que llegar: ante todo, estar en paz conmigo mismo. Pero me está costando, y me preocupa porque sé que la parálisis no cumple ningún propósito, me aboca a un exceso de reflexión inútil y, sobre todo, me desplaza de "el aquí y el ahora" que todos debemos habitar porque es todo lo que hay.
Debo admitir que si esto en vez de "público y personal" fuera "privado y personal", diría mucho más. Hay un párrafo completo que he dejado afuera hoy, a la mañana siguiente, lo cual también me hace gracia porque solía hacerlo mucho en mi anterior etapa activa de este blog: corregir, matizar, censurarme en definitiva. Y es que toda libertad tiene sus límites. En fin, después de esta terapia tentativa, termino con una canción que estuve escuchando todo el fin de semana pasado y que además no podría venir más ad hoc en esta entrada.
No hay comentarios:
Publicar un comentario