29 de abril de 2009

Yo digo

Mary Maloney

Porque me apetece, y por su absoluta vigencia en este momento de mi vida, he decidido recuperar aquí algunas canciones que compuse e interpreté hace unos años. Esta fue la primera de todas, allá por enero de 2004. La escribí en inglés porque era una de las premisas que de alguna forma impuso Diana, mi aliada en aquella primera aventura, y acabó formando parte de la maqueta que grabamos con nuestro grupo. Lo llamamos Mary Maloney en homenaje a Roald Dahl, pues ese era el nombre de la protagonista de un conocido relato suyo. Aparte de amateurismos varios como mi voz no educada, la canción no quedó tan desnuda, tan delicada como la concebí. Pero estar en un grupo es justamente lograr que todos sus miembros sientan como suyo el resultado final. En contrapartida por lo que perdió, ganó mucho por el camino como esa rabia que no tenía o los coros finales de Diana que fueron un hallazgo en pleno día de grabación.

Su ingenuidad, su pasión de amante adolescente, ese grito de autoafirmación de su título, puedo asumirlos sin reservas hoy más que ayer. Porque hay sentimientos que el tiempo exacerba, o así tendría que ser.

I SAY

Me on the sidewalk, my body soaked
Looking at the bright neon lights
I feel the dispair crawling fast my arms
I am sixteen years old

Yesterday I thought I was strong
Now I guess I’m just a fallen leave
Well, here I am, please look at me
Do you think you love me at least a bit?

I do…
You are the best thing in my life
I dream of you every night
This feeling will make me die


I always imagine you are a white kite
Up, up, way to the stars
I am running, I wanna chase you
I feel wings in my back

If you existed in another world
I’d become a real beast for you
I’m invisible for everybody
Do you think you see me at least a bit?

I do…
You are the best thing in my life
I dream of you every night
This feeling will make me die


YO DIGO

Yo en la acera, my cuerpo empapado
Mirando las brillantes luces de neón
Siento que la desesperación me sube por los brazos
Tengo dieciséis años

Ayer creía que era fuerte
Ahora me parece que no soy más que una hoja caída
Bueno, aquí estoy, mírame por favor
¿Crees que me quieres aunque sea un poco?

Sí…
Eres lo mejor de mi vida
Pienso en ti cada noche
Este sentimiento me matará


Siempre imagino que eres una cometa blanca
En lo alto, en lo alto, camino de las estrellas
Estoy corriendo, quiero alcanzarte
Siento alas en mi espalda

Si existieras en otro mundo
Me convertiría en una bestia de verdad por ti
Soy invisible para todos
¿Crees que me ves aunque sea un poco?

Sí…
Eres lo mejor de mi vida
Pienso en ti cada noche
Este sentimiento me matará



28 de abril de 2009

Imagínate...

Jaime Gil de Biedma

PANDÉMICA Y CELESTE (Jaime Gil de Biedma)

Imagínate ahora que tú y yo
muy tarde ya en la noche
hablemos hombre a hombre, finalmente.
Imagínatelo,
en una de esas noches memorables
de rara comunión, con la botella
medio vacía, los ceniceros sucios,
y después de agotado el tema de la vida.
Que te voy a enseñar un corazón,
un corazón infiel,
desnudo de cintura para abajo,
hipócrita lector ‒mon semblable, ‒mon frère!

Porque no es la impaciencia del buscador de orgasmo
quien me tira del cuerpo a otros cuerpos
a ser posiblemente jóvenes:
yo persigo también el dulce amor,
el tierno amor para dormir al lado
y que alegre mi cama al despertarse,
cercano como un pájaro.
¡Si yo no puedo desnudarme nunca,
si jamás he podido entrar en unos brazos
sin sentir ‒aunque sea nada más que un momento‒
igual deslumbramiento que a los veinte años!

Para saber de amor, para aprenderle,
haber estado solo es necesario.
Y es necesario en cuatrocientas noches
‒con cuatrocientos cuerpos diferentes‒
haber hecho el amor. Que sus misterios,
como dijo el poeta, son del alma,
pero un cuerpo es el libro en que se leen.

Y por eso me alegro de haberme revolcado
sobre la arena gruesa, los dos medio vestidos,
mientras buscaba ese tendón del hombro.
Me conmueve el recuerdo de tantas ocasiones...
Aquella carretera de montaña
y los bien empleados abrazos furtivos
y el instante indefenso, de pie, tras el frenazo,
pegados a la tapia, cegados por las luces.
O aquel atardecer cerca del río
desnudos y riéndonos, de yedra coronados.
O aquel portal en Roma ‒en vía del Balbuino.
Y recuerdos de caras y ciudades
apenas conocidas, de cuerpos entrevistos,
de escaleras sin luz, de camarotes,
de bares, de pasajes desiertos, de prostíbulos,
y de infinitas casetas de baños,
de fosos de un castillo.
Recuerdos de vosotras, sobre todo,
oh noches en hoteles de una noche,
definitivas noches en pensiones sórdidas,
en cuartos recién fríos,
noches que devolvéis a vuestros huéspedes
un olvidado sabor a sí mismos!
La historia en cuerpo y alma, como una imagen rota,
de la langueur goûtée à ce mal d'être deux.
Sin despreciar
‒alegres como fiesta entre semana‒
las experiencias de promiscuidad.

Aunque sepa que nada me valdrían
trabajos de amor disperso
si no existiese el verdadero amor.
Mi amor,
íntegra imagen de mi vida,
sol de las noches mismas que le robo.

Su juventud, la mía,
‒música de mi fondo‒
sonríe aún en la imprecisa gracia
de cada cuerpo joven,
en cada encuentro anónimo,
iluminándolo. Dándole un alma.
Y no hay muslos hermosos
que no me hagan pensar en sus hermosos muslos
cuando nos conocimos, antes de ir a la cama.

Ni pasión de una noche de dormida
que pueda compararla
con la pasión que da el conocimiento,
los años de experiencia
de nuestro amor.
Porque en amor también
es importante el tiempo,
y dulce, de algún modo,
verificar con mano melancólica
su perceptible paso por un cuerpo
‒mientras que basta un gesto familiar
en los labios,
o la ligera palpitación de un miembro,
para hacerme sentir la maravilla
de aquella gracia antigua,
fugaz como un reflejo.

Sobre su piel borrosa,
cuando pasen más años y al final estemos,
quiero aplastar los labios invocando
la imagen de su cuerpo
y de todos los cuerpos que una vez amé
aunque fuese un instante, deshechos por el tiempo.
Para pedir la fuerza de poder vivir
sin belleza, sin fuerza y sin deseo,
mientras seguimos juntos
hasta morir en paz, los dos,
como dicen que mueren los que han amado mucho.

26 de abril de 2009

Años triunfales

A veces basta con dejarse querer. Ella y él me están dando cobijo, comida, ese cariño que tanto necesitaba... Lo básico, podría parecer, y sin embargo qué lujo contar con personas así capaces de entregarse a cambio de nada. Barcelona es lo de menos, lo de más es hallar un hogar fuera del propio hogar, saber que podré volver y que ellos se ocuparán de mí. Ella es una amiga de largo tiempo, lo nuestro fue un pacto para siempre mientras el Sena corría ante nuestra mirada en aquella esquinita con un par de bancos pintados de verde en la Île de Saint-Louis. Él llegó luego, y me consta que es lo mejor que le pudo pasar a ella. En su casa se oyen besos y más besos, besos sonoros como los de los niños, y es que ellos son dos niños que se quieren mucho. Yo, a su lado, me siento el adulto que no soy y hago balance de mi vida. Este viaje iba a marcar un tránsito muy distinto, el horizonte era otro que ha quedado atrás. Hago balance, digo, y solo sé que hoy mi corazón late fuerte y un piano suena apasionado en una sala mientras pienso las manos que se posan sobre sus teclas, pienso la cabeza que se balancea de adelante a atrás y de atrás a adelante, pienso ese otro corazón latiendo en medio del estruendo.

Este poema es del poeta barcelonés Jaime Gil de Biedma, un aullido desesperado ante la saña de los triunfadores de aquella guerra civil que tanto marcó a esta España todavía hoy cicatrizante. Esperemos que nuevos años triunfales vengan, los nuestros, con su justicia poética y su redistribución de todas las riquezas, pero sin insolencia ni vulgaridad ni desprecio.

AÑOS TRIUNFALES

Media España ocupaba España entera
con la vulgaridad, con el desprecio
total de que es capaz, frente al vencido,
un intratable pueblo de cabreros.

Barcelona y Madrid eran algo humillado.
Como una casa sucia, donde la gente es vieja,
la ciudad parecía más oscura
y los Metros olían a miseria.

Con la luz de atardecer, sobresaltada y triste,
se salía a las calles de un invierno
poblado de infelices gabardinas
a la deriva bajo el viento.

Y pasaban figuras mal vestidas
de mujeres, cruzando como sombras,
solitarias mujeres adiestradas
-viudas, hijas o esposas-

en los modos peores de ganar la vida
y suplir a sus hombres. Por la noche,
las más hermosas sonreían
a los más insolentes de los vencedores.



18 de abril de 2009

Man on Wire


Llega por fin a nuestras pantallas Man on Wire tras haber logrado la estatuilla al mejor documental en la reciente ceremonia de los Oscar. Si no, es casi seguro que no se habría estrenado en España a pesar de su espectacular acogida por la prensa de Estados Unidos el año pasado. Agradezcamos pues a estos premios tan criticables en otros aspectos (¿ocho estatuillas a una película endeble, tramposa, que además se aprovecha de un drama extremo para plantear una fábula estúpida?) la oportunidad que dan a joyas como esta abocadas de otra forma a una difusión mucho menor. Y ahora sí, pasemos a glosar por qué Man on Wire, más allá de sus rotundos aciertos narrativos y cinematográficos, debería exhibirse ‒se me ocurre‒ en todas las escuelas para enseñar a vivir contra las convenciones sociales más dañinas como el miedo, la pasividad, o la simple grisura, esas que ayudan a vivir menos vida durante más tiempo, objetivo marcado a fuego de quienes no hacen tabula rasa como Philippe Petit y deciden establecer por sí mismos otras metas que harán de su existencia un espectáculo temerario, vibrante, único...


Philippe Petit tenía un sueño, un sueño construido literalmente en torno a un par de torres que solo eran un proyecto. Pero él las vio alzadas hacia el cielo de Manhattan y se contempló a sí mismo caminando sobre el vacío de una a la otra. Una imagen, un simple abrir y cerrar de ojos, que da sentido al tiempo por venir. Obviamente, y como queda claro implícitamente en el film, Philippe tenía los medios para ‒cuanto menos‒ empezar a soñar. Dicho de otra forma, el dinero jamás fue algo de lo que tuviera que preocuparse. Además, dado su carisma que despertaba el arrebato en quienes le conocían, logró rodearse de un entorno de personas que destinaron asimismo sus vidas a estar a su lado y ayudarle logísticamente en sus hazañas, sobre todo su novia Annie y su inseparable amigo Jean-Louis. A tal punto llegó la entrega de Annie que esta, en un momento del film, afirma que Philippe jamás le preguntó cuáles eran sus sueños pues asumía que debían ser los de él. Y respecto a Jean-Louis, el interrogante que abren sus lágrimas al recordar el fin de su amistad con Philippe delata una devoción que le sigue perturbando más de treinta años después. Precisamente lo no contado, el epílogo a sendas historias de amor (consumado en el caso de Annie, sublimado en el de Jean-Louis), es lo que el director James Marsh deja fuera tal vez porque el guión está basado en el libro "To Reach The Clouds" del propio Philippe, quien silencia más que nadie las razones de los nuevos rumbos que tomaron sus vidas.

Man on Wire utiliza una técnica narrativa mixta. Por un lado, aparte de fotos y algunos metrajes recuperados están los testimonios presentes de los protagonistas, sin excepción, de aquella locura nacida de la mente de Philippe Petit en una sala de espera al hojear un periódico. Sus palabras son desnudas, les radiografían, no esconden nada de lo que vivieron en aquel periodo que marcaría sus vidas y que tendría su cima emocional aquel amanecer del 7 de agosto de 1974. Por otro lado, y justamente para recrear la tensión de las horas previas, cómo un grupo de hombres se internó en sendas Torres Gemelas para perpetrar un atentado poético, James Marsh se sirve de un grupo de actores que con sus interpretaciones meramente gestuales, de acciones, sin diálogo alguno, rellenan los huecos allí donde no quedó un registro fotográfico ni audiovisual. Y lo mejor que puede decirse de su elección narrativa es que funciona de principio a fin, tal vez favorecida por esa otra decisión de contarnos la historia con continuos avances y retrocesos en el tiempo siempre con el propósito de mantener la tensión, de hacernos creer que sabemos para luego darnos cuenta de cuánto desconocíamos, de al fin y al cabo seguir el hilo de una mente demasiado lúcida que no podría ceñirse a la linealidad, a la cadena causal de los hechos, a la previsibilidad de que un día sucederá sin pena ni gloria al anterior. También, la sabia elección del blanco y negro de las dramatizaciones ayuda a fundirlas en armonía con el metraje documental y las narraciones de las peripecias proporcionando un soporte visual que jamás resulta redundante sino al contrario: profundamente sugestivo.


No es bueno desvelar mucho más de esta película llamada a perdurar en la memoria de los funambulistas de la vida. Parte de su encanto reside en no conocer de antemano el desenlace preciso de la misma, tan solo acompañar a Philippe y sus secuaces durante todo el tiempo de preparación hasta aquel amanecer. Cabe destacar, eso sí, la música elegida como telón sonoro: una mezcla sutil de composiciones de Michael Nyman, J. Ralph, y Satie, que potencia la fuerza de instantáneas que parecen fantasías, que son fantasías: un hombre caminando en lo alto, un ser humano ante el abismo de su destino fraguado a cada paso sobre una cuerda tambaleante. Al fin y al cabo, esas composiciones son también fantasías puras no solo por la propia naturaleza de la música, sino también por el delirio de sus creadores.


Man on Wire, el cine siendo lo que siempre ha sido desde Charlie Chaplin a nuestros días: un sueño hecho imágenes, transformado en otros sueños.

17 de abril de 2009

Escenas de un dolor lejano

HAMBOURG

You get up waiting for an answer
I look down sorry and short of words
Sunrays fall on your weary face
The cold wind shakes your pale blue dress

You walk slow to the back porch door
Dear, don't slip away from me
I can't help being the way I am
How to explain this heartbreaking pain?

HAMBURGO

Te levantas esperando una respuesta
Yo bajo la mirada culpable y sin habla
La luz cae sobre tu rostro agotado
El viento helado agita tu vestido azul pálido

Caminas despacio hacia la puerta trasera
Cariño, no te alejes de mí
No puedo evitar ser como soy
¿Quién entendería este dolor lacerante?

We're January (letra mía y música de Mathieu)

14 de abril de 2009

Control


Hay películas que no están concebidas para gustar a un amplio espectro de público, sino al contrario. Películas que ahogan conscientemente las posibilidades de llegar a los no iniciados, a no ser que se trate de aquellos condenados de antemano a la empatía instantánea con el tema concreto, el lenguaje con que es contado, la pasión creadora al filmar cada escena. Películas que, en justa reciprocidad por sus restrictivas premisas, son capaces de dejar a un espectador sensible a su forma y fondo absolutamente fascinado, incapaz de apartar su mirada de la pantalla, perturbado al salir de nuevo a la calle y recobrar su vida más allá de la fantasía hecha verdad en el interior de una sala de cine. Control es una de esas peliculas.

Anton Corbijn ha decidido filmar casi treinta años después la historia de Joy Division, cuyo cantante y líder Ian Curtis se suicidó el día anterior a tomar un avión que le habría llevado junto con el resto de sus compañeros (Bernard Sumner, Peter Hook, y Stephen Morris) a la primera gira de la banda por Estados Unidos. La película recorre siete años en la vida de Ian, los transcurridos desde que conoce a la que luego sería su esposa, Debbie, hasta su suicidio en el hogar que compartieron. En ellos se traza el camino de Joy Division desde el anonimato hasta su condición de grupo de culto que preserva intacta hoy en día gracias a canciones como "Disorder", "She's lost control", "Isolation", o la desoladora a pesar de su envoltorio sonoro "Love will tear us apart".


Sam Riley es Ian Curtis. Lo afirmo así porque la identificación entre actor y mito es asombrosa. Anton Corbijn hizo una elección muy arriesgada: son los actores que interpretan a los miembros del grupo quienes tocan las canciones que, a lo largo del film, apuntalan su mensaje ofreciéndonos momentos de poder audiovisual muy propio del mundo del videoclip en el que Anton Corbijn es una figura venerada. Y en las actuaciones en directo es cuando Sam Riley se muta, más que nunca, en Ian Curtis, y entendemos por qué aquel grupo creaba devoción, por qué sus shows eran liturgias para entrar en contacto con esas verdades universales que albergamos en lo más profundo. Su voz tiene la textura de la de Ian, la misma intensidad fúnebre. Su físico delicado, casi volátil, y su belleza, son sin duda armas naturales con las que Sam Riley cuenta. Pero sin una inteligencia y sensibilidad como las que demuestra para interpretar al cantante atormentado que no sobrevivió a la fama, al fracaso conyugal, y a la epilepsia, no conseguiría conmovernos tanto como Ian conmovía a sus fans.


Hay aspectos de esta película que conviene resaltar, tanto de forma como de fondo. Respecto a la primera, Control es un placer estético continuo. Anton Corbijn es un fotógrafo por encima de todo, y eso se plasma en cada viñeta del metraje. Blanco y negro, composición de planos, plasticidad de la imagen que ama al objeto retratado. Es como si al director le fuera la vida en cada escena, sin que la emoción se desborde al punto de saturar la comunicación con el espectador. Y justamente esa tensión formal, ese equilibrio entre la técnica y el sentimiento, es la misma que late en lo narrado. Anton Corbijn fue fan de Joy Division, les retrató para revistas especializadas, fue amigo personal de Ian. Por tanto, si en la forma podemos hablar de tensión, de difícil equilibrio, ¿qué no decir del fondo? Si a eso le sumamos que Control está basado en la autobiografía publicada en 1995 por la viuda de Ian, Deborah Curtis, llamada "Touching from a distance", el cóctel está servido. De ahí que me sobrecoja especialmente el tratamiento dado a ciertos personajes, y más en concreto a Ian, la propia Debbie, y sobre todo Annik Honoré, la amante de Ian. Los tres son retratados con verosimilitud, dando cuenta de sus miserias sin hacer sangre y resaltando allí donde es posible su fragilidad humana, esa que nos hace no estar a la altura en ciertos momentos sin que por ello quepa hablar de culpa. Así, el trabajo del guionista Matt Greenhalgh es doblemente excepcional teniendo en cuenta que Deborah Curtis es asimismo co-productora del film. Que se haya podido contar esta historia con esta calidez tan opuesta a la superficialidad con que 24 Hour People (Michael Winterbottom, 2002) abordó el tema, con esta generosidad fruto del cicatrizante paso del tiempo, es un logro. Poder moverme en mi butaca tarareando las canciones en una sala medio vacía pero tan llena de emoción compartida, también lo es.


Control, ha perdido el control, la confusión está en sus ojos y lo dice todo...

12 de abril de 2009

Últimamente...


... veo al niño, y a la niña. Veo lo que aún late en vosotros, y solo puedo amaros. Tal vez por eso me amáis a mí también, quién sabe. Y es así como nos amamos por un segundo (el roce de unos labios), una noche (el calor de dos cuerpos que se confunden), o a veces un tiempo que marca una vida (el espejismo de dos miradas a un mismo horizonte). Incluso me está ocurriendo con mis padres: fijarme mejor en sus rostros, sus inflexiones de voz, sus ilusiones perdidas, supervivientes, recobradas. He descubierto que solo fueron dos niños que se tomaron de la mano y echaron a caminar juntos, y esos niños me criaron lo mejor que pudieron, a fuerza de amor bruto, y a ellos es a quienes más les debo mis valores, mis inseguridades, el amor bruto con el que os puedo derribar.


Ayer fue un paseo por la sierra con una de esas personas que han conservado intacto, milagrosamente intacto, a su niño. Una propuesta tentadora, imprevista, suya. Una tarde que tuvo su apogeo al pie de una carretera sinuosa entre nieve recién caída. Me he dado cuenta de que en estos días necesito un abrazo, y a veces lo deseo con locura y no me atrevo a pedirlo, o a darlo simplemente, por miedo a quebrar lo ya de por sí frágil de cualquier contacto humano. Con Francisco, ayer, al pie de la carretera, no hubo duda ni temor. Tan solo un abrazo, rodeados de la nieve que no tardaría en quedar atrás.


10 de abril de 2009

Los ojos de Bette Davis

BETTE DAVIS EYES

Her hair is Harlow gold
Her lips sweet surprise
Her hands are never cold
She's got Bette Davis eyes
She'll turn her music on
You won't have to think twice
She's pure as New York snow
She got Bette Davis eyes

And she'll tease you
She'll unease you
All the better just to please you
She's precocious
And she knows
Just what it takes to make a pro blush
She got Greta Garbo Stand off sighs
She's got Bette Davis eyes

She'll let you take her home
It whets her appetite
She'll lay you on her throne
She got Bette Davis eyes
She'll take a tumble on you
Roll you like you were dice
Until you come out blue
She's got Bette Davis eyes

She'll expose you
When she snows you
Off your feet with the crumbs she throws you
She's ferocious
And she knows
Just what it takes to make a pro blush
All the boys Think she's a spy
She's got Bette Davis eyes

And she'll tease you
She'll unease you
All the better just to please you
She's precocious and she knows
Just what it takes to make a pro blush
All the boys yhink she's a spy
She's got Bette Davis eyes.

LOS OJOS DE BETTE DAVIS

Su cabello es oro de Harlow
Sus labios una dulce sorpresa
Sus manos nunca están frías
Tiene los ojos de Bette Davis
Ella pondrá la música
No te lo tendrás que pensar dos veces
Ella es pura como la nieve de Nueva York
Tiene los ojos de Bette Davis

Y te engañará
Te trastornará
Hará todo para complacerte
Ella es precoz y sabe
Cómo avergonzar a un profesional
Tiene el aire retraído de Greta Garbo
Tiene los ojos de Bette Davis

Permitirá que la lleves a casa
Eso agudiza su apetito
Te tumbará en su trono
Tiene los ojos de Bette Davis
Te dejará hecho trizas
Te hará rodar como a un dado
Hasta acabar con tu resistencia
Tiene los ojos de Bette Davis

Te expondrá
Cuando te haga tambalear
Con las migajas que te arroje
Ella es precoz y sabe
Cómo avergonzar a un profesional
Todos los chicos piensan que es una espía
Tiene los ojos de Bette Davis

8 de abril de 2009

Deseo

All I really wanted was one night with him, just one night ‒one hour even‒ if only to determine whether I wanted him for another night after that.

What I didn't realize was that wanting to test desire is nothing more than a ruse to get what we want without admitting that we want it.

Call me by your name (André Aciman, 2007)

Todo lo que realmente quería era una noche con él, nada más que una noche ‒una hora incluso‒ aunque solo fuera para determinar si le quería para otra noche después.

De lo que no me daba cuenta era que querer poner a prueba el deseo no es más que una astucia para obtener lo que queremos sin admitir que lo queremos.

Llámame por tu nombre (André Aciman, 2007)

6 de abril de 2009

To enjoy

Mathieu y yo hemos iniciado una colaboración fruto del contacto que poco a poco se ha ido intensificando desde que hace meses publiqué algún que otro comentario en sus vídeos hasta el nacimiento de este proyecto. La idea es que yo le envío letras de canciones ‒a él es un aspecto que le cuesta todavía‒ y Mathieu les pone música. Aunque parece que también recuperaremos algunas canciones mías que compuse hace un tiempo. En rima con este estado por el que transito, como otro verso que se añadiera al poema errático que escriben mis días, lo pienso disfrutar al máximo pues tal y como ha llegado podría irse, no estar. En el fondo la vida es así siempre, pese a nuestras ingenuas certezas.

Esta canción es la segunda del proyecto. La letra pertenecía a un tema que yo mismo escribí hace unos años, cuando aún no me había desprendido del inglés que Mathieu prefiere por el momento. Aunque esté mal decirlo, me hipnotiza. Me parece lo mejor que ha compuesto, un paso tal vez decisivo en su creatividad.

WILL I ENJOY?

The night is about to set in, the wind rises
As she daydreams, Tracy puts on her make-up
Her finger brushes the image in the glass
The city noise is the music of her mind

She dreams of the best time in her life
She wants to dance, drink, laugh and get wild
She thinks tonight she'll meet a nice guy
But danger lies in the dark of desire
When fantasy hides the unspoken fear


Once she's out in the freezing night, she gets a cab
Then she looks at the starry sky and feels alone
"Will I enjoy?", Tracy thinks closing her eyes
She holds her tears, gives a deep sigh and smiles

She dreams of the best time in her life
She wants to dance, drink, laugh and get wild
She thinks tonight she'll meet a nice guy
But danger lies in the dark of desire
When fantasy hides the unspoken fear


¿ME LO PASARÉ BIEN?

La noche está a punto de caer, el viento se levanta
Mientras imagina, Tracy se maquilla
Su dedo roza la imagen en el espejo
El ruido de la ciudad es la música en su mente

Ella sueña con el mejor rato de su vida
Quiere bailar, beber, reir y volverse loca
Piensa que hoy conocerá a un buen tío
Pero el peligro yace en lo más oscuro del deseo
Cuando la fantasía oculta el miedo sin palabras


Cuando sale afuera en la noche gélida, coge un taxi
Entonces mira al cielo estrellado y se siente sola
"¿Me lo pasaré bien?", piensa Tracy cerrando los ojos
Retiene las lágrimas, suspira hondamente y sonríe

Ella sueña con el mejor rato de su vida
Quiere bailar, beber, reir y volverse loca
Piensa que hoy conocerá a un buen tío
Pero el peligro yace en lo más oscuro del deseo
Cuando la fantasía oculta el miedo sin palabras

5 de abril de 2009

Los misterios del amor

Para saber de amor, para aprenderlo,
haber estado solo es necesario.
Y es necesario en cuatrocientas noches
‒con cuatrocientos cuerpos diferentes‒
haber hecho el amor. Que sus misterios,
como dijo el poeta, son del alma,
pero un cuerpo es el libro en que se leen.

Extraído de "Pandémica y celeste" (Jaime Gil de Biedma)

4 de abril de 2009

Primeros días de abril

Salgo, lentamente, de una semana de virus y mudanza. He emergido aquí, en un nuevo hogar. Aún no sé si será mi hogar, no es demasiado probable, pero si en algo me estoy especializando es en saber menos y menos de mí no importa en qué coordenadas temporales fije mi punto de mira. Mi GPS está averiado, en constante confusión desde que se golpeó contra unas rocas oceánicas. Le falla la posición geográfica, emocional, profesional... Todo. Nunca encontraba tiempo para llevarlo a reparar, pero la deriva está perdiendo su encanto y creo que ya me toca orientarme, seguir el camino más corto hacia la mejor versión de mí mismo después de tanta trayectoria inútil.

Mi blog ha cumplido cuatro años con completa discreción.