14 de abril de 2009

Control


Hay películas que no están concebidas para gustar a un amplio espectro de público, sino al contrario. Películas que ahogan conscientemente las posibilidades de llegar a los no iniciados, a no ser que se trate de aquellos condenados de antemano a la empatía instantánea con el tema concreto, el lenguaje con que es contado, la pasión creadora al filmar cada escena. Películas que, en justa reciprocidad por sus restrictivas premisas, son capaces de dejar a un espectador sensible a su forma y fondo absolutamente fascinado, incapaz de apartar su mirada de la pantalla, perturbado al salir de nuevo a la calle y recobrar su vida más allá de la fantasía hecha verdad en el interior de una sala de cine. Control es una de esas peliculas.

Anton Corbijn ha decidido filmar casi treinta años después la historia de Joy Division, cuyo cantante y líder Ian Curtis se suicidó el día anterior a tomar un avión que le habría llevado junto con el resto de sus compañeros (Bernard Sumner, Peter Hook, y Stephen Morris) a la primera gira de la banda por Estados Unidos. La película recorre siete años en la vida de Ian, los transcurridos desde que conoce a la que luego sería su esposa, Debbie, hasta su suicidio en el hogar que compartieron. En ellos se traza el camino de Joy Division desde el anonimato hasta su condición de grupo de culto que preserva intacta hoy en día gracias a canciones como "Disorder", "She's lost control", "Isolation", o la desoladora a pesar de su envoltorio sonoro "Love will tear us apart".


Sam Riley es Ian Curtis. Lo afirmo así porque la identificación entre actor y mito es asombrosa. Anton Corbijn hizo una elección muy arriesgada: son los actores que interpretan a los miembros del grupo quienes tocan las canciones que, a lo largo del film, apuntalan su mensaje ofreciéndonos momentos de poder audiovisual muy propio del mundo del videoclip en el que Anton Corbijn es una figura venerada. Y en las actuaciones en directo es cuando Sam Riley se muta, más que nunca, en Ian Curtis, y entendemos por qué aquel grupo creaba devoción, por qué sus shows eran liturgias para entrar en contacto con esas verdades universales que albergamos en lo más profundo. Su voz tiene la textura de la de Ian, la misma intensidad fúnebre. Su físico delicado, casi volátil, y su belleza, son sin duda armas naturales con las que Sam Riley cuenta. Pero sin una inteligencia y sensibilidad como las que demuestra para interpretar al cantante atormentado que no sobrevivió a la fama, al fracaso conyugal, y a la epilepsia, no conseguiría conmovernos tanto como Ian conmovía a sus fans.


Hay aspectos de esta película que conviene resaltar, tanto de forma como de fondo. Respecto a la primera, Control es un placer estético continuo. Anton Corbijn es un fotógrafo por encima de todo, y eso se plasma en cada viñeta del metraje. Blanco y negro, composición de planos, plasticidad de la imagen que ama al objeto retratado. Es como si al director le fuera la vida en cada escena, sin que la emoción se desborde al punto de saturar la comunicación con el espectador. Y justamente esa tensión formal, ese equilibrio entre la técnica y el sentimiento, es la misma que late en lo narrado. Anton Corbijn fue fan de Joy Division, les retrató para revistas especializadas, fue amigo personal de Ian. Por tanto, si en la forma podemos hablar de tensión, de difícil equilibrio, ¿qué no decir del fondo? Si a eso le sumamos que Control está basado en la autobiografía publicada en 1995 por la viuda de Ian, Deborah Curtis, llamada "Touching from a distance", el cóctel está servido. De ahí que me sobrecoja especialmente el tratamiento dado a ciertos personajes, y más en concreto a Ian, la propia Debbie, y sobre todo Annik Honoré, la amante de Ian. Los tres son retratados con verosimilitud, dando cuenta de sus miserias sin hacer sangre y resaltando allí donde es posible su fragilidad humana, esa que nos hace no estar a la altura en ciertos momentos sin que por ello quepa hablar de culpa. Así, el trabajo del guionista Matt Greenhalgh es doblemente excepcional teniendo en cuenta que Deborah Curtis es asimismo co-productora del film. Que se haya podido contar esta historia con esta calidez tan opuesta a la superficialidad con que 24 Hour People (Michael Winterbottom, 2002) abordó el tema, con esta generosidad fruto del cicatrizante paso del tiempo, es un logro. Poder moverme en mi butaca tarareando las canciones en una sala medio vacía pero tan llena de emoción compartida, también lo es.


Control, ha perdido el control, la confusión está en sus ojos y lo dice todo...

2 comentarios:

amanda dijo...

Joy, joy. I enjoy .
Idolos, grandeza, que envidia. Como puedo ver esa peli.

Anónimo dijo...

Amanda: en especial para aquellos como tú que vivan en países donde difícilmente se verá por el momento, y puesto que es un enlace a disposición de cualquier internauta...

AVI con subtítulos SRT: http://www.torrentreactor.net/torrents/1667931/Control-2007-DvDrip-Eng-V-O