26 de abril de 2009

Años triunfales

A veces basta con dejarse querer. Ella y él me están dando cobijo, comida, ese cariño que tanto necesitaba... Lo básico, podría parecer, y sin embargo qué lujo contar con personas así capaces de entregarse a cambio de nada. Barcelona es lo de menos, lo de más es hallar un hogar fuera del propio hogar, saber que podré volver y que ellos se ocuparán de mí. Ella es una amiga de largo tiempo, lo nuestro fue un pacto para siempre mientras el Sena corría ante nuestra mirada en aquella esquinita con un par de bancos pintados de verde en la Île de Saint-Louis. Él llegó luego, y me consta que es lo mejor que le pudo pasar a ella. En su casa se oyen besos y más besos, besos sonoros como los de los niños, y es que ellos son dos niños que se quieren mucho. Yo, a su lado, me siento el adulto que no soy y hago balance de mi vida. Este viaje iba a marcar un tránsito muy distinto, el horizonte era otro que ha quedado atrás. Hago balance, digo, y solo sé que hoy mi corazón late fuerte y un piano suena apasionado en una sala mientras pienso las manos que se posan sobre sus teclas, pienso la cabeza que se balancea de adelante a atrás y de atrás a adelante, pienso ese otro corazón latiendo en medio del estruendo.

Este poema es del poeta barcelonés Jaime Gil de Biedma, un aullido desesperado ante la saña de los triunfadores de aquella guerra civil que tanto marcó a esta España todavía hoy cicatrizante. Esperemos que nuevos años triunfales vengan, los nuestros, con su justicia poética y su redistribución de todas las riquezas, pero sin insolencia ni vulgaridad ni desprecio.

AÑOS TRIUNFALES

Media España ocupaba España entera
con la vulgaridad, con el desprecio
total de que es capaz, frente al vencido,
un intratable pueblo de cabreros.

Barcelona y Madrid eran algo humillado.
Como una casa sucia, donde la gente es vieja,
la ciudad parecía más oscura
y los Metros olían a miseria.

Con la luz de atardecer, sobresaltada y triste,
se salía a las calles de un invierno
poblado de infelices gabardinas
a la deriva bajo el viento.

Y pasaban figuras mal vestidas
de mujeres, cruzando como sombras,
solitarias mujeres adiestradas
-viudas, hijas o esposas-

en los modos peores de ganar la vida
y suplir a sus hombres. Por la noche,
las más hermosas sonreían
a los más insolentes de los vencedores.



2 comentarios:

fernando mejia dijo...

Te seguimos. Y esperamos siempre un nuevo post.
fer y tati

amanda dijo...

Que bestia guapo, yo tambien estoy de refugio y sin remordimientos y hago blances y escucho el teclado dentro de la cabeza y parece que algo late, y parece que tengo corazon.

me encanto esta entrada.
un beso.