3 de febrero de 2015

Adiós, Hámster Doo-Wop

Gracias a Juan he conocido la música que un chico bastante importante en su vida creó ya hace unos cuantos años. D (llamémosle "D") es muy joven aún, no llega a los treinta, pero sus canciones pertenecen a una etapa ya pasada en la que dejó explotar su talento. Y sin embargo, fue un talento desperdiciado, desperdiciado en el sentido de que no trascendió, no dio lugar a la ola de emoción que un gran creador tiene la responsabilidad de generar dejando que su obra llegue, alcance, golpee al mayor público posible. Pocas personas han escuchado joyas como esta, dedicada a la muerte del mejor amigo de un niño de nueve años: el hámster Doo-Wop.

 

D es una de esas personas que ha vivido demasiado pese a su juventud. Devorar la vida a dentelladas, recorrer miles de camas, pubs, lugares donde consumirse en la pasión y abandonarse al nihilismo (pueden tocarse, sí), conlleva una enorme dificultad para enfocar la energía en un objetivo concreto y llegar al horizonte donde D pertenece. Algunas canciones como esta se quedaron, pese a todo el esfuerzo y genialidad que supuso darles forma, en discos duros que se acabaron rompiendo, CDs grabables que se perdieron, aunque gracias al amor (no hay que llamarlo de otra forma) de Juan han podido salvarse un buen puñado del que podría haber salido uno de los mejores discos del pop español de este siglo. Pero no, D es un desconocido y sigue buscando su lugar en el mundo.

Yo, por el contrario, soy un artesano. Para colmo, la pereza me ha ganado en demasiadas ocasiones. No he sido constante, también me he abandonado a la vida o, en el peor de los casos, al remolino de mi mente sin que de ello surgiera apenas nada. Si careces del auténtico talento, ese talento que es una maldición, lo único que te queda es el trabajo. Por eso he retomado este blog, por eso voy a acometer en breve la reescritura de una obra de teatro que deseo llevar yo mismo a escena este año, por eso quiero escribir mi segundo poemario y hasta sé cuál será su hilo conductor. Quiero trascender. Pero hay una verdad ineludible: para ello necesitaré extraer lo mejor de mi talento gota a gota. D sólo tenía que encauzar su desbordamiento en formas inéditas de belleza.

D, si algún día lees esto, tómalo como algo cierto.

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