3 de abril de 2008

Memoria

Cómo el tiempo, amor mío, filtra los recuerdos. Cómo entonces me enamorabas a golpe de cariño, de protección, de enseñanzas domésticas e incluso íntimas, y yo apenas me daba cuenta. Te levantabas cuando tu estudio aún no era nuestra petite pièce parisienne y preparabas ese smoothie para los dos que yo había traído "importado" de Londres sin tener jamás el impulso de prepararlo en mi apartamento, aquella cueva donde desaprendía la vida. Pero te conocí y el mundo ya nunca fue el mismo (y tú tienes la culpa). Y lo recuerdo ahora, y es cuando me arrasa tu sensibilidad, que supieras ver mucho antes que yo que debíamos estar juntos, acompañarnos. Entonces yo era bobo, infinitamente más bobo que ahora, y soñaba con una fantasía podrida que me alejaba de la verdad del amor. Esa verdad la descubrí contigo, León, y ya no la he olvidado.

No sé por qué esta mañana he recordado aquellos despertares, mi cuerpo afirmando su presencia tras la madrugada infinita, mi mirada posada en ti, tus movimientos, tu belleza de hombre. Tal vez sea el eco de otro recuerdo, el de ayer cuando pisé un hospital por primera vez desde aquella tarde que fuimos juntos a Urgencias por aquellos mareos tuyos, ¿te acuerdas? Era distinto, claro, ayer iba a donar sangre, pero la memoria invadió mi deambular por los pasillos y solo pude pensar en aquella tarde, aquella espera, aquella cena en el VIPS de Guzmán el Bueno donde nos comimos la vida. La ciudad nos hacía felices, el frescor de la noche, el alivio de la vuelta a casa. Por qué, amor, por qué con la calma que de alguna forma he logrado estos días ha regresado la certeza absoluta de lo nuestro, el recuerdo de horas que valen por años, el latido de tu corazón al otro lado del océano y mi oído que no reposa en tu pecho para escuchar el bumbum, bumbum, bumbum...

¿Sabes, cielo? Quiero volver a escucharlo, volveré a escucharlo y nunca dejará de sonar.

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