28 de mayo de 2009

Llamadas

Un fuego. Una muerte. Extremos de mi vida unidos por labios que se posan en un auricular. Una llamada, otra. Lágrimas, palabras que se cortan, K.O. emocional. Y yo aún con resaca, quería huir del mundo porque a veces el mundo no se puede soportar y de golpe un fuego, una muerte, me obligan a escuchar, hablar, teclear luego un par de mensajes como posdatas de un consuelo imposible. Dos llamadas pasada la medianoche. Doce minutos de diferencia, doce horas de vuelo entre el lugar arrasado por las llamas y el lugar donde yace la víctima. Espacio-tiempo rasgado.

Duermo con pastillas, me despierto, llegan ruidos del patio de vecinos. El fuego, la muerte, siguen ahí.

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