29 de noviembre de 2005

Barajando

Gafas baratas, pelo crespo sin brillo ni corte definido, piel blanca y ojos de Woody Allen atentos a su baraja gastada por el manoseo continuo. El metro avanza, pero para el muchacho es como si nunca cambiara de estación. Viste prendas vaqueras que caen de cualquier forma sobre su cuerpo leve. Pienso que no le entusiasma ir al colegio ni estar rodeado de extraños, y acaso baraja en sus cartas otras posibilidades como leer libros de Agatha Christie o jugar a la consola. O tal vez –por qué no– imagina una vida futura donde él sea el que ahora no puede ser, el que se sueña en todas las combinaciones al azar de oros, copas, espadas y bastos.

28 de noviembre de 2005

Día del 91

Si fueras mujer te haría el amor... y ahora te maquillas frente a un espejo, y la imagen que te devuelve es la de aquel día del 91, tú y él adolescentes enamorados sin poder decir la palabra exacta, ese te quiero que brotaba de las nueces de Adán pero moría en los labios, el mar brillante como nunca en aquella playa del Pacífico, su piel y la tuya tersamente doradas, impregnados los cuerpos de la sal marina, las olas rompiendo en los pechos, las piernas en las que el vello asomaba por vez primera, y él te había abrazado por detrás, abarcándote con toda su persona porque te amaba, porque no podía ansiar otra cosa que no fueras tú convertido en deseo posible, tú mutado en la mujer que él podría poseer como en aquel instante te poseyó con sus brazos, su vientre, su boca posándose en tu nuca, resbalando hacia la mandíbula y susurrando Si fueras mujer te haría el amor... y ahora pintas tus labios de violeta, el rímel afila tus ojos felinos tal vez como él te habría sugerido, y sientes su mirada sobre tu cuerpo, su salvaje ingenuidad y su locura por ti, su mano de muchacho palpando tus medias, tu ropa interior o tu blusa entreabierta, sus dientes clavados en tu pecho, y su sexo incandescente, ese que abultaba su escueto bañador aquel día del 91, resbalando entre tus muslos buscando lo que nunca estuvo allí.

25 de noviembre de 2005

Hoy pasé debajo de tu casa

Hoy pasé debajo de tu casa,
tenías la persiana de tu cuarto
bajada,
como hace tiempo, cuando
gritaba
¡Que entre la luz!
y tú me acariciabas
la cabeza
o la espalda
sin fuerza,
sin hundir tu mano
en mi piel,
sin plantar tu bandera
en mis entrañas,
y la caricia
resbalaba
y se perdía,
como tú te deslizabas
de mi vida.

Hoy pasé debajo de tu casa
y mi corazón burló mis trampas.

Yo el primero

Me ocurre que al escribir, cuando recobro un recuerdo o una sensación, me alejo de la realidad y me acerco a mi realidad. Esto a veces me gusta, y otras no. Si hablo de algo que me duele (ese amor pueril e imposible, mis renuncias o mis sueños inacabados) prefiero alejarme de la realidad, filtrar ese sufrimiento, intelectualizarlo, y devolverlo al mundo una vez lo he transpirado como quien defeca lo que –en el fondo– le da la vida. Por el contrario, si se trata de una emoción positiva, describirla me hace volver al momento único en que la experimenté, reconstruir con mimo algo que ya pasó, intentando casi –aquí, en este casi, radica todo– en vano que el lector (¡toc, toc!, ¿hay alguien?) pueda sentir en su piel lo que yo sentí, que para eso está la literatura, para devolver el mundo a quienes lo perdieron. Es decir, a todos nosotros. Yo el primero.

24 de noviembre de 2005

Arte

¿Por qué la delicadeza? No sé si la perfección en la forma podrá revelar la impureza del fondo, no sé si merece la pena esforzarse en depurar las palabras, las pinceladas o las melodías cuando lo que habría que refinar son las acciones, las decisiones, los gestos. Será que el arte está destinado a ser imperfecto porque la vida lo es, y quizá allí radica su insondable belleza, tanto del arte como de la vida. A veces pienso que la fuerza que derrocho al escribir un texto o dar vida a una canción podría emplearla en vivir (¿más, mejor?), pero si para mí escribir es un acto de entusiasmo, si componer una canción es mi gesto más valioso, si mi pasión es crear a partir de la vida, mi vida, la cuestión se revela compleja... o muy simple: supongo que pertenezco a aquellos que ya no pueden separar lo que les ocurre de cómo cuentan, transmiten o sueñan lo que les ocurre...

18 de noviembre de 2005

¿Qué soy?

Soy...
¡Oh, mierda!
Pues soy
músico,
informático
(no me hagas reír),
o tal vez
intenso
(demasiado,
pero qué coño
es ser
demasiado intenso),
noble,
ingenuo,
y si me pongo
trascendente
un soñador,
tierno amante,
torpe amigo.
Soy, soy, soy...
¿te vale gay?

Algo debo decir,
porque todos preguntamos
¿cómo es él?
Y no esperamos
(no aceptamos)
una duda en los ojos.

17 de noviembre de 2005

Aquellos besos

Lo habíamos pasado especialmente bien (aunque ya no era una sorpresa saber que él y yo rimábamos como nadie), habíamos bebido, bailado, reído... todo lo que dos veinteañeros debían hacer en una noche de verano como aquella, barrido el hastío de la jornada por la brisa de la sierra que a menudo recorre el Madrid de madrugadas canallas, y cuando decidimos que habíamos agotado todo lo que aquellos bares podían darnos nos arrastramos hacia Gran Vía entre tropezones y bromas, dos borrachos de amor, y si al final le invité a mi casa fue más por querer abrazarle en silencio y sin miedo que por tener un sexo que, como él mismo dijo, sería más bien pobre, incluso artificial, pero mi amigo se escabulló en besos que por no saber (o no querer) interpretar vencieron más tarde mi resistencia en un portal, decenas de metros más allá del lugar donde me despedí de él lanzándole por la boca mi corazón que no logró colarse por la ventanilla de su taxi, aunque cómo culparle.

13 de noviembre de 2005

Por ti (À toi, Joe Dassin)

Por ti
Por tu belleza tan particular
Por esa forma tuya de mirar
Por tus palabras que a veces no son verdad

Por ti
Por ese niño guapo que eras tú
Y que aún eres, para qué mentir
Por tu pasado y todo aquello
Que no pudiste cumplir

Por la vida, el amor
La noche y el calor
Por la eterna risa del azar
Por la luz que vendrá
Y se reflejará
En ese mar que seremos tú y yo


Por mí
Por mi locura que eres sólo tú
Por mis silencios, por mi ingratitud
Por mis traiciones y mi mal humor que es amor

Por mí
Y el tiempo que pasé buscándote
Por mis virtudes que te hacen reír
Por todo lo que te oculté
Por mi perpetua ingenuidad

Por la vida, el amor
La noche y el calor
Por la eterna risa del azar
Por la luz que vendrá
Y se reflejará
En ese mar que seremos tú y yo


Tú y yo
Por los recuerdos que aún no lo son
Por el segundo que está por pasar
Por la tristeza que nos enseñó
A esperar

Tú y yo
Nuestra esperanza y nuestra ilusión
Nuestra primera cita aún por llegar
A la salud de los amantes
Soñadores hasta el fin

Por la vida, el amor
La noche y el calor
Por la eterna risa del azar
Por la luz que vendrá
Y se reflejará
En ese mar que seremos tú y yo


(Mi versión libre de la primera canción que aprendí y que canté)

10 de noviembre de 2005

Mi preferida

Ocurrió a la noche. Unas manos tiraron de tu cabellera cobriza y empezaron a despojarte de tus ropas sin piedad, una a una. Primero ese suéter de perla que resaltaba tu busto, ahora extirpado a la fuerza, casi deshilachándose en su lucha por aferrarse al más perfecto de los moldes. Luego la falda vaquera a la que sólo tú podías darle clase, cayendo torpemente a tus pies. Y al final, esas botas que sólo yo tenía derecho a arrancarte... La mentira de tu piel fue revelada. Así, desnuda, no eras más que una estatua de la cruel modernidad. Inerte, un bloque de polietileno ofrecido a la sed noctámbula de esos ojos que se arrastraban por la avenida en busca de una fantasía robada, como tu vida.

Seguramente, si hubiera permanecido frente al escaparate habría contemplado como volvían a vestirte, a convertirte en rubia peligrosa o morena de rompe y rasga, en hembra fatal o mujer eterna. Quizás logren engañar a otros... pero eras tú, la enigmática, mi preferida.

8 de noviembre de 2005

Mis motivos

Todo acto creativo es necesario para su autor. Parece una obviedad, pero precisamente por ello lo había olvidado.

Estas semanas he navegado desorientado, encallando en pensamientos alejados de mi tejido emocional. La piel no miente, y admito –porque ya es hora– que desde aquel lejano I say los momentos en que he volado han sido aquellos en que una canción nace. La sensación de dar forma a algo tuyo pero que deja de estar en ti. Y admito también que otro momento único para mí fue el concierto con mi primer grupo, Mary Maloney. Significaba exponer esas canciones a un público cómplice, cara a cara.

¿Qué ha sido siempre el arte? Eso: crear y enseñar. Mostrarse. Desde que empecé, mi meta como músico ha sido que al menos una de mis canciones lograra emocionar de verdad a alguien que no formara parte de mi círculo más íntimo, alguien cuyo afecto no le hiciera ser demasiado subjetivo. Trascender. Como persona que vive la música, siempre he envidiado a los creadores de las canciones que se suman a mi pequeña lista y me acompañan día a día. La verdad es que lo he conseguido, o al menos ya me consta: recientemente L... me ha confesado que mi canción Ahora le ha llegado muy hondo o que no puede dejar de tararear Lo Nuestro. Conozco a L..., ella a mí también, pero –todavía– no somos amigos. Sus palabras han supuesto una gran dosis de confianza –falta me hacía– en mi apuesta, me han enorgullecido, me he sentido reconfortado. Y lo más importante: me han recordado mis motivos.

El mundo comercial es algo distinto, ajeno al universo creativo. Había llegado a confundirme, a sentirme frustrado por las dificultades de abrirme paso en el mundo comercial cuando resulta que mi universo creativo no deja de avanzar, crecer, desarrollarse. Esta es la cuestión, había olvidado que mis motivos eran crear y enseñar. Las compañías y radios tienen que ver con lo segundo, sí, pero constituyen unos cauces estrechos, limitados, y no estoy dispuesto a pervertir mi música, mi pasión, para lograr acaso enseñar a más gente algo que no sería mío. Prefiero mostrarme a 20 personas antes que entregar una mentira a 2000. No sé qué caminos tomaré, es complejo administrar esfuerzos, dinero, ilusión... pero aun deseando y luchando por que algún día se abra una puerta, ya no sufriré por eso.

Algo es cierto: en mi habitación seguirá sonando mi voz y mis guitarras. También en algunos I-Pod, a fuerza de cariño, emoción o ambos. Tal vez en algún concierto.

No es cuestión de números, sino de verdad.

7 de noviembre de 2005

Por tierra

Puede ser cualquier cosa. Un bolígrafo, un carnet, una entrada de cine... En el metro caen por tierra muchos objetos. Hoy fueron unos apuntes deliberadamente arrojados al suelo de un vagón. Me pregunto qué arrebato, qué semilla de locura habrán inspirado ese gesto. Me pregunto si en el fondo no nacen del mismo impulso todas esas pérdidas, poco llamativas a primera vista, para reproducir, acaso calmar la pérdida incesante, ese deseo que se malbarata segundo a segundo, con pequeñas dosis de despojamiento, como un picor se calma con otro que nos provocamos a conciencia.

4 de noviembre de 2005

Aleph

Quiero tu desvanecimiento, mirar olvidado de distancias, ser dentro, saber desde la piel a un tiempo, devolverte tu sueño, volver a la idiotez suprema, qué bella, qué lejana... aunque ya sea imposible, volar eones de pérdida y dolor, como cuando te arrancaban un triángulo rojo que era tu corazón y tú te echabas a llorar y llegaba mamá y restablecía tu ser, el mundo, tu integridad inviolable, la historia de un instante, el abandono, desaparecer en este mantra del deseo, ignorar todo, el resto, lo otro.

La ausencia.

3 de noviembre de 2005

Dragones y mazmorras

Tenemos poderes.

Yo soy el arquero. Tú eres el mago. Él, claro está, es el acróbata.

Yo disparo –y recibo– flechas de amor. Tú coleccionas chisteras y trucos refinados. Él trata de mantener el equilibrio sobre un puente imposible de palabras.

Nuestro mundo no es infernal, aunque hay sombras.

Es virtual e intensamente real. Es un triángulo escaleno.

2 de noviembre de 2005

Amor y muerte

Abato al animal de amor que soy.

Desde hoy no te aullaré en las madrugadas devorando la niebla bajo tu ventana.

Me alejaré sin un jirón de tu carne en mi boca. Sin una mirada sincera a este animal que te ama.

Tú me convertiste en bestia. Me amamantaste de tu propio pecho.

Me extingo. Seré ave migratoria.

Volver a ti

Isla... Mi isla.

¿Por qué será que siempre te encuentro?

Tal vez porque eres mi refugio de tristeza. Tal vez porque en ti el sol nunca quema.

Te necesito en la misma medida que te rechazo. Eres mi amante más previsible y fiel.

Eres mi territorio de fuga.

Mediodía

Hoy subí a lo alto del acantilado.

El sol coqueteaba entre las nubes. Ahora sí, ahora no...

Me mecí entre recuerdos y fantasías. Como de costumbre.

Empezaron a caer algunas gotas al mediodía. Muy pronto, la tormenta.

No me fui. Necesitaba ser mar.

Hoy

Amanece en la isla.

El sol emerge del mar. La playa recobra lentamente los colores que robó la noche.

Ayer es sólo un sueño. Tan real como lo que esconde el horizonte.

Abro mis ojos a la mañana y siento que hoy comienza todo. Me gusta.