30 de diciembre de 2005

Antonio

Hoy quiero hablar del soñador, del niño
que tan fijamente miraba todo,
Antonio le pusieron por cariño
a un Santo glorificado en el No-Do.

Aprendió que el afluente del Miño
era el Sil, pero nunca hubo modo
de que Antonio supiera hacer un guiño
ni recordara un solo rey godo.

Aunque hubiera sabido de pequeño
lo que cuesta ser mayor, perseguir
los deseos que me nacen del alma,

sé que no habría cambiado ni un sueño
de aquellos que debía reprimir:
prefiero la tempestad a la calma.

Instante

La levedad, los recuerdos contenidos en un instante. Y la fantasía. Todo pesa, como ese quiebro de tu cadera o la caricia que me gustaría darte. Siento, sufro, proyecto diapositivas del deseo en ojos de hombre, en el gris de la acera o el cigarrillo arrojado a un charco; esos espejos que sólo a veces me reflejan. Es el mundo para mí, mi vida. Treinta y un años. Leves, una insignificancia en el tiempo del universo reducidos a este –y este (y este)– instante. Yo, mi cuerpo, una insignificancia en la multitud de cuerpos. El amor, el amor que nos amarra en la deriva. Sin esto que llamamos amor y que es cariño, pasión o –admitámoslo de una vez– necesidad, los días no renacerían uno tras otro. Hermosos o deplorables, breves o inagotables, pero tan únicos...

Porque si cada noche no sueño con la mañana, no llegará.

Porque si cada mañana no recuerdo la noche, no existió.

En este instante, soy.

29 de diciembre de 2005

Poesía laboral

A través de unos ventanales empañados, sucios, entreveo el atardecer. Ha parado en seco el ruido de los paneles de ventilación; sólo entonces me he dado cuenta de que llevaban zumbando todo el día. En esta sala enorme quedamos apenas diez personas, todas con sus ilusiones o recuerdos proyectando imágenes en la pantalla de cada ordenador. Porque me resisto a creer que yo soy el único que no olvida que existe, que no dictamina su muerte poética durante las ocho horas de jornada laboral. Incluso aquí, en esta oficina, la poesía se revela irresistible. Puede habitar, por ejemplo, en todos esos muñequitos de goma que alegran el escritorio de un muchacho en el que hace semanas que me fijo o, también, en ese ruido que no escuché, que nunca escucho, quizás la huella de todas esas realidades que escapan a la percepción, a veces por la basura que se interpone –como ese polvo pegado al cristal– o, casi siempre, porque olvidamos que los sentidos nunca deberían anestesiarse.

Te espero

Tu mirada en erupción
No extingas tu volcán
Yo te esperaré

En el tiempo del amor
Tú me haces esperar
Y sin ti, te espero

Ni a tu lado
Ni en tu ausencia


Eres fuego y tempestad
Pero yo deseo más
Estoy esperándote

No sé vivir
Ni contigo ni sin ti
Ni a tu lado
Ni en tu ausencia


Me quemo en ti
Tu lava fluye sin control
Abrásame y
mátame de amor

Te delatas en tu piel
Te delatas en tu piel
En tu piel
En tu piel
Te delatas en tu piel

No sé vivir
Ni contigo ni sin ti

Ni a tu lado
Ni en tu ausencia

Ni a tu lado
Ni en tu ausencia


(Versión muy personal de una canción que forma parte –como ya mencioné en una letra– de mi memoria y la de muchos, de nuestra vida. Es, a día de hoy, mi versión predilecta para el concierto de febrero. Así que, groupies... ¡os animo a memorizarla!)

28 de diciembre de 2005

1997

Me he acordado de aquel patio de Budapest, de mi desolación que sólo tú abarcabas, que sólo tú podías atenuar, y es ahora cuando entiendo por qué te sentaste a mi lado, por qué pegaste tu hombro contra el mío y comenzaste a hundir una y otra vez las yemas de tus dedos en mi nuca. Jamás un hombre me había tocado así, no lo ignorabas, nunca nadie me había excitado por el tacto, y allí, en aquella escalera, abolido el tiempo y las fronteras, penetrado por el abismo de amor que cavaban tus dedos, mi pecho latió embrutecido hasta el instante en que levantaste tu mano y esbozaste para mí una caricia en el aire. Sólo entonces pude mirarte.

Héroe

Y es que ya no puedo despojarme de mis ropas de calle y anudarme la corbata sin verme el Supermán al revés que disparó mi cerebro cuando supe de tus labios que me habías poetizado en ese acto. Tampoco puedo hallar novela que me transporte a realidades más intensas que las que inventamos juntos, ni otras canciones que las mías para decirte que lo nuestro me emborracha de belleza. No puedo darme a ti sin sentir que tengo dieciocho años y tú eres mi primer chico, que te beso con torpeza y descubro el placer por vez primera, que todavía me asusto de encontrar tu lengua deslizándose en mi paladar. No puedo gritar mi orgasmo sin volverme loco, sin naufragar en los mares vírgenes que se extendían ante mi mirada de adolescente al que le quedaba todo por vivir. No puedo hablar, actuar, ser sin verme con tus ojos, sin que tu amor me rehaga en cada parpadeo como hijo tuyo, fruto del resplandor de una tierra harta de esperar.

Yo soñaba con un chico como yo, y me encontré contigo.

No eres como yo, eres mejor aún.

Eres quien me convierte en el héroe que algún día soñé.

27 de diciembre de 2005

Huracán

Soy el huracán vencido,
ráfaga que murió
en tus ojos,
soy el viento que durmió
en tus muslos,
soy el tornado Atlántico
que mudó en brisa
de camino al Sur,
Sur en tu piel
y tu cabello,
mango en tus labios,
papaya en tus manos
al perfumar mi cuerpo,
piña sabrosa
desjugándose en mi boca,
y este huracán quiere quedarse,
devorar
el tiempo en tu garganta,
tus arterias y tus venas,
este viento del Norte
barrerá tus miedos,
todos tus fracasos,
será la brisa
que te traiga el mar,
el mar de tu infancia.

26 de diciembre de 2005

Si me hundo en tu regazo

Si me hundo en tu regazo,
si me dejo aplastar por tu pecho
siempre blando,
suave y cálido,
redescubro cuánto te quiero;
no soy el hijo que querrías,
me lo has dicho,
pero
si me abrazas,
si me cuentas
el cuento que yo te diga,
si me miras
con tanto amor,
puedo pedirte
perdón,
perdón por ser yo,
poeta o desalmado,
héroe o bellaco,
hijo que en la ausencia
puede amarte
sin borrar su nombre.

El sueño en la arena

Tenías ocho años y nunca le habías dado una patada a una pelota, ni a nada. Eras delicado y ellos lo sabían, fue inevitable que acabaras de defensa en el mejor de los dos equipos para que ni tan sólo esporádicamente recayera en ti la última responsabilidad de un portero. No me detendré en lo que me suscita la evocación de tus pantalones cortos o tu pelo despeinado, sino en el dibujo que hiciste con un pie en la arena: un abanico desplegado, una concha de mar, un arco de anillo de Saturno... quién sabe qué desvió tu atención del terreno de juego a tu huella, qué te hizo arrodillarte y deslizar tu índice sobre el abanico, la concha o el anillo, tumbarte a ras del dibujo y perderte en una nueva ensoñación hasta convertirla en sueño, con el aire empujado por el abanico ondeando en tu rostro, el murmullo de olas encerrado en la concha meciéndote, tu mente de niño volando libre en el espacio hasta posarse en un anillo de Saturno y quedarse allí, lejos de ese campo de recreo donde tus compañeros siguieron jugando sin siquiera despertarte.

25 de diciembre de 2005

Pienso

Muchas veces pienso, cariño, en el silencio que no romperían nuestras voces. Pienso en los poemas que no escribiríamos, las palabras que no expresarían nuestro amor. Pienso en mi ropa sin el rastro de tu perfume. Pienso en el tiempo que suplantaría al tiempo que estamos juntos: las noches en las que ya no encuentro nada mejor que ir a verte y deshacer sábanas y mundos, las mañanas que la luz ilumina violenta para que tú y yo recorramos la ciudad ávidos de vida.

Pienso en la belleza que has creado en mi alma... ¿qué habría en el lugar de esa belleza si no te hubiera conocido?

23 de diciembre de 2005

Animal de escenario

Ayer me llevaste al pub donde a los veintipocos insultabas al mundo con tu belleza. Me mostraste la columna donde te apoyabas, donde dardos de deseo te convertían en San Sebastián para tu público devoto. Recorrimos todos los rincones, pasillos y escaleras, incluso el baño donde cocaína y semen se derramaban por igual sobre los mármoles. Yo sólo dejaba que el espacio me habitara, que el tiempo pasado se condensara en el instante presente.

- Es como un teatro, ¿lo ves?

Si, amor, claro que lo vi, y también era un museo, el museo de tu época de tristeza y erotismo, tus años de alcohol y sexo anónimo, y tal vez por eso, cuando nos besamos contra una pared, tus labios fueron los de cualquier desconocido de la noche en el que inevitablemente se vierte la fantasía del amor. Los labios que representan, que son el hombre. Y cuando empezaste a confesarme un miedo que, ahora te lo digo, intuí desde que habíamos entrado, puse mi mano en tu boca y te arrastré fuera de allí deseando que tardes –que tardemos– mucho tiempo en volver.

22 de diciembre de 2005

Mi amor

Me has hablado de ese chico, casi un niño, que anda detrás de ti. Y yo entiendo a ese admirador enloquecido que te persigue, te toca, te habla con vergüenza de su novia al tiempo que desliza sus ojos –tan bellos en esa foto que os tomasteis– sobre tu cuerpo. Si yo tuviera dieciocho años, cariño, también te adoraría. ¿Qué quieres que te diga? Si algún día te acosa y tú cedes, si sucumbes a su empeño adolescente, puro y salvaje, yo sólo quiero oír el relato de tu voz, esa que me marea escuchar en susurro, saborear su olor en tu piel, retener para mí la belleza que él habrá depositado en ti. Quiero que mis celos de animal-hombre, el amor egoísta que me han enseñado a tener, se deshaga en tus labios.

21 de diciembre de 2005

Esa calle

Hoy pasé por la misma esquina y no estabas, como siempre que desde aquel día te busco en vano apoyado en la pared, sosteniendo un mini de cerveza, charlando con tus amigos. Si te volviera a ver puedo prometerte que te recordaría. Llevabas una bufanda de fútbol, y eras el chico más guapo de la calle. Nos miramos, fueron sólo unos segundos, suficientes para saber que yo te gustaba a pesar de lo improbable, que a lo mejor podía haber algo más perenne que esa mirada furtiva, pero no me detuve ni tú te separaste del grupo. Me volví y, cómo no, tus ojos seguían allí. Sólo logré sorprender un gesto con todo tu rostro que quería decir: qué pena... Qué pena, sí, o tal vez qué hermoso dejar que tu recuerdo puro, sin desenlace, se apodere de cada uno de mis paseos por ese barrio, por esa calle.

20 de diciembre de 2005

Nuestro viaje

Qué bello. Qué viaje nos aguarda. La felicidad es compartir, como dijiste el otro día ante ese paisaje que, infinito, latía tras el parabrisas. Compartir todo, añado yo. Compartir todo lo que el viaje nos traiga, incluso lo que antes, con otros amantes, nos dio tanto miedo compartir: las dudas, las debilidades, las nostalgias, tal vez relatos de otras pieles mientras yo acaricio la tuya o tú la mía. Porque lo horizontal, cariño, fue, es y será nuestro territorio de amor.

Ítaca puede esperar.

Fantasía romántica

Esta mañana no has venido, y mis paseos por la sala ya no son excitantes. No, no es que tenga ninguna fantasía romántica contigo, pero admito que me da morbo –incluso ternura– tu mirada de soslayo cada vez que desfilo (sí, no te lo niego) delante de tu escritorio. A veces nos hacemos los duros y simularnos ignorarnos, pero sabemos que así saborearemos más intensamente la próxima vez que nuestros ojos se devoren. Eres más joven, no creo que hayas estado con chicos, y quizás por eso me gusta especialmente este juego.

Esto sí te sorprenderá: una noche soñé contigo... ¿Una fantasía romántica? Admito que puede ser, ¿cuáles son los límites entre erotismo y amor? ¿O es que a quien ahora quiero no empecé deseándole? ¿Acaso no laceramos nuestros cuerpos hasta que exhalaron amor? Sólo sé, querido desconocido, que esa noche imaginé tu piel más suave y tu sonrisa más dulce, que respiré tu olor y me evocó el aroma de aquel que me enamora.

19 de diciembre de 2005

Vértigo

Aquel vértigo que tanto temía
hoy me arrastra, me hace palpitar,
yo que habitaba la melancolía,
soy el hombre que te desea amar.

Lo nuestro empezó en verano, un día
que ahora me enternece recordar:
tu timidez pueril que te impedía
naufragar hasta hundirte en mi mar.

Mi amigo, mi piel hermana, mi amante...
¿qué importa la palabra si a tu lado
siento que nace mi yo más profundo?

Escapas, vuelas en pos del instante
que escapa, que vuela, león alado
que rasga el velo entre sueño y mundo.

Felicidad

Llegamos a la colina del castillo. Llevaste el coche lentamente hasta el borde de la esplanada, apagaste el motor y pusiste una canción. Una guitarra desnuda y una voz verdadera cantando al Sur (el de tu país, como dices siempre), y nuestra mirada dormida en la llanura castellana, los olivos y matorrales, el tiempo congelado. Mirando al Sur. Me volví a ti intuyendo que ibas a decir algo, y las palabras brotaron en llanto de tus labios, de tu alma: “Esto es la felicidad para mí”. Tomé tu cabeza en mi regazo, hombre hermoso, y me contuve para no decirte que para mí también eso era la felicidad.

18 de diciembre de 2005

Primer concierto

16 de diciembre de 2005

Pánico

La frontera entre sueño y pesadilla ha surcado mi pecho esta madrugada. Una fantasía cálida, de sensaciones conocidas, dio lugar a una espiral de separación y muerte. Despertar no alejó el terror, y pisar las calles heladas del amanecer fue recorrer un laberinto inerte, el laberinto donde se pierden los transeúntes cuando Madrid nace cada mañana de invierno. El dolor caminaba conmigo, el miedo a perder a quien amo me ahogaba en mi huida. Sólo al entrar en el metro recobré la pertenencia a este mundo, reconocí los carteles, las escaleras mecánicas, el andén... Un hombre se fijó en mí, me hizo el amor con la mirada durante una parte del trayecto. Supongo que no pude esconder mi necesidad de algo parecido a eso, aunque sus ojos no fueran los que sudaron pánico en mi pesadilla.

15 de diciembre de 2005

Soneto al poeta que vive en mí

Hace poco que sé que soy poeta,
la verdad es que estoy muy sorprendido,
yo que me creía un simple esteta
ahora soy un vate enloquecido.

Hay un chico muy guapo que me reta
con hermosos versos de amor cautivo;
para su dolor no tengo receta,
pero me encanta ser su amante esquivo.

Cariño, sabemos que no hay salida
de esta cárcel de melancolía,
lo nuestro es imposible morfema.

En mi poesía me va la vida
y en la vida me va mi poesía...
¡es que cada día es un poema!

14 de diciembre de 2005

Soneto al niño que vive en mí

Ya de pequeño era pensativo,
tengo muchas fotos que lo revelan:
asustado y consciente de estar vivo,
uno de esos niños que recelan.

Sigo siendo un tipo reflexivo,
mis ojos a mi mundo siempre apelan,
y no veo nada definitivo
mi frágil pacto con los que no vuelan.

Hoy, he vuelto a ver aquellas instantáneas,
he comprendido al niño que era,
el niño de ojos tristes y bellos.

A pesar de muchas dudas momentáneas
quería mis propias alas de cera,
ser Ícaro en busca de destellos.

Saber hacer

Hay quien sigue creyendo en el trabajo bien hecho. Quien por ese trabajo demanda, simplemente, lo que vale.

Es reconciliador encontrar, por ejemplo, una casa de comidas donde los platos son servidos con amabilidad, incluso cariño, donde los ingredientes se adivinan seleccionados y la preparación en su justo tiempo, donde no soy expulsado una vez he terminado el postre. El acto necesario de comer, de ingerir alimentos, puede recobrar allí su condición de sosiego, de momento para la retrospección. Cuando pago la cuenta, siento que el intercambio ha sido justo.

Me ocurre lo mismo con las librerías regentadas por amantes de la literatura, personas que desean transmitir su pasión a quien traspasa la puerta. Entrar en un lugar donde uno intuye verdad, amor hacia los libros, me hace recuperar sensaciones olvidadas, descubrimientos adolescentes de novelas que cambiaron mi vida. Muchas veces la ordenación no es alfabética, más bien desvela lentamente sus claves si se presta un poco de atención. Puedo preguntar por un autor o pedir consejo para elegir entre un libro y otro, aunque al final termine llevándome ambos. Puedo demorar mi mirada sobre los estantes, hojear ejemplares sin temor o, simplemente, dejarme llevar por esa atmósfera y soñar que un día alguien podrá preguntar por mí y el librero le dirá que sí, que tiene mi libro.

La lista es extensa: luthiers, fruterías, droguerías, pequeñas tiendas de música... Yo tiro la primera piedra: confieso que la prisa, la comodidad o la pereza me hacen comprar a menudo en grandes superficies. Demasiado fácil, demasiado tentador poder cenar, comprar un recambio de papel higiénico y un libro en un mismo lugar. Es perverso, tiene ese aroma de modernidad del que a todos nos gusta impregnarnos. Nos esclaviza, nos convierte en títeres. Mi apuesta personal es claudicar sólo cuando sea estrictamente inevitable. Y es que creo, con la mano con el corazón, que casi siempre claudico demasiado pronto.

10 de diciembre de 2005

Sinaia

Hojas secas flotan en el suelo llevadas por el viento. Mi soledad buscada. El silencio de pasos, voces, trinos de pájaros y el viento... ¿no lo oyes? Un sitio cualquiera, si quieres siempre el mismo, pero siempre distinto. Hoy queda un día menos para la hora de mi muerte. Querré que estés a mi lado para decirme que tanta tristeza, amor, alegría, ilusión, llanto y demás sentimientos que se perderán, merecieron un poquito de eternidad. ¿Por qué aquí? ¿Qué caminos habré dejado atrás y adónde me llevarán los que he tomado hoy? Seguro que ahora estás en otro lugar, y yo podría estar allí. ¿No enloquecería si llevase ese leve pensamiento más lejos? ¿Cuántas veces te habré rechazado sin quererlo? ¿Por qué lo hice? Quizás por elegir una calle cualquiera y no otra en cualquiera de las ciudades o por pararme a mirar un escaparate mientras tú no te detenías para conocerme y amarnos hasta que el hastío...

Llueve en la estación, un enorme bosque llena la ventana de mis ojos inundándola de verde. Pocas cosas son tas bellas como una tormenta en una estación en la que probablemente solo estaré una vez en mi vida.

Ésta.

                                                                      25 de julio del 97

Cuando el niño lloraba

Cuando el niño lloraba
ya no era una de aquellas gotas,
veía el mar en calma
y evocaba sus olas
latiendo en tantas imágenes rotas.

9 de diciembre de 2005

Tú y yo

Tú y yo estrellas gemelas
bailando el tango del amante alado,
gira la doble estrella
en un tiempo lejano,
tú y yo polos del astro enamorado.

Tu cinturón, mi boca

Tu cinturón, mi boca:
rozan mis labios tus vaqueros rotos,
no llevaría tu ropa,
o tal vez en el fondo
me atrae tanto sentirte remoto...

7 de diciembre de 2005

El amor es batir de alas

El amor es batir de alas,
y esta tarde he volado
bajo lluvia de tormenta
ametrallando el asfalto,
era un ruido de amor roto,
o tal vez eran mis manos
arrancándome las alas,
pero yo sigo soñando
en una vida contigo,
y siempre, siempre volando.

Auto-reflejo

Me reconozco en el chico
que siempre cierra los ojos,
el que bulle en pensamientos
y se toma en serio todo,
el soñador que imagina
sus improbables recuerdos,
el que emborrona libretas
con garabatos y versos,
el hombre que no confiesa
su amor por ti, su locura,
el que acaricia tu cuerpo
bajo sábanas de luna.

4 de diciembre de 2005

Contra el olvido

Me he despertado y he recordado aquella carta, más concretamente una frase que entonces descargó su fuerza sobre mí, tan inclinado siempre a la fuga, porque entonces, cariño, quería huir contigo y sólo contigo, transitar caminos que tú y yo convertiríamos en nuevos, como descorrer cortinas en amaneceres nevados o escaparnos al nacer la noche en busca de luciérnagas, evocar todo aquello me hipnotiza, pero la urgencia por recobrar esa frase ha podido arrancarme de la cama, de ese mundo, el nuestro, que una vez más revisitaba, y me he lanzado sobre el escritorio y pronto los cajones han derramado su memoria por el suelo: fotos, cuadernos, objetos mínimos, postales, cartas... la que buscaba ha aparecido cuando daba por perdido el recuerdo, pero tu sobre azul ha asomado su esquina debajo de un envoltorio de hamburguesa, aquellas que degustábamos con secreta maldad antes de pasar la tarde en uno de esos cafés donde nos creíamos bohemios, y al extraer el papel mis ojos han devorado el contenido, y entre todas esas palabras que intentaban poner nombre a lo que entendíamos por intuición y amor, he encontrado las que me habían arrastrado a ese instante: ¿Quién soy yo para que me hayas elegido en tu deriva?

3 de diciembre de 2005

Detenido

Detenido,
el hombre busca su verdad
en el vértigo de la piel
contra la piel,
en el falso amor de un beso
contra unos labios
demasiado hermosos para rechazarlos,
de un pecho
demasiado viril para no buscar mi latido
en tu latido,
mi sed de amor en tu lluvia de versos,
mi deseo y tu deseo
equipaje de nuestra huida
como basura que arrastra el viento
en las calles que habita el otoño.