16 de diciembre de 2005

Pánico

La frontera entre sueño y pesadilla ha surcado mi pecho esta madrugada. Una fantasía cálida, de sensaciones conocidas, dio lugar a una espiral de separación y muerte. Despertar no alejó el terror, y pisar las calles heladas del amanecer fue recorrer un laberinto inerte, el laberinto donde se pierden los transeúntes cuando Madrid nace cada mañana de invierno. El dolor caminaba conmigo, el miedo a perder a quien amo me ahogaba en mi huida. Sólo al entrar en el metro recobré la pertenencia a este mundo, reconocí los carteles, las escaleras mecánicas, el andén... Un hombre se fijó en mí, me hizo el amor con la mirada durante una parte del trayecto. Supongo que no pude esconder mi necesidad de algo parecido a eso, aunque sus ojos no fueran los que sudaron pánico en mi pesadilla.

7 comentarios:

lopezsanchez dijo...

¿Quién no ha deseado, en sus peores momentos, algo de cariño de un desconocido?

Anónimo dijo...

Supongo, inquilino, que es humano desear un cariño ajeno, aunque el mejor cariño sea el conocido, ése que se reinventa en cada beso, caricia o abrazo.

lopezsanchez dijo...

¿Nunca has tenido un ataque de llanto en medio de una multitud de desconocidos? ¿Nunca has sentido cómo la angustia se te escapa por tu boca por más que intentas reprimirla?

Anónimo dijo...

Siempre fui bueno reprimiéndome, así que no he tenido ataques de llanto o angustia frente a desconocidos, sí frente a íntimos o en soledad.

lopezsanchez dijo...

Afortunado tú, entonces, que no has sentido la angustia absoluta, que no te has visto fagocitado por la desesperación.
O, al menos, si lo sentiste, pudiste compartirlo. No todos tienen esa suerte. Y no necesariamente porque estén sólos. A veces lo que nos oprime es un secreto terrible.

Anónimo dijo...

Siento que te oprima o haya oprimido un secreto terrible.

Yo he tenido etapas de angustia permanente, pero casi siempre tuve a alguien que me escuchó, que me sostuvo. Quizás porque mi problema, o secreto, por mucha angustia que me causara, no era tan terrible como para no poder compartirlo con absolutamente nadie.

Anónimo dijo...

Brindemos, pues, por la buena suerte!