30 de diciembre de 2005

Instante

La levedad, los recuerdos contenidos en un instante. Y la fantasía. Todo pesa, como ese quiebro de tu cadera o la caricia que me gustaría darte. Siento, sufro, proyecto diapositivas del deseo en ojos de hombre, en el gris de la acera o el cigarrillo arrojado a un charco; esos espejos que sólo a veces me reflejan. Es el mundo para mí, mi vida. Treinta y un años. Leves, una insignificancia en el tiempo del universo reducidos a este –y este (y este)– instante. Yo, mi cuerpo, una insignificancia en la multitud de cuerpos. El amor, el amor que nos amarra en la deriva. Sin esto que llamamos amor y que es cariño, pasión o –admitámoslo de una vez– necesidad, los días no renacerían uno tras otro. Hermosos o deplorables, breves o inagotables, pero tan únicos...

Porque si cada noche no sueño con la mañana, no llegará.

Porque si cada mañana no recuerdo la noche, no existió.

En este instante, soy.

1 comentario:

León Sierra dijo...

y, claro, no lo neguemos... menos cuando es el mañana, un mañana que pende del instante, cuando más palabras nacerán, como caricias, como viento, como amaneceres intensos... depende del intante (de hoy)...