26 de febrero de 2008

Juno

Juno es una película imperfecta, no se puede negar. Está afectada por una estética y dirección profundamente indie que por momentos anega a los personajes y nos aleja del corazón de la historia. Sin embargo, milagros del cine, en su desenlace tiene la capacidad de emocionar hasta que nace un nudo en la garganta y se desata en lágrimas.

Fotograma de Juno
¿Cómo es que, aparte de su final, funciona "Juno" a pesar de unos diálogos pretendidamente ingeniosos pero no siempre con la brillantez necesaria? Pues porque entre tanta frase resonante respiran personajes extraordinariamente interpretados por todos los actores, personajes con conflictos universales como el primer amor, el amor que ya es rutina, o las ilusiones malbaratadas. Y estos temas sí están tratados con precisión y hondura. En ese sentido merece una mención especial la música, convertida en otro tema de la película, que tanto contribuye a entender a esas personas solitarias que se acercan (o se enamoran) gracias a una afinidad tan simple como una canción.

Juno es una chica de dieciséis años que queda embarazada en su primera vez. El hecho de que en el último momento decida no abortar no es suficientemente explicado, simplemente de pronto le aterroriza la idea de que el feto en su vientre tiene uñas. Por mucho que su madrastra se dedique a la manicura, la impresión que queda es de arbitrariedad, como si a la guionista no le hiciera falta un pretexto para introducir el primer "punto de inflexión" de la historia y que desencadenará todas las tramas que la pueblan. No importa, nos lo creemos porque queremos ver qué le pasa a esa niña durante el embarazo y, más tarde, cómo se resquebraja la aparentemente perfecta felicidad del matrimonio al que decide dar el bebé en adopción. En realidad, esto último es lo que más me gusta de la película, y los momentos en que el futuro padre y Juno aparecen juntos en pantalla resultan los más poderosos, los más intrigantes, los más cargados de eso tan resbaladizo que es la atracción por lo imposible.

Fotograma de Juno
De cualquier forma, pese a estas o cualesquiera otras disquisiciones que puedan hacerse sobre "Juno", es el final y su verdad desnuda sobre qué es el amor, quién es la persona con la que uno podría pasar el resto de la vida, lo que se impone sobre el resto de la película, se levanta sobre sus aciertos y desaciertos, y se erige como una de las secuencias finales más estremecedoras de los últimos tiempos. Extrañamente (¿será por contener una canción?) yo la asocio en mi mente con la que cierra "Antes del atardecer": un the end que no lo es. Suspendido, eternamente bello.


"Juno", o la perfecta imperfección.

Sin tu latido

Hay algunos que dicen
que todos los caminos conducen a Roma
y es verdad porque el mío
me lleva cada noche al hueco que te nombra

y le hablo y le suelto
una sonrisa, una blasfemia y dos derrotas;
luego apago tus ojos
y duermo con tu nombre besando mi boca.

Ay, amor mío,
qué terriblemente absurdo
es estar vivo
sin el alma de tu cuerpo,
sin tu latido.


Que el final de esta historia,
enésima autobiografía de un fracaso,
no te sirva de ejemplo,
hay quien afirma que el amor es un milagro

que no hay mal que no cure
pero tampoco bien que le dure cien años;
eso casi lo salva,
lo malo son las noches que mojan mi mano.

Ay, amor mío,
qué terriblemente absurdo
es estar vivo
sin el alma de tu cuerpo,
sin tu latido.


Aunque todo ya es nada,
no sé por qué te escondes y huyes de mi encuentro.

Por saber de tu vida
no creo que vulnere ningún mandamiento;
tan terrible es el odio
que ni te atreves a mostrarme tu desprecio,
pero no me hagas caso,
lo que me pasa es que este mundo no lo entiendo.

3 de febrero de 2008

Galope

Esto no te lo dije al oído cuando volvíamos a casa en autobús, cuando estallaba la tensión en mi pecho sin que tú te dieras cuenta, cuando te miraba y me daban tantas ganas de acariciar tu mejilla y susurrarte: "Eres tan bello".

Pero he callado, he girado mi cabeza y he clavado mis ojos en la butaca de delante hasta lograr domar mis labios.

Ahora se han desbocado, ¿los oyes galopar?