28 de diciembre de 2014

Still ill

Siempre he renegado de mi adolescencia. Ha sido obvio catalogarla como una etapa de negación, de imposibilidad, de cárcel que me aislaba del MUNDO. Así, con mayúsculas. O más aún: de la VIDA. Yo era un chico que se encerraba en su habitación y escuchaba música a todo volumen como otros pueden rezar o ver la tele todo el día. Primero fueron los Héroes del Silencio, luego los U2 de Achtung Baby, el britpop, el grunge o, a destiempo, pero taladrándome el alma para siempre: The Smiths.


No vivía lo que yo creía que era la vida, solo la imaginaba a través de las letras de canciones que cantaba a grito pelado en la oscuridad de mi habitación. Un día yo sería el protagonista de esas historias: viviría en otro lugar, me enamoraría, pasearía por la noche bajo la lluvia con restos de basura arrastrados por el viento. 

En pocos días cumplo cuarenta años. He vivido, ciertamente. Puedo contar muchas historias, de hecho las he contado en poemas, canciones o relatos. La vida me ha dado oportunidades y he hecho lo que he podido con ellas. He acumulado y sigo acumulando anécdotas que harían abrir la boca de admiración a bastantes personas.Y sin embargo, siento haber perdido todo por el camino.
I spoke about wings, you just flew.
I wondered I guessed and I tried, you just knew.
I sighed... you swooned.
I saw the crescent, you saw the whole of the moon.


Sí, pienso en el adolescente que era, completamente inundado por la ilusión de un mundo donde encontraría las emociones que por entonces solo vivía a través de la música y más tarde la literatura. Pues bien, Antonio de quince años que en este momento, en un lugar privilegiado de mi recuerdo, escuchas "This Charming Man" o "So Young", déjame decirte algo: no crezcas nunca. Nada de lo que vivas podrá igualar el estallido de un verso de aquellos que gritabas, te ensuciarás del mundo, tu tristeza será devastadora cuando te toque sufrir. Nada hay más eterno que tus sueños, lo real es irremediablemente fugaz. Te encontrarás en situaciones sórdidas que te harán avergonzarte. Harás daño, te harán daño. Amarás y odiarás, y nada de todo eso será tan importante cuando pase el tiempo suficiente. Viajarás a lugares que nunca imaginaste, pero siempre querrás regresar a un hogar que nunca acaba de serlo. El mundo allí afuera de tu habitación está lleno de espejismos. y lo peor es que muchos de ellos lograrán engañarte. Perderás la ilusión, Antonio, y cuando la recuperes no tendrá la misma fuerza que ahora que, en otro recuerdo, devoras "Las Olas" de Virginia Woolf o "El Retrato de Dorian Gray" de Oscar Wilde. Quieres ser Dorian Gray, lo sé, pero recuerda que el espejo se rompe en mil pedazos y Dorian muere porque Dorian no puede ser real.
Under the iron bridge we kissed.
And although I ended up with sore lips,  
it just wasn't like the old days anymore. 
No, it wasn't like those days. 
Am I still ill ? Oh...


Pero debías crecer, claro. Debías quemar los años y llegar hasta aquí, hasta esta noche en la misma habitación donde escuchabas toda aquella música o leías los libros que te preparaban para ese día en que la vida te enseñaría a entender todo eso que tan solo intuías, deseabas. Querría abrazarte con todas mis fuerzas, querría decirte que no debes sentirte infeliz porque este Antonio que te habla te echa de menos. Echa de menos toda tu ingenuidad, tu pureza, tu miedo incluso.

Porque tu miedo era real.

16 de diciembre de 2014

Crónica de una breve ausencia

Me devuelves las llaves, me tengo que ir.
Una copa mejor para otra ocasión.
Lo siento por la cena, de verdad me gustó.
Es que es tarde y en fin, qué se yo.
 
Que si tengo un par de minutos, quizás.
Aunque no sé qué más me podrías contar.
Mejor vete a la cama, que me siento culpable.
Y no hay nada que me siente peor. 

Una crónica de los días transcurridos desde mi anterior entrada, una crónica sincera, exigiría un nivel de exposición de mi intimidad al que no estoy dispuesto a llegar en esta nueva etapa. Toda intimidad propia se acaba filtrando en la intimidad de los otros, y eso marca el límite. Dicho esto, nada me impide afirmar que he avanzado en el proceso de, no sé cómo llamarlo: ¿encontrar el sentido que quiero dar a mi vida? Algo así, supongo.

He ido al concierto de Owen Pallett, a la fiesta-show del cumpleaños de Alberto, he tenido mi dosis de soledad musical, seriéfila, cinéfila... Un poco de todo. Ayer además tuve día de vacaciones, un lunes casero que da buena cuenta de esa dosis audiovisual con pizza, cerveza y manta. En fin, días que se suman a un periodo que tampoco sé cómo definir del todo, ni cuánto durará, ni a qué dará lugar. Solo sé lo que quiero: salir más fuerte, seguro, sereno.

Hay temas que me rondan por la cabeza, pero sobre todo uno: el papel del sexo en el ecosistema gay que habito. Que sea un tema ahora es fruto de cumplir en breve los cuarenta y de volver a estar solo, no se me escapa. Incluso, ambos motivos tienen una cierta conexión aunque hoy no vaya a extenderme en eso. Respecto al sexo entre gays en Madrid (la realidad de la que mejor puedo hablar), mi certeza es que es su protagonismo en tantas vidas aniquila muchas opciones individuales y colectivas. La naturaleza efímera de esos encuentros sexuales se ajusta de maravilla a las expectativas de quienes se aparean, es innegable, pero al mismo tiempo los esclaviza y limita esas expectativas a un microuniverso de éxtasis y vacío. Lo digo yo, que aunque nunca he sido especialmente promiscuo, sí he tenido mis rachas. Por un lado, lo entiendo: es la vía de salida de un largo tiempo de opresión. Lo absurdo es el extremo al que hemos llegado como comunidad (si se puede decir tanto, que tampoco lo creo), ya sea entre individuos sin o con pareja, pilar social cada vez más volátil pese a que incluso los más enganchados a las apps de contactos se aferren a él. Por otro lado, cómo afrontar los problemas del sexo en mi propia relación fue un reto en el que fallé muy recientemente. Es por eso que el tema se impone en mis reflexiones sobre otros que quizá tengo más claros en este empeño de (re)definir mis auténticas necesidades, mis deseos, las prioridades que van a marcar mi futuro más próximo. Es una aventura muy recomendable, aunque no una para los débiles de espíritu.

Acabo con una canción a la que he llegado tarde, aunque nunca sea tarde para un puñado de cosas en esta vida: aquellas que permanecen sin importar el cómo o el cuándo. Yo querría creer que algunas personas poseen esa rara cualidad. De pequeño, eran los árboles de hoja perenne los que me interesaban. Los de hoja caduca me parecían previsibles en sus sucesivas etapas, poco había que admirar en ellos. Los de hoja perenne, por el contrario, aprendían a sobrevivir con el paso de las estaciones, era justamente su permanencia lo que les daba la posibilidad de cambiar y, al mismo tiempo, ser fieles a su esencia.


Porque lo fácil es mudar de piel. 

11 de diciembre de 2014

Mr. Blue

Hay algo que debería haber contado cuando retomé este blog hace más de una semana ya: si estoy aquí, ha sido por @eurocero. No es simplista afirmar que, sin nuestras recientes charlas virtuales y que dieron (inexplicablemente) lugar al intercambio de direcciones de nuestros blogs abandonados, yo no estaría escribiendo de nuevo en el mío. El suyo está enlazado en la columna de la izquierda, tal vez un día esos seis años sin vida den lugar a algo nuevo, tal vez no, pero en todo caso a mí me afectó profundamente revivir a través de su mirada aquel tiempo, una mirada con la que nunca me crucé por aquel entonces y que ahora, en retrospectiva, me hacía percibir distintos matices de aquella realidad: otros espacios, otras experiencias que puedo entender a la perfección, pero que no fueron las mías y que me provocaban la misma o más curiosidad que si estuvieran aconteciendo hoy.

Esa fue la clave: la vividez. Y todo por un formato, el blog personal, que ha quedado en desuso y que, sin embargo, tenía la perfección de la falta de límites, de la escasa relevancia de otra cosa que no fuera la expresión necesaria. Su blog era discreto, como lo es él. Había que ser paciente, leerlo con la calma que ahora hemos perdido, para ir destilando la imagen de quien lo escribía y que definía una persona sensible, que dejaba fuera más de lo que permitía entrar, con un gusto musical exquisito. No había florituras, solo una prosa correcta y fiel a la realidad que describía. La realidad de lo cotidiano, nada de sueños, solo lo que (le) sucedía. Pero jamás banal, jamás superficial, ni siquiera frívolo (o si lo era, siempre con inteligencia). Fue así que, leyéndole, me di cuenta de que este era el momento de superar las últimas generaciones de redes sociales y volver a las esencias. Si se me permite: Fuck it all. Y aquí estoy.

He sumado una gran persona a mi vida. En el reino de lo real, Juan ha confirmado la imagen que me había formado y eso es lo mejor que puedo decir de él. Tenía referencias que lo dibujaban como alguien distante, callado, estúpido incluso. No me amedranté, la de veces que lo parezco yo... Y no puedo alegrarme más de que, ya que no nos encontramos en el loco Madrid de finales de los cerentas (sobre todo porque para mí no fue un Madrid tan loco), en aquella "época dorada" del blog justamente, nos hayamos encontrado ahora. Como reza mi lema vital: siempre llego tarde a todo. Lo de "pero llego" o "pero tarde" ya depende de la ocasión y el estado de ánimo.

Y acabo con Bunbury porque nos hemos prometido cantarlo (imitándolo, no hay otra forma) un día de estos. Y Morrissey, por supuesto que también Morrissey. Pero es que con Bunbury me pasa como con este blog: viaja conmigo, lo he tratado de ocultar porque es un placer culpable, pero ahí continúa para permitirme reencontrarme conmigo mismo cuando me reencuentro con él. Como los mejores placeres.

Desde hoy no temas nada, no hace falta ya, todo se fue con el huracán. Nada queda de las vueltas que el tiempo nos dio, todo se fue con el huracán.

10 de diciembre de 2014

Almas gemelas

Ayer me reencontré con un antiguo compañero de portugués del Instituto de Idiomas de la Universidad de Zaragoza. Se llama Sergio, es médico anestesista y vive en nuestra ciudad de origen (que él, al contrario que yo, nunca ha dejado de considerar su ciudad) tras haber ejercido unos años en Barcelona. No le veía desde junio de 1999, que el lector haga las cuentas.

¿Él era el mismo? ¿Buscaba yo algo en esa certeza? La verdad es que era el mismo, sin matices. Conserva esa ingenuidad y esa integridad que ya quisiera para mí. Es de ese tipo de personas en quienes podrías confiar tu boleto de lotería recién premiado. Y así creo contestar a ambas preguntas.

Es un gran hablador, lo cual me ahorró tener que dar detalles de ciertos trechos de mi vida. Supe qué le había llevado exactamente de aquella despedida de primero de portugués a esta cafetería VIPS de metro Bilbao donde me contaba su vida y me invitó a comer. El resumen es que se ha casado con una mujer maravillosa, con carácter, brasileña, a la que conoció por Internet y que es, en sus propias palabras, "su alma gemela". Le pregunté por qué, y efectivamente fue desgranando las razones que cualquiera de nosotros daríamos para explicar tal afirmación. Él era feliz soltero, de los que no se aburría ni un minuto ni se sentía incompleto como persona, pero con ella es aún más feliz. Todo lo comparten, en todo están de acuerdo, se adoran.

Sí, Sergio, te envidié. Tú me ves como un tipo interesante, creativo, libre. Sin embargo, quien es feliz eres tú. Yo lo he sido, sé lo que es, no hace tanto que lo he vivido. Ahora no, y ya sabemos que ninguna felicidad dura, pero ayer, al despedirte en la estación de autobuses, de camino al metro me sentí alguien que sigue intentando llegar al lugar que tú ya habitas.



Madrid me pareció un lugar donde se busca demasiado.

8 de diciembre de 2014

Esta es mi generación

En varios momentos de la entrevista de Pablo Iglesias a Iñaki Gabilondo que ayer, domingo 7 de diciembre, fue colgada en Youtube y que inserto al final de esta entrada, me he emocionado. No es solamente haber vuelto a recordar el horror del 11-M o saber que en aquella manifestación del 13-M frente a la sede del PP compartí mi furia expresada a grito pelado con el ahora Secretario General de Podemos.Es asombrarme ante la voz sabia de quien ha atravesado la época más decisiva de la historia reciente de España, incluyendo el presente del cual es uno de los más lúcidos analistas. Es adquirir un poco más de perspectiva, siempre insuficiente, para entenderme a mí mismo y entenderme en relación con los demás, desde quienes tengo más cerca en la distancia y en el corazón a quienes, como mis padres, siento y he sentido mucho más lejos de lo que están realmente.

Me encuentro en esa etapa de mi vida en la que, con suerte, me queda tanto por vivir como lo que he vivido. Me siento tan a vueltas de muchas cosas como desorientado ante lo que (me) sucede. La mía ha sido la generación que se ha adaptado de la ausencia total de la informática en nuestra cotidianidad a la omnipresencia y necesidad de la misma, todo ello en una España que transitaba de la excitación democrática plasmada en la victoria del PSOE de Felipe González en 1982 al estercolero, la putrefacción, la muerte de ese proyecto que con tanta precisión certifica Iñaki Gabilondo en la entrevista. Sí, me ha emocionado escucharle, contemplar su mirada azul todavía joven pese a las bolsas y las arrugas, su encuentro cara a cara con quien quizá está llamado a ser el nuevo Felipe de nuestros tiempos. Iñaki sabe, aunque no se lo dice a Pablo, que por desgracia fracasará en muchos extremos, habrá imperfección en su ejercicio del poder y puede que un día sea tan denostado como hoy lo es, merecidamente, ese consejero de Gas Natural que cobra más de 80.000 euros por conferencia.

Al final, se trata de haberme reconocido en unos valores que cuesta encontrar cada vez más, encarnados en personas como Iñaki Gabilondo que en un momento no muy lejano en el tiempo dejarán de estar aquí. Sentir que mi generación tiene mucho más en común con la suya que con la de los adolescentes de hoy, cuyos recuerdos se circunscriben al s. XXI y no conocen ni siquiera los acontecimientos más importantes de ese tiempo (que a la velocidad que imprimen las redes sociales, cada vez queda más obsoleto) que otros vivimos y nos constituye.

7 de diciembre de 2014

Don't I know you, my love?

Hoy es uno de esos días en que tendría mucho que contar. No porque haya hecho nada especial, sino más bien por lo contrario. Todo el día me he refugiado en la cama mirando cosas en internet como un par de entrevistas de La Tuerka de Pablo Iglesias, escuchando Owen Pallett por el concierto al que voy el próximo viernes, viendo cine, etc. Me gusta pasar mi tiempo de ocio así, sin embargo la perspectiva de un largo puente más bien solitario (no vuelvo a trabajar hasta el miércoles) me genera cierto –digamos– desasosiego, y eso es lo que necesito poner en palabras.

Sigo teniendo una cierta aprensión a abrirme definitivamente al mundo, a exponerme a lo que venga, aunque haga ya más de dos meses que estoy solo, que vivo solo, que nada me impide ser libre bajo ningún prisma por el que se mire. Es así, y escribirlo aquí creo que ya tiene valor en sí mismo. Claro está que es lógico que haya un periodo de duelo en el que uno no deba exponerse a situaciones emocionalmente complejas porque lo más probable es que se dañe a sí mismo y a los demás. Tampoco me apetece ni lo deseo. Además, me ha ocurrido algo que, sin ser nuevo, nunca había asumido con tanta certeza: un rechazo total al sexo fácil, rápido, anónimo, a todo sexo que no vaya respaldado por una historia. Parece reaccionario, me importa realmente poco que lo parezca o que lo sea, pero mi experiencia en octubre me llevó rápidamente a esta conclusión. Tampoco es que este tema me preocupe, creo que lo más importante para mí ahora es poder dejarme llevar de forma natural hacia donde tenga que llegar: ante todo, estar en paz conmigo mismo. Pero me está costando, y me preocupa porque sé que la parálisis no cumple ningún propósito, me aboca a un exceso de reflexión inútil y, sobre todo, me desplaza de "el aquí y el ahora" que todos debemos habitar porque es todo lo que hay.

Debo admitir que si esto en vez de "público y personal" fuera "privado y personal", diría mucho más. Hay un párrafo completo que he dejado afuera hoy, a la mañana siguiente, lo cual también me hace gracia porque solía hacerlo mucho en mi anterior etapa activa de este blog: corregir, matizar, censurarme en definitiva. Y es que toda libertad tiene sus límites. En fin, después de esta terapia tentativa, termino con una canción que estuve escuchando todo el fin de semana pasado y que además no podría venir más ad hoc en esta entrada.

5 de diciembre de 2014

En el camino

Este ha sido un año muy desequilibrado, más bien negativo. No es mi propósito aquí hacer un balance ni explicar lo que he aprendido. Lo que sí quiero es contar que ya casi llegando al final de este 2014, empiezo a tener en todos los frentes algo de estabilidad y a veces, incluso, alegría.
 
Por un lado, pese al desenlace de nuestro propio "Who's afraid of Virginia Woolf?", estoy encontrando una armonía con Alberto que francamente necesito. Más allá de si ese desenlace será definitivo o no, su luz es vida. No me puedo pensar sin él, es una persona con la rarísima cualidad de hacerse imprescindible a poco interés que uno se tome en conocerle, en descubrir su belleza. Su capacidad de dar amor es algo que yo nunca había conocido, me mata. Su mirada, sus gestos, su forma de hablar son la marca de su verdad, su pasión, su sensibilidad. Limpiar nuestra relación de los malos momentos de este año está suponiendo un esfuerzo sobradamente recompensado.
 
Por otro lado, en lo laboral he encontrado un lugar donde me siento a gusto, donde aprendo y donde tal vez podría quedarme algunos años si no fuera tan inquieto y si, por qué no reconocerlo, pudiera obtener un aumento de sueldo que considero merecido. En todo caso, haber vuelto a la programación ha sido no solo menos traumático de lo que pensaba, sino que me he sorprendido disfrutando de lo que hago, encontrando retos, sin remordimientos por abandonar la comunicación a la que, no obstante, pude dedicarme mientras me fue humanamente posible. Este logro era esencial para poder enfocarme en lo que me gusta hacer sin tener que sufrir cada mes por la mera supervivencia. Tal y como lo veo ahora, la libertad o energía que un trabajo así que puede quitar, te la devuelve a su manera.
 
También, en lo creativo, de la forma más inesperada y cuando más desorientado estaba, apareció otra Ruth, un hada de esas que muy pocas veces te encuentras en el camino. Sentados con sendas litronas (Mahou, por supuesto) en Madrid Río, ideamos un proyecto teatral que hoy, dos meses después, ya cuenta con un texto terminado, tres de los cuatro actores confirmados y la posibilidad de contar con un teatro donde ensayar y estrenar. Mucho sigue estando en el aire, pero parir "El Amor Son los Otros" ha sido un proceso que me ha salvado. Más allá del orgullo que vaya a sentir cuando la vea en escena, en este otoño me ha dado un motivo para no caer, para sacar de mí todo lo que debía salir y verterlo en unos diálogos vehementes, dolorosos y espero que auténticos.
 
Finalmente (last but not least), he reencontrado en la amistad una fuerza vital en todas las acepciones de la palabra. Mis amistades de siempre, en quienes me he apoyado más: Ruth, Igor, David, Teresa... Las nuevas: Ruth, "mi directora", o Juan "Eurocero", finalmente desvirtualizado. E incluso las recuperadas como Donna. En todos ellos he encontrado aire fresco, todos han contribuido y contribuyen a ese equilibrio que ando encontrando poco a poco, día a día. Es una evidencia que necesitamos a los demás, pero deberíamos darles lo mejor de nosotros en nuestras buenas épocas, en vez de darnos cuenta de su importancia cuando estamos mal y tirar de ellos.
 
Dije que no iba a hacer un balance ni hablar de aprendizajes, pero...

3 de diciembre de 2014

Y si el miedo

Nada más lejos de mis gustos actuales ni pretéritos (pese a un punteo de guitarra robado de mis largo tiempo idolatrados Héroes del Silencio), pero hay veces que una canción de un grupo mediocre llega en un momento determinado y tiene sentido. En este caso la responsable es Ruth, mi directora. Hay una anécdota muy adolescente que explica por qué Ruth se aprendió esta y todas las letras de El Canto del Loco. Estos últimos días, tras contarme aquello, la escuchamos bastante. Sin culpa, coreándola.

Y por qué no decirlo: que el miedo no nos gane el pulso. Ningún miedo, ni siquiera el que se camufla. En especial el que se camufla, normalmente, de (falsa) seguridad.

Fría es la noche

Ayer, Donna se asombró de que la noche fuera tan agradable en Madrid. Hoy, sin embargo, lo que he tenido al salir de trabajar ha sido destemplanza. También he sentido soledad.

Paseábamos por Madrid, lugar donde la joven Donna vivió brevemente en 1992. Apenas reconocía nada, y sin embargo eso parecía emocionarla más que otra cosa. Yo la guiaba por las calles iluminadas con los adornos de la Navidad y ni hacia frío ni me sentía solo. Acabamos nuestro paseo frente al Palacio Real (sí, por ahí antes pasaba una carretera y se acordaba), y puede que tardemos otros tantos años en vernos, pero me sentí más cerca de nadie de lo que hacía meses no me sentía. Cerca, acompañado, comprendido e incluso perdonado.

Luego fui con ella en metro, media hora hacia el noreste, para apurar un poco más ese tiempo que ya escapaba. Siguieron las risas, las confesiones, aunque cada parada nos acercaba a la despedida. Fue cuando cogió el taxi que la acercaría a su hotel, diciéndonos adiós muchas veces con la mano, sonriendo. No lloré, estaba feliz.

Lo mejor es que a Donna no le importó dejar su móvil medio muerto en el hotel, única forma de contactarla para informarle de si habían encontrado o no su equipaje, perdido en algún lugar de Europa Central. Esa es Donna, capaz de lanzarse al vértigo de la ciudad, de sentir la excitación del público que acudía al Santiago Bernabéu (Ruth tenía su cita médica cerca), de sentirse libre en definitiva sabiendo que si le ha ido bien así durante cincuenta y tres años, seguirá protegida del desencanto o la amargura que a muchos les prohíbe esperar ese "algo" de la vida que ella encuentra a cada momento.

A bordo de este metro ya no hace tanto frío.

El poso

Pese a algunos avatares (equipaje extraviado, intento de cambio de planes arriesgado por mi parte y el nerviosismo de Ruth por una cita médica que tenía después), el poso del reencuentro con Donna es de paz, paz interior y paz con eso que llamamos "el mundo" y que yo asimilo a la simple presencia de los demás en nuestras vidas.

No diré eso de que parecía que no había pasado el tiempo porque si había pasado. Y precisamente el hecho de que hubiera pasado le dio a nuestras conversaciones ese peso que llevamos con nosotros. Nuestras decisiones, las buenas y las malas. Nuestros éxitos y nuestros fracasos. Nuestra incapacidad para transformar experiencia en sabiduría.

Columbus ha cambiado mucho, nos contó. Ruth y yo hemos cambiado también, le contamos. Y sin embargo, ella nos dijo que aún nos reconoce en aquellos dos niños de 24 años que aterrizaron en aquella ciudad de EEUU en nuestro primer gran paso hacia el futuro. No es el que soñábamos, probablemente porque soñábamos demasiado, pero vio en nosotros a los niños, y eso fue suficiente para infundirnos esperanza todavía.

Que la vida te trate bien como hasta ahora y estés ahí muchos años para iluminarnos, lo mereces, Donna.

2 de diciembre de 2014

Reencuentro

Hoy, 2 de diciembre de 2014, vuelvo a ver a Donna tras más de 13 años. También hoy vuelvo a escribir en este blog que ha cambiado de aspecto y de nombre varias veces desde aquel 1 de abril de 2005 en que escribí mi primera entrada.

A estas alturas, mantener un blog tiene bastante de romántico y, por tanto, de anacrónico. Quién me iba a decir que podría publicar entradas desde mi móvil (como en este momento) o que todos acabaríamos condensando nuestras expresiones a menos de 140 caracteres. Ya Facebook dejó herido de muerte a los blogs personales, pero Twitter fue quien los remató. Y no, no soy tan osado como para borrarme Facebook o Twitter, esto es 2014, casi 2015, y sería un suicidio social que no deseo, pero si he sentido la necesidad de volver a este entrañable formato para oxigenarme de esas redes donde el ansia de repercusión fagocita la expresión, la condena a ser ingeniosa, llamativa, robándole lo más importante: la libertad.

Donna es la madre de Paul, un muchacho de 17 años que está pensando en alistarse a la Marina de EEUU y al que yo vi por última vez cuando tenía 4 añitos. Todo empezó cuando Donna vio un anuncio de los que debí de poner por la universidad (Ohio State University) ofreciéndome como profesor particular de español. Todavía recuerdo cuando me llamó y tardé un buen rato y muchos "I'm sorry, could you repeat that again?" en entender que las clases que quería eran para su hijo Paul de 2 años de edad. Por supuesto, como Donna estaba presente siempre que quedábamos, acabábamos hablando ella y yo de la vida y mis torpes intentos de jugar en castellano con Paul fueron siendo más escasos. Creo que todos salimos ganando.

Hoy me he pedido fiesta para poder pasar la tarde con Donna. A las 16:30 me espera en el recibidor del hotel donde se aloja antes de regresar mañana a Columbus. Ruth se nos unirá, confiamos, en algún momento. Otro día hablaré de Ruth, mi siempre presente Ruth. Antes, por la mañana, tengo que (en este orden) desayunar, quitar la ropa del tendedero que ocupa la bañera, ducharme, recortarme la barbita obligada en estos tiempos, salir a hacer una cosa relacionada con el cumpleaños de Alberto (hablé y hablaré de mi adorado Alberto, no cuento esa "cosa" por si lee esto), fregar los cacharros que desbordan el fregadero y recibir a otra Ruth (de aquí en adelante "Ruth, mi directora") para dejar terminado de una vez el texto de "El Amor Son Los Otros', imprimir su copia y la de los actores y, cierro círculo, coger el metro camino del hotel.

Acabo esta primera entrada de esta nueva etapa -hay que decirlo para que se cumpla- con un retrato de Raymond Carver, mi escritor de relatos favorito con permiso de mi recientemente descubierta Alice Munro y autor de "Principiantes", versión no editada por Gordon Lish de "De Qué Hablamos Cuando Hablamos De Amor", en cuya historia se basa mi obra, la que Ruth, mi directora, pondrá en escena próximamente.