8 de noviembre de 2005

Mis motivos

Todo acto creativo es necesario para su autor. Parece una obviedad, pero precisamente por ello lo había olvidado.

Estas semanas he navegado desorientado, encallando en pensamientos alejados de mi tejido emocional. La piel no miente, y admito –porque ya es hora– que desde aquel lejano I say los momentos en que he volado han sido aquellos en que una canción nace. La sensación de dar forma a algo tuyo pero que deja de estar en ti. Y admito también que otro momento único para mí fue el concierto con mi primer grupo, Mary Maloney. Significaba exponer esas canciones a un público cómplice, cara a cara.

¿Qué ha sido siempre el arte? Eso: crear y enseñar. Mostrarse. Desde que empecé, mi meta como músico ha sido que al menos una de mis canciones lograra emocionar de verdad a alguien que no formara parte de mi círculo más íntimo, alguien cuyo afecto no le hiciera ser demasiado subjetivo. Trascender. Como persona que vive la música, siempre he envidiado a los creadores de las canciones que se suman a mi pequeña lista y me acompañan día a día. La verdad es que lo he conseguido, o al menos ya me consta: recientemente L... me ha confesado que mi canción Ahora le ha llegado muy hondo o que no puede dejar de tararear Lo Nuestro. Conozco a L..., ella a mí también, pero –todavía– no somos amigos. Sus palabras han supuesto una gran dosis de confianza –falta me hacía– en mi apuesta, me han enorgullecido, me he sentido reconfortado. Y lo más importante: me han recordado mis motivos.

El mundo comercial es algo distinto, ajeno al universo creativo. Había llegado a confundirme, a sentirme frustrado por las dificultades de abrirme paso en el mundo comercial cuando resulta que mi universo creativo no deja de avanzar, crecer, desarrollarse. Esta es la cuestión, había olvidado que mis motivos eran crear y enseñar. Las compañías y radios tienen que ver con lo segundo, sí, pero constituyen unos cauces estrechos, limitados, y no estoy dispuesto a pervertir mi música, mi pasión, para lograr acaso enseñar a más gente algo que no sería mío. Prefiero mostrarme a 20 personas antes que entregar una mentira a 2000. No sé qué caminos tomaré, es complejo administrar esfuerzos, dinero, ilusión... pero aun deseando y luchando por que algún día se abra una puerta, ya no sufriré por eso.

Algo es cierto: en mi habitación seguirá sonando mi voz y mis guitarras. También en algunos I-Pod, a fuerza de cariño, emoción o ambos. Tal vez en algún concierto.

No es cuestión de números, sino de verdad.

2 comentarios:

León Sierra dijo...

eso de que vuelva en ti el deseo de hacer algún concierto, es emocionante y creo que muy importante, cierra perfectamente con al idea de mostrar algo propio, más que mostrar, hacer no?

Anónimo dijo...

Sí, (cama)león, no se te ha escapado como buen lector que eres...

Tengo que reflexionar, pero de cara al nuevo año mi planteamiento cambiará y quizás tengan cabida los conciertos. Un CD es algo propio de todos modos. Lo que pasa es que el escenario es, directamente, otra cosa.

Gracias ;-)