29 de mayo de 2009

Cuando nos jubilemos, iremos a París

Ella, por primera vez en treinta años, dormirá en una cama demasiado grande. Tal vez ahora está de pie, el sueño hunde su cuerpo, mira la cama y no se atreve a dar un paso, sentarse, apagar la luz de la mesilla.

Pienso en ella, sí. Después de todo, lo primero que aprende un hijo es que sus padres morirán. Pero ella, ¿cómo mirar a su propio padre, apenas capaz de caminar ya, y entender que el padre de sus hijos, trabajando con vigor hasta el último día, cayera ayer desplomado sobre treinta años de vida me atrevo a decir que pequeña, rutinaria, agotadora?

Pienso en esta madrugada, mañana, pasado... Todo el tiempo hasta que ella vuelva a reír en un descuido, un efímero olvido que hoy, antes de deslizarse bajo las sábanas, parece imposible. O peor: culpable.

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