7 de enero de 2009

Miniaturas de una soledad

Me ocurre, en todos los tiempos de mi soledad, mirar bien adentro del buzón con algo tristemente parecido a la esperanza. Esperar, siempre esperar. Salir y entrar del Messsenger con un estado distinto cada vez (Ausente, No disponible, Vuelvo enseguida...), esperándote. Llenar mi biblioteca multimedia de más y mejor música, más y mejores películas, para esta mayor y perfecta soledad. Miniaturas de sentimientos que podrían ser tanto, tanto... Repetir tu nombre tirando en el sofá, repetirlo como si fuera un hechizo que pudiera invocarte, traerte a mi lado. Querer llorar, y ni siquiera. Hablar solo, avergonzado de descubrir por qué las personas hablan solas. Transitar los límites, mis tímidas fronteras del miedo, el fracaso, la ilusión de un suicidio que no cometeré. El recuerdo: Monasteri de Sant Pere, la campiña francesa, el cariño en tierras noruegas... Y también, por qué no, el Pim's del Panecillo, el Villas Cumbayá atravesado a la madrugada, la 10 de Agosto cuando la noche convierte a Quito en otra ciudad. Deseo, deseo casi siempre errado, casi siempre insatisfecho. Esta pantalla, Mattieu y sus versiones, el UTorrent que anuncia una nueva descarga completada. Una paja, un nuevo correo de mi editora, un sándwich de jamón serrano. Ideas para una novela que no llega, que pospongo, que he iniciado siete veces para siete veces cerrar el documento de Word (mucho más agradable en su versión 2007, preciosa, dónde va a parar...). Pero creo que la tengo, casi puedo verme tecleando su página 112 y hablando de personajes que sean múltiplos de mí, y soñar que ese mínimo común múltiplo es mi segunda novela, la que me proyectará en los otros. Miniaturas, representaciones chiquitas de algo enorme que me atraviesa una vez más. La felicidad quedó olvidada en otra curva del camino, otra puta curva en este accidentado divagar. Oye, bobo..., que todo esto es para decirte te quiero, así que no te ofusques ni me tengas rabia. Me harás el favor, ¿sí? Porque a veces te pasa y eso daña el amor, el recuerdo, la posibilidad de un isla. Aunque el amor, el recuerdo, y la posiblidad de una isla, sean a la vez viento y cadenas, placer y dolor, esperanza y soledad.

1 comentario:

León Sierra dijo...

este post...

qué bonito, qué triste.