9 de junio de 2006

8 a.m.

Aprender lo cotidiano, ese olor de nuestra habitación que es mezcla de pieles, aliento de amor, la luz que irrumpe cuando subo la persiana, la distancia entre la cama y la puerta, el número de pasos que me separan del baño... espacios, dimensiones en las que me reconozco, abrir la nevera y sacar fruta, yogur y zumo para el smoothie que cada día preparo sabiendo que luego, cuando te levantes una vez me haya ido, te beberás tu parte, y puedes creer que cuando tapo el recipiente con papel albal estoy pensando en ti, queriéndote un poco más, y cuando entro de nuevo en el dormitorio para coger mis cosas y vestirme, me detengo un instante en tu rostro escondido en la almohada, tus piernas al aire, ese pedazo de tu espalda que descubre la camiseta arrugada, y en mi beso de despedida absorbo el calor, la humedad de tus labios para llevarte conmigo hasta la tarde, cuando vuelva a girar la llave que ahora, al comienzo del día, te deja atrás.

5 comentarios:

Naxo dijo...

La belleza del día a día, de las pequeñas cosas. Precioso.
Abrazos!

el santo job dijo...

Increiblemente bonito y sincero.
Algún día espero ser igual de bueno y puro con alguien, a quien también ame.
Un abrazo!!

DeCa dijo...

Te nutres de lo más hermoso que hay: la cotidianeidad...

Anónimo dijo...

El pan nuestro de cada día dánosle hoy... no nos dejes caer en la tentación de demorar el cariño ... libranos del mal de la nostalgia.

AMEN (que así sea HOY)

León Sierra dijo...

como cuando entras a la habitación, sin gafas y me miras, pero no me miras, te acercas y te digo

¡hola!


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