6 de marzo de 2006

A cámara lenta

Quizás haya sido la medicación, su efecto onírico. O, tal vez, haber pasado casi dos días en cama. Todavía con un poco de fiebre, he decidido salir a mediodía. Los peatones, la luz aplastando las fachadas, las nubes deslizándose en el cielo... Todo lo veía a cámara lenta. Elegir los platos del menú en la casa de comidas ha resultado más sencillo de lo habitual, de alguna forma era como si siguiera un guión y yo sólo tuviera que dejarme llevar. Después, mis pasos me han arrastrado a través del Barrio de las Letras, perezoso, deteniéndome en portales y escaparates. He llegado a una plaza detrás de Sol, solitaria a esa hora incierta de la tarde. El cansancio ha vuelto, me dolían las piernas y mi peso se ha abatido sobre un banco. Allí he dejado que los sentidos condujeran mis pensamientos. Quizás por eso, más que pensamientos han sido reflejos de sensaciones. Observar a las palomas libres para volar o aterrizar al pie de un árbol y picotear migajas del suelo. La gente, yendo o viniendo de lugares, siguiendo su trayecto diario que hoy, circunstancialmente, se cruzaba con el mío. El ruido de la ciudad, los coches, voces perdidas, amortiguado en ese rincón que fácilmente podría haber sido parisino. Sí, fugazmente me he sentido en París. Y no existía ni mi trabajo, ni mi casa, ni el resto de mi vida. Era yo, despojado de todo, reducido al recuerdo mínimo de mí, sentado en una plaza de París sin ningún propósito.

A cámara lenta, abandonándome a la misma inevitabilidad que me había guiado hasta allí, he reemprendido mi paseo.

3 comentarios:

León Sierra dijo...

yo te ví, eras una extraña silueta...

Vulcano Lover dijo...

Buena recuperación, guapo.
Besos

Anónimo dijo...

Camara lenta, pero sin repeticion.