14 de diciembre de 2005

Saber hacer

Hay quien sigue creyendo en el trabajo bien hecho. Quien por ese trabajo demanda, simplemente, lo que vale.

Es reconciliador encontrar, por ejemplo, una casa de comidas donde los platos son servidos con amabilidad, incluso cariño, donde los ingredientes se adivinan seleccionados y la preparación en su justo tiempo, donde no soy expulsado una vez he terminado el postre. El acto necesario de comer, de ingerir alimentos, puede recobrar allí su condición de sosiego, de momento para la retrospección. Cuando pago la cuenta, siento que el intercambio ha sido justo.

Me ocurre lo mismo con las librerías regentadas por amantes de la literatura, personas que desean transmitir su pasión a quien traspasa la puerta. Entrar en un lugar donde uno intuye verdad, amor hacia los libros, me hace recuperar sensaciones olvidadas, descubrimientos adolescentes de novelas que cambiaron mi vida. Muchas veces la ordenación no es alfabética, más bien desvela lentamente sus claves si se presta un poco de atención. Puedo preguntar por un autor o pedir consejo para elegir entre un libro y otro, aunque al final termine llevándome ambos. Puedo demorar mi mirada sobre los estantes, hojear ejemplares sin temor o, simplemente, dejarme llevar por esa atmósfera y soñar que un día alguien podrá preguntar por mí y el librero le dirá que sí, que tiene mi libro.

La lista es extensa: luthiers, fruterías, droguerías, pequeñas tiendas de música... Yo tiro la primera piedra: confieso que la prisa, la comodidad o la pereza me hacen comprar a menudo en grandes superficies. Demasiado fácil, demasiado tentador poder cenar, comprar un recambio de papel higiénico y un libro en un mismo lugar. Es perverso, tiene ese aroma de modernidad del que a todos nos gusta impregnarnos. Nos esclaviza, nos convierte en títeres. Mi apuesta personal es claudicar sólo cuando sea estrictamente inevitable. Y es que creo, con la mano con el corazón, que casi siempre claudico demasiado pronto.

9 comentarios:

Anónimo dijo...

Y conjugar ambos placeres? La posibilidad de lo múltiple y la cercanía de lo mínimo. ¿La Fnac es claudicar? No lo sé. A mí encontrar una edición especial de Fassbinder me invita a la más inmediata claudicación... Soy tan débil... ;-)

Anónimo dijo...

Sí, obviamente la FNAC tiene una planta de DVDs sin comparación posible con ninguna tienda en Madrid, además de contar con ediciones propias. O, por ejemplo, los desayunos de VIPS guardan una buena relación calidad/precio (no así sus -tentadoras, lo sé- comidas).

Sin embargo, apoyando el pequeño negocio nos estamos defendiendo del monopolio, de la cultura única, ¿no crees? Además de ser un placer, nos beneficia más de lo que creemos.

Anónimo dijo...

Lamentablemente, desde el sector en el que trabajo, la cultura única encuentra un fabuloso resquicio en las librerías... No pude evitar comprobar con auténtica decepción que esos pequeños negocios en los que intenté ver ese ánimo plural no lo tenían y son mucho menos abiertos que los grandes centros, donde la impersonalidad es garantía (sea o no triste) de diversidad. No puedo hablar de otros gremios, pero en el caso de los libros, el pequeño negocio es un espejismo que, tristemente, sólo en pocos casos esconde un oasis auténtico...
P.S. ¿Para cuándo un foro delaclos.tk? ;-)

Anónimo dijo...

Si quieres conocer un oasis literario, Robert, visita la librería Aleph (a la que me refiero en el post), quizás te devuelva cierta fe perdida.

Respecto al foro, lamento confesarte que me interesa mucho menos la polémica que la posibilidad de expresarme y simplemente suscitar ideas o emociones en el lector. De todas formas, veo que te desenvuelves con soltura en el mundo del blog y sabes convertirlo, con tu inteligencia habitual, en un foro (romano, por aquello de la erótica) de combate.

León Sierra dijo...

bueno... ¿y qué de ir a un sitio que presume de ser la "cuna" de la venta cultural, el extremo poético y que la obra artística se catalogue por el peso...? ¿suena a ficción?...
La cultura, amplia decadencia al servicio de una no menos decadente realidad del capital.

Carlos Negrón dijo...

No tengo ningún remordimiento en acercarme a los hipermercados y hacer varias cosas a la vez, cuando de ahorrar tiempo se trata. Así puedo emplear más tiempo en visitar mi librería favorita, por ejemplo.

Paz

Anónimo dijo...

Camaleón se refiere a una afamada librería y editorial de poesía en la que, estoy de acuerdo, hay mucho esnobismo y poca poética. Supongo que hay personas que olvidaron ese saber hacer y se han aburguesado constituyendo un pequeñito círculo de iniciados en el que es duro entrar (si es que hay ganas de hacerlo).

Y sí, Siervo, claro que los hipermercados facilitan la vida. Yo compro en ellos. Sólo hablo de tacto, de cariño por lo que importa y no hacerle el juego a las grandes empresas.

lopezsanchez dijo...

El aleph es un lugar maravilloso, estoy de acuerdo.
Además tiene la ventaja de estar donde está.
¿Cuántas veces habré realizado el mismo itinerario, la misma secuencia? Sesión de cine-paseo intrascendente por Debod-visita a El Aleph.

anomo dijo...

Decía De Laclos que " apoyando el pequeño negocio ....., nos beneficia más de lo que creemos".

Aunque hay todo tipo de comerciantes, a la mayoría les une algo en común. Son emprendedores, gente que arriesga su patrimonio por una apuesta de negocio.

Los buenos comerciantes, los que perduran, aman su negocio y son capaces de ofrecer aquello que el cliente necesita: Consejos, comentarios, sugerencias, un trato personal que dificilmente ofrecerá la gran superfice.

Por no hablar de su impacto económico. Sus ganancias se reinvierten en nuestra sociedad, en los pequeños proveedores locales... No vuelan hacia otros paises o hacia la gran industria deslocalizada.