20 de diciembre de 2005

Fantasía romántica

Esta mañana no has venido, y mis paseos por la sala ya no son excitantes. No, no es que tenga ninguna fantasía romántica contigo, pero admito que me da morbo –incluso ternura– tu mirada de soslayo cada vez que desfilo (sí, no te lo niego) delante de tu escritorio. A veces nos hacemos los duros y simularnos ignorarnos, pero sabemos que así saborearemos más intensamente la próxima vez que nuestros ojos se devoren. Eres más joven, no creo que hayas estado con chicos, y quizás por eso me gusta especialmente este juego.

Esto sí te sorprenderá: una noche soñé contigo... ¿Una fantasía romántica? Admito que puede ser, ¿cuáles son los límites entre erotismo y amor? ¿O es que a quien ahora quiero no empecé deseándole? ¿Acaso no laceramos nuestros cuerpos hasta que exhalaron amor? Sólo sé, querido desconocido, que esa noche imaginé tu piel más suave y tu sonrisa más dulce, que respiré tu olor y me evocó el aroma de aquel que me enamora.

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