19 de diciembre de 2005

Felicidad

Llegamos a la colina del castillo. Llevaste el coche lentamente hasta el borde de la esplanada, apagaste el motor y pusiste una canción. Una guitarra desnuda y una voz verdadera cantando al Sur (el de tu país, como dices siempre), y nuestra mirada dormida en la llanura castellana, los olivos y matorrales, el tiempo congelado. Mirando al Sur. Me volví a ti intuyendo que ibas a decir algo, y las palabras brotaron en llanto de tus labios, de tu alma: “Esto es la felicidad para mí”. Tomé tu cabeza en mi regazo, hombre hermoso, y me contuve para no decirte que para mí también eso era la felicidad.

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