2 de junio de 2009

La importancia de llamarse Europa

Es sorprendente que los sondeos para las elecciones europeas del próximo día 7 arrojen unas previsiones de participación en torno al 40%, al menos un 30% por debajo de la habitual en elecciones generales, autonómicas, y municipales. O bueno, tal vez no lo sea tanto si tenemos en cuenta lo mal que la clase política transmite a la ciudadanía que hoy, más que nunca, el parlamento europeo es un foro de debate y decisión de gran importancia para nuestro día a día.

La campaña del PSOE, simplista pero muy efectiva, consiste en mostrar opuestos (p.e.: 48 horas vs. 65 horas) apelando además a la victoria de la selección de fútbol en la pasada Eurocopa con el lema "Este partido se juega en Europa". Es una pena que esas magníficas ideas publicitarias sirvan más a su interés electoral que para generar una verdadera consciencia ciudadana de lo que se pone en juego el próximo domingo. Además, el PSOE, con la crisis del neoliberalismo sobre nuestros hombros, es incapaz de proponer un modelo de sistema más en sintonía con dos de sus siglas: la "S" de Socialista y la "O" de Obrero.

El PP, como de costumbre, presenta una campaña carca y basada en el supuesto tirón popular de ese baluarte del Medioevo en pleno siglo XXI llamado Jaime Mayor Oreja. Poco más que decir del partido que de haber gobernado en España en estos últimos cinco años me habría condenado, por mi doble condición de gay y trabajador, a condiciones de vida peores y, en algún caso, indeseables.

Y luego, aparte de la constelación de candidaturas nacionalistas y minoritarias (no todas ellas respetables, por cierto), está IU. Me parece que carecen del presupuesto para hacer llegar sus propuestas a la gente vía propaganda electoral, que queramos o no juega un papel nada despreciable en el voto que finalmente depositan o no en la urna los votantes que podrían simpatizar con esta formación. ¿Nadie se acuerda de los treinta escaños que llegó a obtener en el parlamento español bajo el liderazgo de Julio Anguita? El potencial está ahí. IU puede lograr, dependiendo del equilibrio europeo de fuerzas tras estas elecciones, que ciertas directivas nunca prosperen y otras vean la luz en favor de la clase trabajadora, aumentando sus derechos, poder adquisitivo, dignidad en suma.

Votaré este domingo, sí, sin una pinza en la nariz y con la ilusión de que en estas elecciones a circunscripción única Izquierda Unida logre esos dos diputados que le auguran algunas encuestas, sumándose así a sus homólogos del resto del continente para despolarizar un parlamento que necesita auténticas voces críticas con el modelo económico y social imperante, el cuál no solo genera ahora una crisis en Occidente, sino algo mucho más doloroso, repugnante, y por desgracia invisible a los ojos del europeíto medio: hambre y muerte perpetuas en el Tercer Mundo.

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