15 de junio de 2006

Retorno

Ayer necesitaba dar un paseo, había problemas que me estaban atenazando y nada mejor que dejar que las calles, la gente, el viento, me pasaran por la piel y llenasen mis sentidos de estímulos que despejaran esa nube de preocupación, así que salí de casa en dirección al Templo de Debod pasando por la Plaza Mayor y las calles que desembocan sinuosamente en los jardines de la Plaza de Oriente, y allí, guiado por el bullicio de un pequeño parque infantil, me quedé un buen rato mirando a los niños jugar, y fijándome en unos y otros me di cuenta de que podían pasarse tiempo y tiempo repitiendo lo mismo: lanzar un balón contra una pared, impulsarse en el columpio, colgarse de barras y ejecutar giros y giros... pensé que, en el fondo, eso no cambia con la edad, y me acordé de los días enteros que he pasado escribiendo, leyendo o tocando la guitarra, y cómo hace semanas que no me sucede, y entonces seguí mi camino y antes de cruzar al Templo de Debod entré en mi librería favorita, el Aleph, y encontré enseguida sobre la mesa central el libro que justo antes de entrar decidí que deseaba, música para camaleones de Truman Capote, y lo compré y caminé apresurado hacia la explanada en lo alto y me senté en un banco y no despegué mis ojos de las páginas hasta que el cansancio y el atardecer me arrancaron de allí como a esos niños que, exhaustos y felices, estarían abandonando también el parque infantil prometiéndose volver pronto, muy pronto.

1 comentario:

Naxo dijo...

Cuando los problemas no dejan de dar vueltas en nuestra cabeza, lo mejor es desconectar y cambiar de aires un buen rato.
Debe ser bien bonito el templo de Devod... Iba a ir en febrero, pero al final no encontramos un hueco. A ver si ahora en julio por fin lo veo!
Saludos! ;-)