Desde abril de 2005, con cambios de nombre, con etapas de intensa publicación y otras de silencio que nunca ha sido definitivo. Pensamientos, música, cine, literatura... Un blog, lo que solían ser los blogs personales. Ante todo, un espacio de expresión.
14 de junio de 2006
Circunstancias
Estaba sentado a la barra del Vesubio, mi pizzeria favorita de Madrid. Era mediodía de domingo, no recuerdo la estación. Sin embargo, sí recuerdo la chica ciega y el chico de las piernas extrañas que se sentaban a mi lado, y digo piernas extrañas porque cuando se levantó del taburete me di cuenta de lo cortas que las tenía. Pero lo que importa sucedió antes, a lo largo de su conversación que escuché con una mezcla de curiosidad y creciente temor (no podría llamarlo de otra manera) al descubrir que la chica, poco a poco, poniendo como excusa una cama que tenía de mover de sitio en su habitación, trataba de convencer al chico para que fuera a su casa, temor confirmado cuando él habló sin venir a cuento de su novia... Ah, ¿tienes novia? La voz sonó quebrada y ahí se apagó ella, como una vela frente a una ventana abierta por donde el viento helado se colara y tambaleara su llama, y daba igual que acabara de mentirle como creía, porque el chico tendría las piernas extrañas, pero de ahí a intimar con una chica ciega como ella, aunque fuera más culta, inteligente, e incluso más atractiva que él, había un abismo, el mismo –pero eso lo añado yo– que en una noche de sábado los hubiera separado de no mediar su ceguera.
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1 comentario:
no sé si me parece una historia bonita, porque por su parte lo es, o inquietante, que tambien lo es. Siempre se me ha hecho curioso el amor de los ciegos, un amor tan basado en la confianza y percepciones más allá de las meramente humanas...
Dá en qué pensar, muy logrado.
Saludos, elorri!
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