19 de marzo de 2008

Retroceso

Impulso. Retroceso.

Los días acumulados como tickets de metro, inservibles ya, impreso en sus anversos mi dolor por cada estación que dejé atrás sin ti.

El puto océano. La puta soledad del desayuno y la comida, sin tu cara de sueño al despertar o tus besos de postre. Ya no ceno, como mucho me tomo un yogur o un sandwich de pie mientras hago otras cosas. Prefiero salir, trabajar hasta rendirme, lo que sea en vez de volver a comer solo entre estas cuatro paredes antes de abandonarme al sueño.

Jamás puse tanto cuidado en el lugar donde vivo. Jamás me esmeré tanto en cada detalle, en su limpieza, en su calidez. Y sin embargo, cada vez me parece más lo que es: un sitio para una sola persona.

Trato de pensar (y rápido) cómo. Poder tocarnos, amarnos sin paralizar al otro, acompañarnos en la vida. No solemos estar muy de acuerdo últimamente, se ve que nos hace falta la mirada (¿te acuerdas: "mi tiempo en tu mirada"?), pero en algo llevas razón: esto, para nosotros, es nada.

¿Será posible? ¿Cuándo? ¿Dónde? Me lo pregunto frente a esta pantalla de ordenador; mientras, Güili crece y poco a poco olvida a su tío, ese que odiaba encontrar pelos de gato en la ropa y que ahora los echa tanto de menos.

Así somos los humanos, Güili. Así de extraños.

No hay comentarios: