31 de enero de 2006

Tres

Tres, casi cuatro días sin vernos. Tres días que nos han costado porque tú no acabas de desterrar tu tierno, innecesario temor, y yo tampoco logro dominar mi impaciencia. Tres días en que cualquier otro chico era el negativo de la imagen que guardamos el uno del otro, a los que ponemos final tomándonos en un abrazo mudo cuando me abres la puerta de tu casa, y es que no hace falta hablar porque el calor de nuestros cuerpos, la fuerza con que se sujetan y los ojos con que se miran, revelan todo lo que hemos sentido desde la última vez que nos vimos. Yo vengo recién afeitado, lavado y perfumado, he elegido las ropas que te gustan, me he puesto tu cinturón (ese que fetichicé hasta el punto de robártelo) y mis zapatillas medio rotas que –lo sé– te vuelven loco. Vengo a ser tuyo, tuyo como mereces, como he ansiado estos días en que sólo imaginaba este reencuentro, y con toda la pasión pero sin el falso arrebato de las malas películas hemos acabado en tu cama y, como siempre soñé, me has hecho el amor. Tres, tal vez cuatro segundos han separado nuestros gritos y, todavía cálido el semen sobre la piel, todavía la palma de tu mano en mi vientre, he verbalizado un pensamiento: Es mi primera, nuestra primera vez... Me he echado a llorar. He llorado por el tiempo malogrado y por la alegría de recuperarlo contigo ahora. ¿Me explico, sabes lo que quiero decir?, te he preguntado. Tú me has abrazado y has asentido en un susurro. He cerrado los ojos y el silencio era perfecto.

Tu gato se ha encaramado al colchón y se ha ovillado contra mi pecho.

4 comentarios:

DeCa dijo...

Jesus...

Anónimo dijo...

¡Joder!, qué bonito...

León Sierra dijo...

todavía recuerdo cómo temblaba mi garganta sosteniendo las palabras, antes del amor.

Diego Bériot dijo...

Pues sí... qué bonito...

Apunto lo de El naranja...