29 de octubre de 2005

Paseo

Un paseo por mi ciudad... Llamo mi ciudad al lugar donde nací, pero desnudemos de toda connotación al posesivo. Porque si empezamos a darle connotaciones, me ahogo. Pasear por mi ciudad es asistir a una procesión de espectros. La luz, siempre bella en mi ciudad a esta hora de la tarde, es engañosa. Arroja un brillo inútil sobre pieles ya muertas. Veo cadáveres sentados en bancos de parque, cadáveres al volante, cadáveres vestidos de domingo cogidos de la mano. También mis recuerdos −no, esos no murieron− me revisitan, porque un paseo por mi ciudad es un paseo por mis recuerdos, y la mayoría me devuelven a cuando yo no era nadie, cuando por no ser no era ni yo. No me reconozco, no quiero identificarme con aquel niño extrañado, aquel adolescente amargo que quién sabe cómo dejó su ciudad para que su ciudad fuera su ciudad. El problema es que cuando vuelve, cuando vuelvo, un simple paseo le agobia, le hace ver fantasmas. Mi cudad se convierte en un monstruo de cemento y memoria.

No hay comentarios: