14 de septiembre de 2006

Otras voces, otros ámbitos (4)

Vivía mejor sola... No he podido quitarme tu frase de la cabeza. Mientras volvía en metro a casa ha seguido resonando como si me la susurrases al oído. No entiendo cómo una chica de treinta y un años puede decir eso. Tú siempre fuiste independiente, Isabel. Eras un ejemplo para mí, cuando yo trataba de convencerme de que no necesitaba tener novio para ser feliz, para estar bien. Ahora lo sé, he cambiado, pero entonces yo era la débil. Los primeros días de curso me andaba fijando en los pocos chicos que poblaban las aulas de Filología y te daba la tabarra con éste o aquél, con todos... ¿te acuerdas? Y tú a lo tuyo, a tu aire, y pasaba que esa distancia que ponías entre tú y el mundo te hacía atractiva, deseable, y ellos se morían por ti. Y, déjame recordarlo, también se te insinuaron algunas chicas sabedoras de tu apertura al respecto, Isabel, y es que la ambigüedad siempre fue tu mejor baza. Conmigo no, conmigo no eras ambigua. Siempre supe que yo te gustaba, y ahora creo que fue una lástima mi absoluta falta de interés por las chicas. Quizás tú y yo nos habríamos ahorrado unos cuantos fracasos.

No sé si fue tu labio roto aquella mañana, tu creciente aislamiento, la angustia que apagaba la luz en tu mirada... sólo sé que un día te pregunté qué tal te iba con Jose y tú te echaste a llorar. Necesitabas hablar, descargarte de todo lo que llevabas silenciando desde hacía meses. De alguna forma, no me sorprendió lo que me contaste. Algo me decía que él no era lo que tú merecías, aunque nunca pensé que pudiera maltratarte psicológicamante o incluso físicamente. Tú no lo llamabas así, Isabel, pero que alguien te lance a la cara el mando a distancia tiene un nombre: violencia. Aquel día me quedé tranquila, pensé que soltando todo serías capaz de tomar una determinación. Al menos, ésa era la Isabel que conocía.

No conté con que una mujer que vive tu situación deja de ser quien era. Pierde la confianza en sí misma, se identifica con su agresor hasta el punto de creer que sí, que es una borracha porque algún día que otro se tome una cerveza al llegar a casa después del trabajo. A pesar de decirme que no le querías, que necesitabas otra vida, no le dejaste. Supongo que una hipoteca apenas contratada el año pasado pesa, todavía me pregunto cómo pudiste pensar que vivir juntos sería la solución. O tal vez sea algo más que eso, tal vez sea que -como esta tarde me has confesado- ya no sabrías vivir sola, a pesar de que sola vivieras mejor.

Yo vivo sola, no puedo comparar mi situación con ninguna otra. Tengo treinta años y aún no he encontrado a un chico que quiera vivir conmigo.

Cada vez tengo más dudas de desearlo realmente.

No hay comentarios: