7 de septiembre de 2006

Hay recuerdos que no llegaron a ser recuerdos, sólo imágenes sin cuerpo, esbozos de realidad no vivida. A veces siento que a mi memoria le falta algo importante que nunca ocurrió. Y como todo recuerdo que no lo fue, es semilla de nostalgia infinita.

Nació de mi madre, en uno de esos momentos en que mi universo se reducía a su regazo. Ya es imposible saber qué la llevó a confesármelo, qué pregunta de niño siempre curioso pudo arrancarle un sueño que, me atrevo a adivinar, había silenciado hasta entonces. Ella tenía –y tiene– un gusto exquisito para vestir, y yo siempre la acompañaba en sus compras. Tal vez hablábamos de eso, tal vez me estaba enseñando cómo pensaba combinar una falda y un suéter, no lo sé... Sólo he retenido unas pocas frases. Querría tener una tienda. Si me tocara la lotería, pediría la excedencia y abriría una tienda de ropa. La pondría a mi gusto, me distraería mucho Y Rafi y tú estarías estudiando y haciendo vuestros deberes en el cuarto de atrás, os tendría conmigo, cuando quisiera podría entrar a veros... Supongo que mi madre dijo más cosas, pero mi recuerdo se detiene allí. El resto es la fantasía de un niño, todo un mundo a partir de unas pocas palabras que me acompañó durante el resto de mi infancia y adolescencia, un refugio bañado siempre por una luz limpia, clara, con una enorme mesa donde yo desplegaba mis libros y cuadernos y mi hermano los suyos, y de vez en cuando escuchábamos la campanilla que anunciaba la entrada de una clienta, oíamos como en sueños la conversación con mi madre, el sonido de las ropas al caer sobre el mostrador y ser extendidas, el entrechoque de las anillas que sujetaban las cortinas del probador, el ronroneo de la caja registradora... y, sobre todo, las visitas de mi madre a nuestro cuarto de estudio para darnos un beso o, simplemente, mirarnos.

Nunca nos tocó la lotería, y quizás el sueño no fue tan poderoso como para que mis padres hicieran el esfuerzo de ahorrar, en aquellos tiempos donde ahorrar para comprar una casa o abrir un negocio todavía era posible. Quizás, así lo creo, esas palabras de mi madre nunca volvieron a ser pronunciadas, y este recuerdo que no llegó a ser recuerdo sino pura melancolía, nació del azar.

El azar que sólo el amor puede transformar en belleza.

1 comentario:

León Sierra dijo...

"...Lo que puede el sentimiento
no lo ha podido el saber,
ni el mas claro proceder
ni el más ancho pensamiento,
todo lo cambia el momento
cual mago condescendiente,
nos aleja dulcemente
de rencores y violencias,
sólo el amor con su ciencia
nos vuelve tan inocentes..."



Violeta Parra