3 de mayo de 2006

Domingo al atardecer

Bastaba eso. Tu brazo rodeando mi hombro. Tu cuerpo cediendo a la presión de mi cuerpo. Saber que esa isla de felicidad sería nuestra para siempre, amor.

Queríamos ver el atardecer en el mar. San Juan de Luz, habíamos dicho. Y sin embargo, al pasar por esa playa anónima, ese horizonte que se extendía a un lado de la carretera, te pedí que parásemos. La brisa era fresca, ya las últimas familias recogían las sombrillas y los juguetes de los niños. Un castillo de arena abandonado empezaba a deformarse. Una pareja trataba de hacer volar una cometa. Nos sentamos contra un muro de piedra, me abrazaste, y dejamos que los colores se apagasen.

Nada más.

No hay comentarios: