25 de noviembre de 2005

Yo el primero

Me ocurre que al escribir, cuando recobro un recuerdo o una sensación, me alejo de la realidad y me acerco a mi realidad. Esto a veces me gusta, y otras no. Si hablo de algo que me duele (ese amor pueril e imposible, mis renuncias o mis sueños inacabados) prefiero alejarme de la realidad, filtrar ese sufrimiento, intelectualizarlo, y devolverlo al mundo una vez lo he transpirado como quien defeca lo que –en el fondo– le da la vida. Por el contrario, si se trata de una emoción positiva, describirla me hace volver al momento único en que la experimenté, reconstruir con mimo algo que ya pasó, intentando casi –aquí, en este casi, radica todo– en vano que el lector (¡toc, toc!, ¿hay alguien?) pueda sentir en su piel lo que yo sentí, que para eso está la literatura, para devolver el mundo a quienes lo perdieron. Es decir, a todos nosotros. Yo el primero.

4 comentarios:

León Sierra dijo...

(sonrisa, leve)

pero, entonces, estás de este lado de la pantalla o de aquel?

Anónimo dijo...

Estoy como tú, de ambos.

Carlos Negrón dijo...

Es sumametnee liberador poder despojarse de aquello que nos atormenta (por que en el fondo lo sigue haciendo) ya trasformarlo en algo bello y reparador como lo es el arte.
Algo que todos debemos aprender es a amistarnos con nuestros demonios. Sólo así podremos ser cada vez más "nosotros" y menos "ellos".

Paz

Anónimo dijo...

Sí, siervo, es liberador, y al menos para mí, necesario.

Bienvenido a mi blog.