16 de mayo de 2006

Vestido rosa

De pequeño nunca aprendí a tomar impulso en un columpio. Tal vez fue por eso que me llamó la atención la niña del vestido rosa. Tú, con mi mano cogida, también llevabas rato fijándote en ella. Pero la niña no reparaba en nosotros. A esa edad se entiende cualquier cosa, incluso que dos chicos se quieran. Y es que últimamente nos pasa que muchos nos miran por ir cogidos de la mano. Ella no, ella sólo se preocupaba por llegar más y más alto. Su melena rubia, larguísima, se levantaba y caía con suavidad sobre su espalda. No cerraba los ojos, quería ver toda la tierra y el cielo. ¿En qué pensaría la niña? ¿Cómo es el mundo a los cinco años? Sólo sé que, sea lo que sea, se olvida.

Lo duro es volver a aprenderlo. Cuesta toda la vida.

4 comentarios:

DeCa dijo...

Es como montar en bici. Realmente, no se olvida. Solo tienes que darle unos pequeños pedaleos... que te hacen coger la mano de quien amas

:)

Me emocionas. Siempre te lo digo, pero nunca me canso de escribirtelo.

Javier Herce dijo...

nunca olvidaré cuando tenía cinco años. Ya sabía montar en columpio e impulsarme con fuerza.

Anónimo dijo...

De pequeño me enseñaron a querer ser mayor, de mayor voy a aprender a ser pequeño

Creo que es la frase más lograda de bunbury. Me emociona..

Anónimo dijo...

Los niños, cuando pequeños no extrañan, sólo descubren; ese es su instinto. Son inocentes, hasta que les enseñamos a catalogar el mundo en bien y mal; como aquella bruja de blancanieves les damos a comer de la fruta que Eva tomó y les enseñamos a aprobar y reprobar. La inocencia comienza ganando alguna batalla -esos "por qués" que tanto nos incomodan- para terminar perdiendo la guerra en cronológica alianza.