11 de mayo de 2006

Otras voces, otros ámbitos (3)

La última flor de mayo... decías siempre el día de tu cumpleaños. Mamá, apenas queda nada. Contemplo la rosa que hoy corté, y aunque ya no sea tan blanca, tan refulgente y pura como las que juntos veíamos brotar, me recuerda a ti. Han pasado muchos años y pasarán otros tantos, pero siento como si estuvieras aquí el olor de tu pecho, justo bajo el cuello, mi mejilla pegada a tu piel mientras escucho tu respiración. estás viva... te quiero. Soy más joven y aún no he renunciado a mi hogar, mi ciudad, mi país; no he dejado mi pasado atrás. Y siempre que te necesito estás allí, incluso cuando después de la operación casi no abandonas tu cama y he de llegar a ti, buscarte cuando los demás no están porque yo quiero estar contigo a solas, hablarte sabiendo que me escucharás sólo a mí, con todo el amor del que una madre es capaz, y levantarás tu brazo para darme una caricia, y me dirás te quiero, hijo...

Mamá, cuando llega mayo corto cada día una rosa blanca, la traigo a casa y la deposito en un pequeño jarrón hasta la mañana siguiente. Así hasta el 31. Ese día, no corto la última flor de mayo. Prefiero, una vez que la he elegido, recordar su lugar exacto y volver a él durante el resto de la primavera y el verano hasta que, un día impredecible, la rosa comienza a marchitarse. Entonces, dejo de visitarla y me preparo para el otoño, el largo invierno en que treinta nuevas rosas laten bajo la tierra helada de este país.

Tan lejos de todo. Tan lejos de ti.

1 comentario:

Anónimo dijo...

...y sin embargo tan cerca, aun diria: intimo