28 de abril de 2005

Aquel otoño

¿Te acuerdas, cariño, de aquella claridad? Habíamos llegado en tren, bajo la tormenta, caminamos por las calles empedradas de aquel pueblo, a las afueras estaba el castillo, y detrás el bosque, pero todavía había que imaginarlo, incluso cuando más tarde lo vimos desde lo alto al recorrer los pasillos y las estancias donde habitaran los reyes de otro tiempo, y fue luego cuando echamos a andar por sus senderos, las gotas repiqueteando contra los árboles, el agua deslizándose en hilillos por tu capucha, el eco de un trueno o el brillo de un rayo lejano, y entonces llegamos a aquella claridad, la planicie cubierta de un manto de hojas secas, la estatua blanca al fondo, y quisimos que la lluvia no cesase nunca.

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