28 de abril de 2005

Aquel invierno

¿Te acuerdas, cariño, de aquel jardín de rosas? Era domingo, habíamos visto nevar por la ventana, tomando té, escuchando el último CD que habíamos comprado juntos, yo te dije “Quiero salir”, y salí al porche, tomé un puñado de nieve en mis manos y te lo traje, lo acerqué a tu mejilla y las gotas resbalaron por tu mandíbula, tus labios, y tú me dijiste “¿Vamos al jardín de rosas?”, y al instante fuimos dos figuras fundidas en la niebla, dando torpes zancadas, muertos de risa, atravesando la ciudad solitaria, y cuando al fin llegamos al jardín, un mar blanco se extendió ante nosotros, y los troncos desnudos de los árboles eran mástiles de navíos naufragados, y las rosas había que imaginarlas, latentes, bajo la espuma, como un arcoiris que espera a salir cuando vuelva a brillar el sol.

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