14 de julio de 2009

Tres dies amb la familia


Señalé hace poco en mi crítica de otro estreno la existencia de una "nueva ola" de cineastas españoles y latinoamericanos empeñados en hacer un cine formalmente riguroso en torno a temas que nos tocan en lo más hondo. Sin concesiones comerciales pero en modo alguno sectarias, se trata de películas que intentan permanecer y cimentar una carrera sólida. Tres dies amb la familia, el debut de Mar Coll, es otra demostración vigorosa de esta corriente que pugna por imponerse entre públicos más mayoritarios a falta de que las distribuidoras apuesten con más fuerza, sobre todo si hablamos de promocionar el (buen) cine español.

Tres dies amb la familia nos cuenta, desde la perspectiva de su protagonista Léa (interpretada por la premiada Nausicaa Bonnín), la forzosa reunión de una familia de la burguesía catalana por la muerte del patriarca de la misma, un octogenario al que ni sus propios hijos soportaban. Mar Coll hace descansar la película en tres pilares fundamentales: un guión modélico, una dirección con pulso, decidida, y unos actores orgánicos que dotan de vida en la pantalla a a sus personajes. Así, las relaciones entre los distintos miembros del la familia, empezando por los propios padres de Leá (los soberbios Eduard Fernández y Philippine Leroy-Beaulieu) y acabando por algunos primos y tíos a los que apenas ha visto y con los que tan poco comparte, se van tejiendo con sutileza, sin prisa, pincelada a pincelada hasta completar un retrato con pocos resquicios para la redención.


Lo que más sorprende, y aún más tratándose de una ópera prima, es la maestría de la directora y guionista para entretejer las tramas de forma que no se anulen sino que se potencien entre sí. Ese móvil sin batería, ese contestador que salta, o la llamada que nunca suena, marcan el drama personal de Léa al tiempo que se revela todo lo no hablado con sus padres, quienes a su vez se encuentran ante el dilema de confesar o no ante el resto de su familia su separación. Además, y en una exposición valiente ya que el guión parte de una experiencia personal de Mar Coll,, contemplamos las vergüenzas y mezquindades de un clan donde solo en los más jóvenes existe alguna complicidad que ayuda a Léa a sobrellevar mejor el calvario que para ella supone responder a las preguntas que inevitablemente surgen sobre su vida mientras ésta se le cae a pedazos.

Sobresalen en Tres dies amb la familia algunas escenas por derecho propio. Una transcurre en un bar de Girona al que las mujeres de la familia escapan durante el velatorio, cuando bailan y cantan esa canción del ramito de violetas con el alcohol como elemento catártico en una escena que es puro cine porque está hecha de miradas y transmite muchas emociones al mismo tiempo. La segunda transcurre en la casa de Léa, cuando su padre la escucha llorar al otro lado de la pared y es incapaz de acudir, preguntarle, consolarla, en una muestra del aislamiento comunicativo que a él le ha sumido en la soledad. Por último, y en especial, la escena de los columpios en los jardines de la masía entre madre e hija es el mejor ejemplo del talento de la directora para, con los mínimos diálogos posibles, plasmar un conflicto profundo y resolverlo sin que eso signifique necesariamente darle un final cerrado.


Cabe destacar, porque es un dato muy relevante dada la calidad con que está rodada la película, que ésta es la primera experiencia profesional para todos los miembros del equipo. Tres dies amb la familia pertenece al proyecto Ópera Prima patrocinado por la ESCAC (Escola Superior de Cinema i Audiovisuals de Catalunya, de la que sale la propia Mar Coll) y la productora Escándalo Films, cuyo objetivo es promocionar los alumnos graduados en la escuela. Destaca la directora de fotografía, Neus Ollé, por haber sabido capturar a la perfección los escenarios principales del film como ese tanatorio inquietantemente despojado de toda calidez, o la directora de arte Xénia Besora. Es alentador comprobar que en España se forman autores y técnicos con esta excelencia y que además poseen semejante caudal de ideas. Tal vez la eterna crisis del cine español se superaría desmontando unas estructuras viciadas, el hecho de que siempre son los mismos quienes se llevan el dinero público para hacer la misma basura reprimiendo la efervescencia que sin lugar a dudas palpita en las nuevas generaciones.


Tres dies amb la familia, o la esperanza en el centro de la desolación.

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