25 de julio de 2009

Excel, mudanza, etapa

Mudanza forzada, como todas las últimas. Loop de vértigo emocional y físico tras tres años, dos continentes, una relación de amor. Vuelvo al mismo apartamento, tanto mareo e insomnio, tanta intensidad sin fruto para retornar casi al comienzo. Es lo que me puedo permitir, incluso tal vez más de lo que me puedo permitir, pero prefiero el riesgo a la conformidad. Está recién pintado, tiene la misma luz, los mismos detalles que ya entonces me gustaron pese a su reducido tamaño. Lo curioso, además, es que le han sentado muy bien las ideas, los aportes generosamente legados, el paso en definitiva de otros inquilinos que sin duda se sintieron en casa mientras que yo, si lo pienso, estuve de paso como estaba de paso por mi vida. Y eso que allí batí mi record de permanencia. Lo que importa es que ahora sí puedo ‒y quiero‒ dejar mi huella en él.

Miro mi horario para el curso que viene. Hago un excel con clases de mañana y de tarde, un excel donde poner hora a mis ilusiones. Y entonces me doy ánimo y me digo: puedes. Puedes con la uni y el trabajo, ese lunes a viernes endemoniado que se dibuja en la pantalla del ordenador. Puedes con la soledad, el placer efímero, puedes construir un hogar en ese sitio que fue de paso. Puedes, Antonio, con tu historia personal: decepcionante, errática, sin destino. Ahí lo tienes, míralo. Está ahí, ¿no lo ves? Una etapa de dos años, es increíble. Tú pensando en un horizonte de dos años sabiendo además que luego tendrás que encontrar otro porque serás un recién licenciado y tu contador estará a cero. ¿Un máster, en qué, dónde? ¿Una beca que devenga en contrato precario que devenga en empleo satisfactorio? ¿Una muralla infranqueable y la sensación de que también esto fue un error? Tu pasado será tu baza y tu lastre. Tu DNI, Antonio. Tu currículum estrafalario, parcheado. Que España no es EEUU, donde veías a hombres y mujeres de cualquier edad recomenzar su carrera sin temor, sin que nadie les discriminara por haber reorientado sus vidas cuando ya tenían hijos, divorcios, el rostro dividido por arrugas. Cuando tengas tu título les llevarás trece, catorce años, a esos niños que como tú lucharán por salir adelante. Niños con toda la inexperiencia, pero tan intuitivos, tan diestros al timón de sus días.

Miro mi excel, tengo un plan. Al fin, justo a tiempo. Éste es un esfuerzo que quizá valga la pena. La pena. Que valga la mudanza. La etapa. El loop...

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