29 de julio de 2009

Tocar el deseo

Existen dos dimensiones de sobra conocidas: la realidad y el deseo. Así, hay personas unidimensionales; es decir, aquellas que viven en una sola de las dos. Puede ser por decisión o por imposición, pero existen estas personas y están entre nosotros. Abundan más las primeras, sobre todo las que por decisión renuncian muy pronto al deseo y la realidad les alimenta el poco apetito que tienen. Suelen ser felices, al contrario que las puramente deseantes.

Hay gente, como yo, que tenemos un pie en cada dimensión. Aunque semejante paso cuesta, al menos en mi caso, y es el fruto de un complejo proceso de no aclimatamiento. Yo fui dando bandazos de una dimensión a otra con resultados mediocres cuando no dolorosos. Sólo hace poco descubrí que una correcta proyección del deseo sobre la realidad es el mejor modo de lograr las metas de cada uno, si se tienen. Es un secreto imposible de transmitir. Quienes lo aprendemos, lo aprendemos por nosotros mismos.

Jamás me he sentido más a gusto, jamás he envidiado menos a los seres unidimensionales. He de admitir que, en concreto, los infelices deseantes me han atraído siempre más de la cuenta. Quizá fue una reacción a una primera parte de mi vida profundamente ligada a lo material, sin sueños. Hasta llegué a admirarles. Hoy no, hoy solo admiro a quienes aplican estrategias propias del deseo sobre lo que se puede tocar, y lo transforman para ser felices.

Eso quiero, tocar el deseo.

1 comentario:

Vulcano Lover dijo...

Me declaro seguidor del deseo realista, de la realidad deseada y deseable. De vivir consecuentemente, procurando la felicidad con las lentes del sueño, pero sin su antifaz, sin dejar que nos ahogue ni la realidad, ni el deseo... En definitiva, siendo quien uno es, en cada momento.