23 de mayo de 2005

Primeros juegos

La colegiala, un poco como cualquiera imagina a una alumna de colegio católico en pubertad, lee atenta una revista. Buscando un hueco en el vagón de metro me sitúo junto a ella. Lleva más de un minuto sin pasar página. Lanzo una mirada al título del artículo: "Tus zonas erógenas". Lee sin afectación, como si fuesen las insulsas declaraciones de algún ídolo pop. En una estación, sube un chico mayor que ella. Es guapo y peligroso. Viste ropa ancha y lleva una carpeta enorme, de escuela de arte. Ella levanta los ojos de la revista y los posa sobre los tobillos desnudos con el vello justo, la curva del empeine al descubierto, los dedos de los pies extremadamente armónicos, carnosos... Sólo cuando él se da cuenta, ella los aparta rebosando pudor. El tren se detiene, y la colegiala desciende no sin antes rozar al descuido con sus dedos la cadera del muchacho, que la ve marchar con un brillo en sus labios, su mano aferrándose firme a la barra.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Esta colegiala solo puede tener los ojos rasgados. ¿Cómo no comprender sin disculpar al tenebroso narrador de "Lolita"?