28 de diciembre de 2009

Es la piel

Desde el primer contacto, ese golpe de labios contra labios, una mano en un hombro, una cadera, un pulgar que prolonga el dibujo de una ceja. Y no pretendemos que eso es amor, ni tú ni yo fingimos nada. Es la piel, es inexplicable, es perfecto.

Hoy, casi corriendo a tu casa, el miedo a que no pudiéramos retomar el deseo donde hace unas horas lo dejamos, en la puerta de un taxi que se cierra, pero me abres otra puerta, la tuya, y, como esta madrugada, tan sólo me besas (no te presentaste, tu saludo fue tu sonrisa, tu mirada de niño, tu boca aproximándose a mi boca), me tocas, te toco, nos reímos, torpes en el sofá, más diestros en la cama, y no pretendemos que va a durar, no fingimos lo que no hay, es la piel que nos gana, que nos recobra al afecto naciente, nos mecemos en la tarde de un domingo que pareciera hecho para nosotros, y todo lo haces bien, y me siento guapo y hábil y divertido, y me fascino de ti (tu estómago, tu cuello, la línea de la ceja que vuelvo a prolongar con mi pulgar), y no hay prisa ni intermedio al triunfo de la piel, y ya apenas pretendemos que no hay nada más, no fingimos neutralidad porque sería absurdo, y me confundo, y me encanta estar confundido así, en el barrio donde nací, con un chico que dice estar a gusto en Zaragoza, Hache te llaman, y pasan dos horas desde la primera vez que digo me voy, y no me voy, tú no me dejas y yo no quiero, ¿cuántos besos hoy, Hache?, ¿cuántos...?, y me das tu email, me lo haces recordar luego, hasta tus apellidos recuerdo, los dos, y no sueño más allá porque soñar más allá es absurdo, lo único que quiero es lo que tú me haces casi prometer: vernos otra vez, cuando sea, saber que volveremos a vernos y nada más, ya sea en la capital o la próxima vez que yo regrese, aunque ya sabes Hache que yo vengo poco a mi ciudad natal, casi te desaliento con mi certeza, pero es cierto, guapo, no me gusta esta ciudad aunque tú la habites, aunque me confunda sentirme tan dichoso contigo mientras el tiempo avanza hasta la despedida, y es la piel, Hache, es la piel, apenas te dejo de verdad y bajo como puedo las escaleras ya deseo volver a tocarte, mezclar nuestros cuerpos y sucumbir al poder del tacto.

El avasallador poder del tacto.

1 comentario:

shokaku dijo...

Me resulta muy curioso haber sido parte de una vida que luego pueda ser relatada en estos términos, y me ayuda mucho en uno de mis múltiples procesos de maduración mental, gracias a ti realmente!