24 de junio de 2008

Can we?

Extraído de EL PAIS...
Este modificación en la proyección de la tasa de paro, ha explicado el ministro, está en línea con el menor crecimiento que experimentará la economía española al mismo tiempo que ha asegurado que las prejubilaciones "deberían estar mal vistas por la sociedad y no estar premiadas". Por este motivo, ha instado a los trabajadores a agotar su vida laboral hasta los 65 años para apoyar el sostenimiento del sistema de pensiones.
Pues claro, toda España debería ver fatal desafueros de ese calado. Eso sí, que los sueldos de directivos de empresas sean hasta diciesiete veces más altos que los de los trabajadores rasos (esos que pretenden prejubilarse ante el abismo del paro o no seguir trabajando hasta morir con las botas puestas como ya se está insinuando hace tiempo), es legítimo, justo, un logro de esta sociedad que todos tenemos que mantener con nuestro esfuerzo. O hablemos también, por qué no, de esa otra conquista social que es haber generado una clase política que cuando no es directamente corrupta vive -y muy bien- gracias a unos sueldos muy superiores a la media, en muchos casos con pensiones vitalicias a las que sumar conferencias valoradas en miles de euros en universidades de toda calaña a lo largo y ancho del planeta (que les pregunten a Aznar y González...).

Diferencias de salario entre directivos y empleados
Corbacho se está cubriendo de gloria, esa que ya no concede el Altísimo sino los nuevos dioses (aquí tenemos algunos como Botín o los herederos del Imperio Polanco) de este reino del neoliberalismo donde la política se rinde a los grandes capitales y las leyes impiden intervenciones de los gobiernos en la economía que podrían ser claves para asegurar un bienestar básico universal al menos a este lado del planeta. Digo a este lado porque el otro, allí donde se fabrican nuestras prendas de vestir, muebles, ordenadores y demás aparatos de la felicidad, solo existe en función de esa sumisión, esa utilización despidiada, esa subalternidad como la llaman los gurús de los Estudios Culturales que en sus círculos (anti)globalizadores -(im)permeables, (im)penetrables, (in)miscibles con la realidad- hablan de lo que no viven, no sufren, eso que ocurre tan lejos.

¿Soluciones? Mi inteligencia no llega a tanto. Se me ocurren huelgas de consumo masivas, concertadas, que apunten a las entrañas de la bestia. Se me ocurren votos en blanco igualmente masivos, o exigir a la izquierda que esté unida como dice su nombre y se concentre en concienciar a la sociedad de todo lo que hay que subvertir y luchar por esa subversión. Pienso también en la unión de esos innumerables colectivos de decenas de personas que quieren luchar por un mundo más justo, seguramente dignos de aplauso pero muy débiles a la hora de transformar algo precisamente por esa dispersión. Sueño con una revolución silenciosa como la que está echando abajo las constituciones europeas, un rumor que se expanda entre los que somos mayoría, una mayoría nunca articulada hasta ahora y que -lo sé- podría cambiarlo todo.

Solos, cada uno con sus ideas aunque sean las mismas, no podemos. Se admiten sugerencias...

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