30 de junio de 2008

Rojo y negro

Fábregas celebrando el triunfo
Fútbol, fútbol, fútbol... La victoria de la selección española en la Eurocopa, vista ya con casi veinticuatro horas de distancia, ha revelado lo mejor y lo peor de un país. Lo rojo y lo negro, que diría Stendhal.

Lo rojo es la pasión de incluso aquellos como yo que podrían vivir sin el fútbol pero que fuimos incapaces de no chillar cuando en estas dos semanas Villa, Güiza, o Torres, marcaron esos goles de ensueño. Roja es la camiseta de quienes han desplegado un juego que ha sido un homenaje a lo sutil, lo pequeño que se hace grande, sabiendo ganar con humildad, elegancia, y desechando los gestos de divo de otros excluidos con justicia de esta convocatoria o excluidos de la Historia en el pasado porque nunca lo merecieron como estos. Y roja la sangre que alimenta a este colectivo de jugadores jóvenes de toda España -entre ellos vascos como Xabi Alonso y catalanes como mi adorado Cesc Fábregas- y que ha funcionado como un solo hombre, simbolizando lo que este país podría ser si unos y otros, nacionalistas excluyentes de la diferencia sea esta una parte del todo o el todo que contiene la parte, lucharan juntos por un futuro mejor.

Lo negro... Algunas, tal vez demasiadas cosas. Los primates que ayer aprovecharon la fiesta en las calles para ejercer la violencia y empañar la felicidad de la mayoría, con cargas policiales de esas que se llevan por delante a los cuatro culpables y a los cuatrocientos inocentes. Negra la vigencia de tópicos casposos, dañinos, encarnados por ese Manolo Escobar compartiendo esta tarde protagonismo con los héroes y que remiten a aquellos tiempos de fútbol y toros radiados y televisados para anestesiar a una nación mientras las cárceles se llenaban de inocentes y ciertos bolsillos de millones de pesetas de entonces. Negra, también, la costumbre de clavarnos nuestro propio aguijón y liquidar a quienes nos han dado los mejores triunfos deportivos de todos los tiempos como Pepu Hernández en baloncesto y Luis Aragonés en este fútbol nuestro de cada día dánosle hoy.

Rojo y negro, altas y bajas pasiones de un deporte que, lo queramos o no, es mucho más que veintidós millonarios corriendo detrás de un balón. A veces, como ayer, es un vínculo, una mirada cómplice o un grito compartido entre quienes mañana, pasado, o dentro de una semana, nos volveremos a ignorar en metros, oficinas, y grandes almacenes.

Arriba la fulgurante llama, abajo la temible oscuridad de ciertos túneles del tiempo.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Elorri, bon dia desde Sitges (Catalunya). Comparto tu reflexión. Por una vez, aunque tampoco no somos "futboleros" seguimos y disfrutamos con el juego de los chicos del equipo español, pero al mismo tiempo nos preocupaba esa idea de nación española y de orgullo patrio que se iba propagando por todas partes y nos parecía una lástima que ese equipo en el que se representaban los diferentes territorios del estado español no sirviera como referente y ejemplo de la riqueza que aporta la diferencia y el respeto para las diversas culturas que integran el país.
Yo no lo vi, pero me contaron que aquí la celebración en algún momento derivo (por culpa de 4 fanáticos descerebrados pero muy peligrosos) en una reivindicación fascista y xenófoba. Que pena!

Laura