22 de mayo de 2008

Once

Yo no estaba en España cuando esta película se proyectó en los cines. No me enteré de su existencia ni siquiera cuando ganó el Oscar a la mejor canción original por "Falling slowly". Jamás les presto atención a las canciones de los Oscar. Tuvo que ser León, por esa curiosidad suya tan necesaria en un país donde no llega el cine independiente, quien la descubriera y compartiera conmigo su emoción, sus lágrimas por esta joya que me resisto a llamar pequeña porque no lo es aunque lo parezca.

El cine no tiene que ser realista, sino real. Hay películas sustentadas en la fantasía, la épica, o la poética, que nos estremecen por su verdad. "Once", por su concepto, precisaba de autenticidad al límite del documental desde la primera a la última escena para conmover al espectador. Y lo logra. Lo logra a cada instante, en cada mirada, con cada palabra de unos diálogos que no por escasos resultan menos reveladores. Nos creemos a Glen y Markéta, y no porque sean músicos y prácticamente se estén interpretando a sí mismos (eso casi es más un peligro que una ventaja), sino porque el director -John Carney- sabe contar una historia sencilla tras una cámara que siempre, en cada encuadre o plano, muestra exactamente lo que ocurre delante.

Glen y Markéta iniciaron una relación de amor durante el rodaje. No, esto no es prensa rosa, es otra verdad que explica y se explica por la emoción genuina que destila todo el guión, sus interpretaciones, momentos como el ensayo en la tienda de música (ver vídeo al final) o toda la secuencia de la grabación en los que el espectador es un voyeur de esa realidad. Nada es grandilocuente, aquí los personajes no sueltan una gran frase cada cinco segundos. "Once" es la vida, con sus dudas y sus impulsos y sus vueltas atrás. Sus aciertos, sus errores, su discurrir de la mañana a la noche en cada calle, cada ciudad, cada país donde personas como Glen y Markéta luchan por ser felices.

Este film apuesta por la música como hilo conductor, como vehículo de sentimientos hacia dentro y hacia afuera, como banda sonora de unos días donde la vida cambia, donde unas decisíones anulan otras que nos habrían llevado a otro destino; un destino que, no obstante, nunca será el definitivo. "Falling slowly" ganó el Oscar, pero sobre todo ha ganado el corazón de quienes, como León y yo, tenemos ya un lugar en nuestra memoria para Glen y Markéta, para "Once".

A veces el cine puede ser tan sencillo, tan desnudo, que lo profundo se impone sin aspavientos porque sí, por la pasión de un equipo de rodaje que no separa el cine de la vida, porque el cine de verdad es vida. Recordando a otra maestra de lo profundo a flor de piel como Carmen Martín Gaite: lo raro es vivir.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Preciosa canción! Gracias, Elorri! Ya no podré ver la película en el cine pero mañana mismo voy a buscar el dvd.

Laura