17 de febrero de 2006

Tiempo recuperado

Ver, escuchar. Incluso cuando se espera en una fila y el tiempo parece perdido. Como esta mañana en un centro de salud. Una anciana era arrastrada en silla de ruedas por otra mujer, probablemente su hija. No era por un problema físico que había que cargar con ella. Era Alzheimer. No parpadeaba, no fijaba su mirada en ningún lugar. No hablaba. Sin embargo, sí obedecía a las palabras como caricias que le dirigía su hija. A ver, vamos a levantarnos... ¿Ves que bien, mamá?... Venga, apóyate en mí... Le hemos dejado pasar los que estábamos delante, y la anciana ha entrado cogida del brazo de su hija y se ha sentado. Durante el tiempo que ha durado su extracción de sangre, la mujer pasaba las manos por su espalda, su pelo, la besaba, se disculpaba por haberle dicho al salir de casa que iban como cada día al Retiro para que no se asustara. Alguien detrás de mí ha comentado que si estuviera en esa condición preferiría que le llevasen a una residencia. O morir. Tiene su lógica, admito que ésa ha sido siempre mi opinión. Sería fácil pensar que a lo mejor esa mujer no tiene suficientes recursos para desembarazarse de esa carga, pero así tan sólo me estaría negando la verdadera razón que late ahí debajo: yo no sería capaz de tanto amor, tanta atención generosa como la de esa mujer hacia su madre. Me he sentido acusado por su ejemplo de justicia vital. Me he visto forzado a hacer una reflexión sincera, buscar verdades despojado de egoísmos. En concreto, he tratado de ponerme en el lugar de mi madre si un día tuviera Alzheimer. En mi lugar.

En realidad ya sé, tampoco me hace falta pensarlo demasiado, lo que tendría que hacer.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Asi es. Decimos "es por tu bien", pero es porque no sabemos (bueno, si) si nuestro amor da para tanto.

Que te vaya bonito en el naranja... ;)

Anónimo dijo...

es como un puño en el estómago. Me he sentido tan reflejado, anudando lágrimas con las tripas mientras le digo que no se asuste, muerto de miedo.

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